28.04.2024 |
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El 'guardiolismo' como concepto

El 'guardiolismo' como concepto

El 'guardiolismo' se ha convertido, para mí, en una manera algo cazurra, algo falsa, algo provinciana, algo falaz, de entender la política. Mientras la 'gran campaña' se jugaba en Bruselas, y allí estuvieron, coincidentes en el tiempo, pero no en el espacio, Pedro Sánchez y Feijóo, la 'pequeña campaña', la de los pactos a cubierto de las miradas ciudadanas, componía la fotografía de María Guardiola, del PP, y Ángel Pelayo Gordillo, de Vox, sonriéndose a la hora del reparto de poder, ¡después de todo lo que se han dicho!.

Extremadura bien vale un desmentido, una negociación subterránea, un 'el bien de los extremeños vale más que la fidelidad a la palabra dada', dicho por la máxima representante, por ahora, del 'guardiolismo', ya poco antes de ascender a la presidencia de la Junta de esa Comunidad.

Vaya por delante mi máximo respeto a Extremadura, que es tierra representativa de muchos valores: espero que nadie tome este comentario como expresión despectiva hacia esos acuerdos locales que permiten, porque una legislación electoral desdichada no deja hacer otra cosa, gobernaciones entre extraños compañeros de cama; y el PP y Vox son bien extraños, como lo eran el PSOE y Unidas Podemos, o el socialismo navarro y Bildu. Y, sin embargo, ya ve usted: a la fuerza ahorcan.

Y esa regla general es la que permite que la 'popular' que hasta ayer que fuera llamada 'baronesa roja', por su firmeza rechazando cualquier pacto con Vox, ahora estuviese ahí, ante las cámaras inmisericordes, anunciando el pacto que le sirve para eso, para ser de verdad 'baronesa', aunque ya de roja solo tenga la cara avergonzada. Aquel cuarto de hora de protagonismo, que la subió a las nubes, se venga ahora arrastrándola por el polvo del duro camino. Ah, pero el sillón presidencial... Eso es lo que, para el 'guardiolismo' y cuantos lo fomentan, verdaderamente cuenta.

Sí, en España nos hemos acostumbrado a la falta de valor y de peso de la palabra de los políticos, y ya entenderá usted que ahora no hablo solamente de la señora Guardiola, que prometió no gobernar jamás con Vox y ahora gobernará gracias a una treta muy española: si la consejería de Agricultura es lo que impide la componenda, pues se crea una segunda consejería para Vox, paralela, de bosques y caza rural, por ejemplo, y arreglado, que total quien paga el pato de la duplicación es el contribuyente. Así le va a ir al campo extremeño, que va a ser escenario de múltiples batallas en las que el bienestar de los agricultores será lo que menos importe, claro.

Es a esa manera tramposa de arreglar los temas espinosos a lo que yo, desde ahora, llamaré 'guardiolismo'. Al elector se le distrae dando los gritos en un sitio y poniendo los huevos en otro, como esos pájaros que siempre sirven de ejemplo de la doblez. No sé, quizá me excedo en la comparación (no soy el único, en todo caso).

Pero que la extremeña pareja mal avenida, que para la foto se enseña los dientes en un remedo de sonrisa, compartiese este sábado portadas con la figura de Zelenski, que se reunió con un grupo de afortunados periodistas españoles que pudieron verle en Kiev, me pareció una especie de representación trágica de lo binaria que es la vida: el héroe que juró no abandonar el puesto en el que cada día su vida corre peligro frente al oportunismo de aferrarse al cargo y donde dije digo, digo Diego. O dogo. O daga. Lo importante, ya digo, es el puesto, la alfombra roja y el chófer. Y si no te gustan mis principios me los como con patatas, que por estos pagos el olvido madruga y mañana nadie se acordará de esto.

La política española ha visto ya demasiado en los últimos tiempos. Las encuestas dicen que los ciudadanos tienen pulsión y deseo de cambio, y sospecho que ello no se refiere solamente a mudar un rostro desgastado por otro, unas siglas por otras. Lo ocurrido en Extremadura, elogiado a la fuerza hoy solo por los entusiastas, es algo que no nos debería volver a pasar, porque el fin, hacerse con un pedazo de la tarta del poder, no justifica los medios, o sea, hacerles una cobra a tus electores. O así era hasta ahora, al menos.

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