03.05.2024 |
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16/07/22

Draghi quiere irse y no le dejan

Draghi quiere irse y no le dejan

La política italiana se asoma tantas veces al abismo que alguna vez se despeña y las crisis de gobierno acaban en una convocatoria de elecciones. La inestabilidad es su seña de identidad, pero los italianos están tan acostumbrados a vivir en el alambre de las discusiones entre sus políticos que el país sigue funcionando como si tal cosa. El actual primer ministro, Mario Draghi, el banquero que salvó al euro desde el Banco Central Europeo se las ve y se las desea para mantener el gobierno del que se hizo cargo en febrero del pasado año para evitar elecciones anticipadas y cerrar el paso al líder de La Liga, Matteo Salvini con un gobierno sustentado por el partido Democrático y el Movimiento 5 Estrellas. Son. precisamente las discrepancias y escisiones dentro del partido fundado por el cómico Beppe Grillo, otra derivada de la crisis financiera del comienzo de la década pasada, lo que ha llevado a Draghi a presentar su dimisión ante el presidente de la república, Sergio Mattarella.

Afortunadamente para los italianos, su sistema político cuenta con una figura arbitral, que de forma habitual suele estar encarnada por un político de prestigio, que toma distancia sobre las pequeñas ruindades del día a día de la política italiana y trata de que las crisis que se suceden no acaben con un rosario de elecciones generales cada poco tiempo. Por eso, cuando Draghi se presentó en el Quirinale con su carta de dimisión, Mattarella no se la aceptó y le envió de vuelta al Parlamento para que tratara de coser de nuevo al gobierno que se le había deshilachado. Daba tiempo no solo a Draghi sino a los dirigentes del M5S, sobre todo a su jefe Giuseppe Conte, para que decidiera que quiere hacer con su futuro ahora que el partido ha sufrido una escisión protagonizada por el que fuera otro de sus líderes Luigi de Maio, que ha creado su propio partido y se ha llevado con él a sesenta diputados.

Si este hecho ya había supuesto un varapalo para la coalición parlamentaria que sustenta al Gobierno, la gota que colmó el vaso fue la ausencia de los diputados del M5S en la votación de un decreto anticrisis con medidas para controlar la inflación que llevaba implícito una moción de confianza. Hasta ahí llegó la paciencia de Draghi, que se ha dado de tiempo hasta el próximo miércoles a la vuelta de un viaje a Argelia -Italia ha sustituido a España como primer cliente del gas argelino- para decidir si convierte su dimisión en irrevocable.

Esa circunstancia supondría adelantar las elecciones al mes de septiembre u octubre, cuando estaban previstas para la primavera y tendrían lugar en unas circunstancias que para los españoles son también conocidas, una inflación desmesurada, los combustibles por las nubes, la posibilidad de verse afectados por el cierre del suministro de gas ruso, la necesidad de estabilidad para cumplir con las reformas que pide Bruselas para el acceso a los fondos Next Generation de los que Italia es el país más beneficiado, y la posibilidad de que Hermanos de Italia, el partido ultraderechista que va primero en las encuestas, con Giorgia Meloni al frente -recuérdese su incendiario mensaje en la campaña andaluza en un acto de Vox-, pueda ganar las elecciones. Italia está una vez más al borde del abismo y puede dar un paso al frente.

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