Mientras el conflicto en Ucrania sigue escalando en gravedad, una contradicción palpable surge en la política española. La ultraizquierda, representada por partidos como Podemos y Sumar, ha mostrado una notable falta de movilización contra las acciones de Rusia en Ucrania, a pesar de su histórico apoyo o simpatía hacia naciones como Rusia, Irán y China, a menudo consideradas parte de un "eje del mal" por críticos. Esta postura se torna aún más controversial a la luz de las recientes cifras que indican aproximadamente 42.000 civiles ucranianos muertos desde el inicio de la invasión rusa.

Esta aparente incoherencia se profundiza al considerar el apoyo de estos partidos hacia regímenes con tendencias autoritarias. Tanto Podemos como Sumar han sido criticados por su alineación con políticas de gobiernos que han sido acusados de violar derechos humanos y reprimir libertades fundamentales. Esta postura contrasta con su declarado compromiso con la defensa de los derechos humanos y la democracia.

La falta de una respuesta clara de la Casa Blanca y el Pentágono sobre las cifras de bajas en Ucrania no disminuye la urgencia de la situación. La ayuda militar de Estados Unidos y la capacitación de pilotos ucranianos en aviones F-16, así como el apoyo del Reino Unido a Ucrania, destacan los esfuerzos internacionales para contrarrestar la agresión rusa.

En este marco, es pertinente reflexionar sobre los males inherentes al comunismo, un sistema que históricamente ha sido asociado con regímenes autoritarios y violaciones de derechos humanos. A pesar de su ideal de igualdad y justicia social, en la práctica, el comunismo ha conducido a menudo a la centralización del poder, la supresión de la disidencia y la erosión de libertades individuales. Las experiencias de países como la Unión Soviética, China y Cuba han mostrado cómo el comunismo, en su forma autoritaria, puede llevar a la opresión y el sufrimiento de la población.

La posición de la ultraizquierda española, al no condenar activamente las acciones de Rusia en Ucrania y al mismo tiempo mostrar apoyo a países con gobiernos comunistas autoritarios, plantea serias dudas sobre su coherencia ideológica y su compromiso con los valores democráticos. Este silencio y aparente apoyo a regímenes autoritarios resalta la necesidad de un análisis crítico y profundo sobre los principios y prácticas del comunismo en el contexto contemporáneo.