El precio de los alimentos ha aumentado en el último año en un 15,7%, según el Instituto Nacional de Estadística. Es un dato revelador, porque no conozco a nadie al que le hayan subido el sueldo un 15,7% en el mismo periodo. Por algo se dice que la inflación es el impuesto a los más pobres.

Un producto tan básico como el azucar ha sufrido un 50% de aumento, en el caso de la mantequilla, el aumento ha sido del 42%, y la leche ha subido un 37%. Son datos concretos, que nos permiten entender cómo una compra de unos 50 euros de hace un año nos deja con muchas menos posibilidades. Llenar el depósito de gasolina se ha convertido en un lujo. Es algo que sentimos todos, y que acusan especialmente las familias con sueldos más bajos.

Lo preocupante es que ahora, como forma de desactivar el descontento, una ministra del Gobierno de Sánchez salga a acusar a las empresas de alimentación de enriquecerse a costa de los pobres. Mientras tanto, el fundador de Podemos plantea la necesidad de establecer supermercados públicos. Todos apuntan a poner precios fijos.

La idea es tan simple que parece evidente. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? Lo triste es que esta política ya se ha puesto en marcha en muchos países… y ha demostrado ser un fracaso absoluto. Se llama comunismo. Y tiene como característica ignorar los principios de oferta y demanda.

Cuando se imponen precios fijos y se ignora la oferta y la demanda se producen dos resultados comunes a todos los paraísos comunistas. Se trata del desabastecimiento y del mercado negro. ¿Por qué? Porque si al productor le cuesta 3 euros el kilo de azúcar, pero lo debe vender a 2, deja de venderlo y exportarlo. Porque si al agricultor le pagan un precio fijo por algunos productos no rentables, dejará de cultivarlos o lo hará solo para el mercado negro, donde le paguen una cantidad que justifique el cultivo. Todo esto no son teorías. Las tiendas con los mostradores vacíos son una realidad en Cuba o Venezuela. Y son un triste recuerdo en todo el Este de Europa. Un amigo me dice que si los comunistas gobernaran en el desierto, en unos años habría escasez de arena. Un comentario simpático, pero que refleja la realidad que sufren los países donde se instala el comunismo y que sufren ahora por ejemplo en Venezuela, uno de los países con más reservas de petróleo, donde es difícil encontrar gasolina.

Que vengan ahora los socios comunistas del Gobierno a plantear las políticas de los países más pobres del mundo es un insulto a los ciudadanos. Que intenten tapar sus errores económicos y su incapacidad de gestión con ataques a los empresarios más activos de España tiene delito.

Desconozco si todo este delirio es fruto de la ignorancia, o simplemente la voluntad de echar botes de humo para distraer la atención. En cualquier caso, la demagogia y el populismo nunca ayuda a resolver los problemas. Y menos a justificar el constante aumento de los precios.

Para salir de esta espiral es necesario bajar impuestos, poner alfombra roja para los emprendedores y los que tienen ideas para arrancar nuevos negocios, eliminar trabas administrativas y reducir gasto improductivo. Trabajemos por ello.