La Unión Europea se enfrenta a momentos de incertidumbre en el ámbito automovilístico. Lo que anteriormente se consideraba como una transición segura hacia la electrificación del automóvil ha evolucionado hacia fórmulas alternativas, todas ellas dentro del marco de lo que la UE ha designado como vehículos cero emisiones.

Este término, "vehículos cero emisiones", utilizado por Bruselas dentro de la legislación de bajas emisiones que contemplaba la completa electrificación del automóvil para el año 2050, ha resultado ser lo suficientemente ambiguo como para permitir la inclusión de otras opciones. Alemania logró imponer la tesis de los combustibles sintéticos como una excepción viable, siempre y cuando demuestren que los coches alimentados por estos combustibles son efectivamente cero emisiones, una realidad que ya está en marcha.

Además, la UE está considerando la posibilidad de permitir combustibles de laboratorio y biocombustibles, promovidos principalmente por Italia, que están desarrollados a partir de materiales orgánicos de desecho, como residuos vegetales y algas, y también pueden ser considerados cero emisiones.

Dentro de esta categoría se encuentran los combustibles renovables que Repsol ya produce en España, utilizando residuos orgánicos como aceites de cocina usados o restos de cultivos. Estos combustibles ya están disponibles en más de cien estaciones de servicio de la marca, a un precio comparable al de los combustibles premium.

Sin embargo, la falta de acuerdo y la oposición de algunos países, principalmente los nórdicos, hacia este tipo de combustibles ha llevado a la UE a volver a tratar el tema. Además, con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, la UE está prácticamente atada de manos a la espera de la formación del nuevo Parlamento. El Partido Popular Europeo ya ha expresado su decisión de admitir este tipo de tecnologías si gobierna, lo que podría devolver a Europa a la primera línea del mundo del automóvil.