27.04.2024 |
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Coleccion Enaire en Santander

Cuadro del propio autor del artículo.
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Coleccion Enaire en Santander
El ser humano ha demostrado, hasta la saciedad, su capacidad para la crueldad mas atroz y para los sentimientos mas altruistas. Y junto a estos impulsos, algunos individuos, experimentan una atracción, mas o menos fuerte, hacia unas emociones o manifestaciones creativas que hemos dado en llamar Arte. Y encontramos pruebas de que esa afición nació ya con él y es tan apremiante y laboriosa, que no hay forma de conservar y dar a conocer todos los objetos artísticos que produce.

En tiempos recientes, se ha desarrollado un plausible respeto y admiración por esas manifestaciones actuales y antiguas. Y comprobamos, con incredulidad, como el ser humano vivía tan ensimismado y agobiado, en sus necesidades primarias que, por no pasar la escoba de vez en cuando, la tierra iba tragando, a su alrededor, joyas de un gran valor artístico y a veces material. La enorme labor arqueológica, que hoy se despliega, no da abasto a descubrir maravillas por todo el orbe.

Nos sorprende esta actitud, de nuestros antepasados, dejando que el polvo ocultara su trabajo sin darnos cuenta de que seguimos haciendo lo mismo. Ya se que al leer esto muchos os revolvereis incrédulos pero mirad: Los museos, las fundaciones artísticas, los coleccionistas y los infinitos gobiernos y administraciones públicas, se creen obligados a destinar una parte de sus fondos a  acumular objetos artísticos. Y tienen ojeadores para adquirir, para sus colecciones, las mejores obras que estén al alcance de su bolsa. Esas colecciones se van incrementando, en una abundancia tal, que solo se pueden exhibir en una mínima parte y el resto, en una cuantía, que muchos museos y organizaciones confiesan por encima del noventa por ciento, permanece, primorosamente embalado, en sus almacenes. Ya veis, el creciente interés por el arte hace que lo mejor de él permanezca oculto.

En cuanto a la arquitectura, además de excavar, por todas partes y conservar los hallazgos, nos tentamos la ropa y condenamos, al que mete la piqueta a edificios a los que, alguien, considera dotados de algún valor artístico o histórico a los que se exige conservar y dar alguna utilidad. Hoy tenemos, en Santander, un afortunado ejemplo.

Alguien ha tenido la inspiración de utilizar una nave industrial que nadie se atrevía a derribar y que, con muy generoso criterio, ha permanecido, en pie, durante muchos años, para albergar pinturas de la Colección Enaire que, a pesar de su valor, o, precisamente, por él, permanecían, en algún sótano, convenientemente embaladas.

Y podemos contemplar una increíble selección de nuestra heróica y mal valorada pintura abstracta. Mal valorada, como toda ella, excepto media docena de vacas sagradas. Nuestros Ministros de Cultura ni sospechan lo que tenemos por aquí.

La época de Franco que, a pesar de la censura, dejó florecer la literatura y el periodismo, ignoró o desalentó todo interés por la pintura que no fuese la que manaba de la fuente de El Prado. Yo que, ya entonces, estaba inmerso en mi afición a pintar, ignoraba todo lo ocurrido en el siglo XX y no encontraba publicaciones donde conocer ni el Impresionismo. Y de pronto, en una excursión a Cuenca, descubrías su Museo de Pintura Abstracta y todo tu mundo se derrumbaba.

Allí, capitaneados por el gran Zobel, se arracimaban los pioneros, grandes héroes que, no se sabe como ni de donde habían sintonizado la onda de la pintura abstracta y la exhibían en el mágico lugar que ha sido considerado el museo pequeño mas bonito del mundo.

Y después, en los años setentaymuchos y ochentas, explotaba Madrid en mil galerías y exposiciones, que nos volvían tarumbas a los que tuvimos la suerte de vivir allí y estábamos interesados en el asunto.

Y ahora, en Santander, podemos contemplar a alguno de aquellos y a otros grandes pintores que siguieron su estela y que hacen de la pintura abstracta española, como ocurre con la figurativa, una de las de mas interesantes del mundo aunque, como siempre, no sepamos vender nuestra mercancía.

Gracias a los que han hecho la carambola.

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