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Arturo Ros, un obispo que cree en Dios y en la gente

GRAFCVA6550. VALENCIA, 31/10/2023.-Arturo Pablo Ros, obispo auxiliar de Valencia desde 2016 ha sido nombrado por el papa Francisco nuevo obispo de Santander.En la imagen, durante las declaraciones que ha ofrecido en Valencia EFE/ Kai Forsterling
Arturo Pablo Ros ha sido nombrado por el papa Francisco nuevo obispo de Santander. / Kai Forsterling
Arturo Ros, un obispo que cree en Dios y en la gente

ARTURO Ros es muy humano, muy llano, muy sencillo, cualidades muy raras en nuestros sacerdotes y más entre nuestros Obispos. Es, aunque chirríe la expresión, de los que creen en Dios, y más en las personas. Expresivo, comunicador, relacionador, que tiende puentes, nada distante, accesible.

Es un ser normal, encantador, características difíciles de predicar y de encontrar en los clérigos, siempre tan suyos, tan empoderados, tan sobre todo lo divino y humano, tan poco conocedores de la realidad.

Consagrado Obispo, siguió siendo un cura de pueblo, a la manera del papa Francisco, nada distante, afable, cercano. Iba por la calle sin pectoral, o escondiéndoselo, no le gustaba autosepararse de la realidad de la gente, la que conoció muy bien al frente de Cáritas Diocesana de Valencia.

Un gran gestor, a la par que hombre de Dios. Poco amigo de las pompas, amante de la discreción, de la sencillez, de tener las puertas siempre abiertas, para nada excluyente, acogedor. No ha esperado nunca que fueran a él, salía al encuentro y quería con la fuerza de su corazón.

La Diócesis de Valencia no ha tenido mucha suerte con muchos de los Obispos con los que surtió a Valencia. Unos cuantos acabaron muy mal abandonaron o les obligó Roma a firmar su renuncia. No estuvieron a la altura de la dificulta o responsabilidad del cargo.

Con Arturo Ros se acertó desde un primer momento, al Espíritu Santo le dejaron en su caso revolotear como quiso, cosa que casi nunca ocurre. Y salió un hombre, muy humano, muy cordial, muy natural, para nada engolado y alejado, que es la pasta base indispensable para ejercer el oficio de Epíscopo, además del nutriente evangélico.

Ha tenido mucha suerte Santander con este pastor, con olor a ovejas, que les llega desde el Mediterráneo, desde lo entrañable de su pueblo, Vinalesa, a esta interesante Diócesis de Santander, donde además tiene la majestuosa Comillas, con sello de nobleza intelectual y eclesiástica, que tiene rotulada una de sus calles como la de Los Arzobispos.

Les llega un Obispo en el trato con el pueblo, con la gente, a la manera de Francisco, discreto, silencioso, buen gestor, próximo, amante del mar vibrante y de la montaña –la montaña de José María Pereda- con el ánimo de trabajar el campo, sembrar, que germine la semilla del Evangelio, siguiendo la estela de Isaías, y con las ganas vigorosas de Jeremías, seducido por Dios que le impulsa.

No he citado para nada en estas palabras curriculum alguno, le conozco de cerca, personalmente, y sobraría cualquier relato de méritos burocráticos. Me sobra, me conquista, sólo su actitud personal, su positivismo, su amabilidad, su sonrisa, su afabilidad, sus brazos siempre abiertos a los humanos, en los tiempos de bonanza y dificultad.

Enhorabuena al pueblo cántabro, creyente y no, y enhorabuena Arturo. Imagino al Espíritu Santo feliz, de enhorabuena, que en este caso le han dejado soplar a su aire, no como en otros nombramientos y destinos de Obispo, que acabaron descalabrados o descalabrando  a sus Iglesias locales. 

Arturo Ros, un obispo que cree en Dios y en la gente
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