27.04.2024 |
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Rafael Torres
18:50
2/08/23

Latigo y fuego

Latigo y fuego

MADRID, 2 (OTR/PRESS)

El último reducto de libertad de las mujeres afganas ha sido profanado por el Ministerio para la Prevención del Vicio y la Propagación de la Virtud del gobierno talibán. Con esta medida, la de cerrar y prohibir las peluquerías y los salones de belleza femeninos, se cierra el dogal que estrangula a las mujeres, a las que desde el retorno de los talibanes se les han ido aplicando unas sevicias que recuerdan a las leyes promulgadas por el régimen de la Alemania nazi para la gradual exclusión y cosificación de los judios, y que desembocaría en su exterminio.

Lo que en Occidente pudiera percibirse a veces como inscrito en el terreno de la frivolidad, el hedonismo o la simple coquetería, los salones de belleza satisfacían en Afganistán el irrenunciable gusto del ser humano por la libertad, pues esas peluquerías que proliferaron tras la invasión que desalojó del poder a los talibanes operaban más como espacios seguros y de reunión desahogada de las mujeres que como meros establecimientos de estética. La barbarie política había sido expulsada, pero no los atavismos sociales que mantenían aherrojadas a las mujeres, y sólo en esos locales podían éstas recuperar enteramente, siquiera por unas horas, su condición de personas, secularmente negada.

Es cierto que la horda talibán, a la que los "libertadores" del infortunado país permitió volver y reanudar sus atropellos, no salva a los varones de su perfidia, pero también lo es que se ensaña sobre todo con las mujeres, lo que merecería no sólo un análisis social o político, sino principalmente psiquiátrico. Según regresaron tras la estampida de los occidentales, que en veinte años no habían impulsado ni establecido sino cambios cosméticos, los talibanes emprendieron el borrado de las mujeres del mapa de la vida: prohibido estudiar, prohibido cantar y bailar, prohibido vestir como personas, prohibido acceder a parques y jardines, prohibido dejarse ver en público sin la compañía de un hombre, prohibidos los gimnasios, los baños públicos... Sólo les quedaban las peluquerías.

El mismo día que el Ministerio para la Prevención del Vicio y la Propagación de la virtud hizo una hoguera con instrumentos musicales, pues la música corrompe según esos salvajes, cerró los salones femeninos de belleza. La Música. La Belleza, La Mujer. Todo prohibido. Fuego y látigo. Por aquí andamos con nuestras cosas, pero algún día descubriremos, tarde, que el horror nuevamente desatado en Afganistán es también cosa nuestra.

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