28.04.2024 |
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Pegada de carteles y otras antiguallas

Pegada de carteles y otras antiguallas

Siempre, en una jornada, como hoy, de inicio formal de campaña electoral, acabo por sublevarme y escribo algo parecido a lo que a continuación sigue. Lo que ocurre es que cada vez me noto más desconcertado con lo que no sin sino usos y costumbres sin sentido, una antigualla. Empezando, claro, por la propia campaña electoral 'oficial', que nadie podría distinguir de lo que es la 'precampaña' porque en esta ya todos piden directamente el voto al electorado, lo que, en teoría, está prohibido. Pero ¿y qué? Total, una prohibición más que nos saltamos... Y así llegamos a la (media)noche de la pegada de carteles, que ni es noche, ni hay carteles ni, por tanto, pegada. Y a continuación los mítines, cada vez más abandonados por unos partidos que buscan urgentemente formulas más eficaces y baratas que congregar a los suyos en la ceremonia del aplauso. Claro que esto podrían no ser sino aspectos algo periféricos respecto al verdadero asunto sustancial: ¿nos sirven de algo, a los ciudadanos, las campañas electorales?

Hoy, el éxito de una campaña es, por lo visto, haber entablado un diálogo dialéctico con un/una periodista de moda y conocido/a por su beligerancia con el entrevistado. Un combate, vaya. Que se centra siempre en torno a las mismas cuestiones, ya más que debatidas y trilladas; echar al otro las culpas por lo actuado y por lo que se dejó de hacer; las promesas, que ya se sabe que no son de obligado cumplimiento, y vueltas y más vueltas en torno a temas manidos, que están desde hace días en los titulares de los periódicos.

Así, no se generan nuevos temas de polémica ni nuevas propuestas de soluciones, y eso que muchos de ellos están ahí, apasionando a la opinión pública: ¿es posible, deseable, esa iniciativa de jubilarse cada día más tarde? ¿Cómo hay que encarar la pirámide poblacional? ¿Cambiará para bien nuestras vidas la Inteligencia Artificial? ¿Creará el candidato un Gabinete de prospectiva realista, que estudie todas las modificaciones, desde las médicas hasta las energéticas, que pesan y pesarán sobre nuestras existencias?

Podría, claro, plantear decenas de cuestiones más, que enriquecerían planteamientos que hoy son una incógnita. Creo que a las campañas les falta imaginación, cercanía, preocupación por la gente, verdadero patriotismo de Estado que vaya mucho más allá de si se debería, en su caso, indultar o no a Puigdemont, que es el último tema que ha saltado a la palestra.

Los partidos presentan estos días sus programas electorales. Alguno, aspirante al poder, nos regala los oídos con propuestas halagüeñas, como esos veinte mil euros para un joven por el mero hecho de serlo, que son difíciles de anclar en el suelo de lo realmente posible: ha asistido uno a demasiadas promesas de campaña, tanto que casi hace uno suya la cínica frase de Tierno Galván: las promesas electorales están para no cumplirlas. Y, con este ánimo un tanto socarrón, iniciamos el camino final hacia unas urnas que a muchos nos han hecho modificar unas breves, pero largamente preparadas, vacaciones. Todo sea por cumplir, aunque te aburras, con el deber ciudadano y profesional.

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