27.04.2024 |
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Cuando las palabras son lágrimas

Manifestación de ayer por las calles de Madrid. / RICHARD ZUBELZU
Manifestación de ayer por las calles de Madrid. / RICHARD ZUBELZU
Cuando las palabras son lágrimas

Si las lágrimas pudieran sustituir a las manos para escribir, la crónica sería inmensa. En estos momentos, cuando el horror y el dolor preside buena parte del mundo, escribir es llorar. Llorar por los padres israelíes que han visto como los terroristas de Hamas han asesinado a sus hijos, como las madres palestinas no pueden dar agua y alimento a sus bebés por la negativa de Israel a dejar pasar los bienes necesarios para la supervivencia. Llorar por los que mueren en el mar huyendo de la miseria, llorar por las mujeres y niñas de Afaganistan que viven enterradas en vida. Llorar por un pueblo asolado como el ucraniano. Llorar por la pobreza y la injusticia que se ha instalado en buena parte del mundo, llorar, en fin, por un mundo que pudiendo ser un mundo justo, a día de hoy, ofrece un panorama que, en mi opinión, es desolador.

El detonante más próximo se inició cuando Hamas optó por practicar el terrorismo sin piedad contra judíos ensañándose con seres humanos, en ese momento, indefensos. Su crueldad quedará en los anales del horror y de la maldad de quienes sabían de antemano que semejante asalto iba a tener respuesta por parte de Israel. El judío es un pueblo siempre perseguido y contra el se cometió la atrocidad sin parangón del holocausto. Esa vivencia la llevan en su interior grabada a sangre y fuego.

Y sangre y fuego ha sido la respuesta israelí no a una guerra porque las guerras son entre estados, sino a un ataque terrorista cuyos integrantes se han hecho fuertes en Gaza sometiendo a sus ciudadanos hasta límites insoportables. Una organización terrorista que ha sido capaz de construir kilómetros de túneles en un espacio físico pequeño, significa que toda Gaza es por obra y gracia de Hamas un polvorín. Los integrantes de Hamas y sus avituallamientos mortales pueden estar en cualquier lugar.

Esto es algo incontestable e Israel lo sabe. Y sabe que tiene derecho a defenderse de quienes, por escrito, tienen como objetivo la desaparición de ese estado, el estado israeli que precisamente por ser un estado democrático de ninguna de las maneras puede emular los comportamientos terroristas, ni puede ni debe impedir la entrada de suministros para esos niños que necesitan beber y comer como los niños israelíes.

La resolución del conflicto que lleva décadas existiendo, sobre el papel, es la creación de dos estados soberanos. La idea no es nueva. Está aprobada desde hace muchos años pero ¿cómo va a haber dos estados cuando Hamas lo que quiere es acabar con los judíos? Crear dos estados significa que el estado israelí tiene derecho a serlo y eso los terroristas de Hamas no lo aceptarán nunca.

Son millones los ciudadanos que en todo el mundo salen a las calle para apoyar la causa palestina pero estos mismos son incapaces de portar pancartas condenando el terrorismo de Hamas. Unir, sin la más mínima distinción, la causa palestina al silencio sobre Hamas es condenar al sufrimiento a los propios palestinos, sufrimiento al que no es ajeno Israel pero de ninguna de las maneras el único responsable.

Ante los horrores del mundo lo primero que muere es la verdad pero a este horror hay añadir el horror que supone que la verdad no importe y la verdad no importa por los apriorismos que se convierten en consignas. Algo de eso está ocurriendo ante un conflicto que puede llevar al mundo al borde del abismo y ante ello las palabras se convierten en lágrimas .

Cuando las palabras son lágrimas
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