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Ruslana, ucraniana en España: No puedo creer que mi sobrino vaya al frente

Lara Malvesí

Ruslana, ucraniana en España: No puedo creer que mi sobrino vaya al frente

Lara Malvesí

Barcelona, 24 feb. (EFE).- Ruslana, una profesora de ruso de procedencia ucraniana, casada con un catalán, lleva casi veinte años en Barcelona y esta mañana se le han escapado las lágrimas frente a su hija adolescente al contarle que “la guerra ha empezado”.

“Toda mi familia está en Ucrania. Mi sobrino cumple el mes que viene 18 años, no me puedo creer que vaya a ir al frente”, ha explicado a Efe.

La historia de Ruslana, y de otros ucranianos y rusos en España, es la de miles de compatriotas que están viviendo desde la “impotencia” de estar a miles de kilómetros cómo la guerra regresa a sus vidas a pesar de haber escuchado siempre que son “naciones hermanas”.

“Si me hubieras llamado ayer, te habría dicho que los periódicos exageran, pero ahora sí: desde esta madrugada me han empezado a llamar y a enviar mensajes sin parar sobre que ha empezado la guerra. Es ya por la tarde y mira, sigo en pijama, pendiente del móvil”, cuenta -según dice- desde el baño de su casa porque no quiere asustar más a sus hijas.

“Lo peor ha sido hablar con mi sobrino esta mañana. Me ha sorprendido que habla de ir a luchar, de nacionalismo, y yo le digo, ¿pero qué dices? Todo esto no tiene sentido”, cuenta.

Ruslana explica que se ha ofrecido a su familia para que “al menos” envíen a los niños a España. “Pero es tarde, ya está todo cerrado”, señala la mujer, que teme que sea objetivo militar su ciudad de origen por contar con un pequeño aeropuerto.

Pedagoga, a sus 47 años lleva ya casi la mitad de su vida en Sabadell (Barcelona), donde da clases de ruso, una lengua que “ama” y que es su medio de vida. “El ruso y los rusos es una cosa, y Vladímir Putin, otra”, deja claro.

Llorosa, dice no poder creer que la OTAN, EEUU y la Unión Europea les hayan “dejado solos”, aunque reconoce que la “decepción” ya viene del Maidan de 2014.

“Los líderes internacionales creen que podrán con Putin solo con bla, bla, pero Putin no es bla, bla, él va en serio, vive en su imperio ruso”, asegura.

También pegada al móvil está Oksana, que cuenta que empezó a preocuparse mucho hace unos días cuando sus excompañeras de clase le contaron que en las escuelas estaban enseñando a los niños cómo comportarse en caso de alertas, sirenas y bombardeos.

“Se ve que hay niños que se ríen, como si fuera una broma, y otros en cambio, los más mayores, sienten pánico”, dice.

Otro ucraniano residente en Barcelona, Yuri, ha cancelado la entrevista que tenía con Efe desde el propio aeropuerto de El Prat, desde donde ha viajado a Ucrania vía Polonia pues es un médico del ejército en la reserva.

El ejército ucraniano le llamó anoche a las cinco de la madrugada. “Si puedo os contaré, pero no sé qué me voy a encontrar. Lo siento, pero no puedo hablar”, explica este sanitario que llevaba años trabajando en la Vall d’Hebrón.

Desde la Casa de Rusia de la capital catalana, como en restaurantes y otros lugares frecuentados por vecinos de Barcelona de esta nacionalidad, cuesta encontrar quien quiera hablar. Petra, que lleva casi 30 años en España, se limita a decir que solo esperan que “todo termine lo antes posible” e insiste en que Ucrania y Rusia son “todos hermanos”.

Otra rusa, Svetlana, que esta mañana se ha plantado con una pancarta de “rusos contra la guerra” en la protesta frente al consulado de su país que ha reunido a una treintena de ucranianos, denuncia que Putin “ha enloquecido” y pide que la comunidad internacional haga todo lo que esté en su mano para parar la guerra. EFE

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