ESTOS días han sido noticia las entrevistas que se hicieron en ‘El Hormiguero’ a Pedro Sánchez y a Alberto Núñez Feijóo, los dos únicos candidatos con posibilidades reales de ser el futuro presidente del gobierno tras las elecciones del 23J. Allí se pudieron ver con toda claridad dos modelos de liderazgo, un Sánchez populista y demagogo, que intenta ahora hacer olvidar la imagen de soberbio y falso que ha proyectado durante toda la legislatura, y un Feijóo que busca transmitir una impresión de rigor y credibilidad que está en las antípodas de su oponente.Y es que en los próximos comicios asistiremos a una consulta sobre lo que se ha venido a denominar el «sanchismo», es decir, la forma de gobernar del actual presidente, y que él mismo describió con tres sustantivos sumamente certeros: «mentiras, maldades y manipulaciones».

La mentira constante, permanente, utilizada profusamente como instrumento para alcanzar sus fines, ha sido la seña de identidad del sanchismo; los ejemplos son interminables, nunca pactaría con Bildu, lo que reiteró hasta el hastío, tampoco pactaría con Podemos ni con los independentistas de todo signo y condición, los golpistas catalanes, que en un principio consideraba que deberían ser condenados por rebelión, tendrían que cumplir íntegramente sus condenas, nunca se debería indultar a un político … y no son simples cambios de criterio, como pretende sostener ahora, porque, cuando intentó convencernos de que derogaba la   sedición y rebajaba la malversación para homologar nuestra legislación con la europea, simple y llanamente, mentía y, de hecho, Europa, ahora exige un endurecimiento de las penas por estos graves delitos.

Pero es que la manipulación es otra de las características de esta nefasta forma de entender la política, y todas estas falsedades y mentiras de las que hizo gala a lo largo de su mandato siempre pretendió justificarlas por supuestos intereses generales que sólo escondían y ocultaban el único interés real que presidió todas sus acciones, el de permanecer en el poder; un claro ejemplo de ello lo tenemos en la reciente convocatoria electoral que, justificándola en un interés por dar voz a los ciudadanos lo antes posible, en realidad encierra la elección de una fecha que él considera que juega a su favor, en primer lugar, al hacerla coincidir con unas semanas en las que se tenían que cerrar los pactos autonómicos entre PP y Vox que, consideraba, pondrían en aprietos a los populares de cara a la opinión pública y, en segundo lugar, porque ante el temor a la denominada «marea azul» buscó la fecha en la que la abstención podría ser más elevada, entendiendo que así él se beneficiaría.

Y es que, en definitiva, la maldad explica muchos de los comportamientos del sanchismo, como es el de tener como socio preferente a Bildu, un partido que estos días homenajea en Bilbao a un terrorista condenado por asesinato, y cuyo blanqueamiento por el sanchismo ha hecho que haya crecido hasta el punto de tener opciones reales de alcanzar el gobierno en el País Vasco, con lo que ello supone; claro que no hay que olvidar que algunos líderes socialistas sostienen que se trata de una fuerza política que ha hecho más por España que todos los patriotas de pulsera. En fin, hay que reconocer que estos tres sustantivos ofrecen una nítida fotografía de lo que ha supuesto el sanchismo, pues se define y se resume perfectamente en que se trata de una forma de gobernar que se sustenta en mentiras, maldades y manipulaciones.