Había renunciado a compartir mis opiniones y preocupaciones políticas públicamente, pero intentaré hacerlo a la desesperada. Me pregunto, ¿qué país es España? Tras la herencia de la Leyenda Negra y haber intercambiado países, archipiélagos e islas remotas por dinero y poder individual en siglos anteriores, ahora enfrentamos tratos de cesión con la monarquía dictatorial totalitaria de Marruecos. Este país ha construido la mayor frontera minada del mundo, ocupando ilegalmente el Sahara durante más de 40 años, y podría atacar Ceuta y Melilla en cualquier momento. Además, seguimos siendo el perrito faldero de nuestro histórico enemigo, Estados Unidos, y junto con Inglaterra, convertimos a España en el chiringuito de playa y burdel de la Unión Europea. Me pregunto, querido compatriota, ¿queda alguna esperanza? ¿Nos hemos traicionado tanto a nosotros mismos que ya no hay nada que hacer?

Aparte de estas fallas históricas, lo más trágico en mi opinión es el odio actual entre regiones. Al ver cómo la población, una nación mezclada genéticamente, contradice la excusa del gen nacionalista vasco y catalán. Grupos como Bildu y PNV, o Junts y ERC, que no condenan asesinatos de inocentes o atentan contra la libertad de expresión, rechazan a sus propios familiares de otras regiones.

¿Qué más da? La excusa sigue siendo Franco. Pero los que nos arriesgamos día a día pensando en tener una familia, ni siquiera numerosa, no vivimos esa época. Mis recuerdos de los 80 o 90 son de la movida madrileña y la ruta del bacalao, lejos de esa excusa barata de «¡fachas!». ¿Quién cree que con la libertad actual soportaríamos otra dictadura? La traca franquista no cabe en ningún recuerdo nostálgico de ninguna generación actual.

Entonces, Alvise, te pregunto sin rebujitos, ¿a qué hay que esperar y aguantar para conocer la realidad del país al que pertenecemos? Nos tiras puntadas, pero queremos el hilo. Los que contribuimos a este país nos esforzamos y arriesgamos, pero quiero saber si hay esperanza para luchar por la libertad y el bienestar de nuestros descendientes.

Ya no es cuestión de ser borbónico, carlista, republicano, monárquico, católico, evangelista, heterosexual, homosexual, o de estar a favor de privatizar o nacionalizar empresas, sino de apostar por nuestro futuro. Lo primero es solidificar una base para el futuro. La clave es el diálogo para atender las preferencias sociales de todos, pero con un rumbo unido y fuerte. Anteponiendo preferencias estrictamente individuales, cada uno tiene su derecho a opinar y votar libremente. Aún tengo esperanza de volver a crear lazos con nuestros primos hispanos y ser autosuficientes, sin ser la marioneta de nadie. ¿Hago bien en tener esperanza, Alvise, o ya es tarde? Si tienes información para ayudarnos a salir de esta situación, ¿a qué esperas?