26.04.2024 |
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Zamora vs Racing. Un día en la oficina

El Racing ganó al Zamora con la misma solvencia que había ganado al Bilbao Athletic l No sufrió y aprovechó las pocas ocasiones que tuvo para marcar l Sentenció el encuentro en los primeros minutos del segundo tiempo
Manu Justo, Harper, Jorrín y Camus. / rrc
Manu Justo, Harper, Jorrín y Camus. / rrc
Zamora vs Racing. Un día en la oficina

Levantarse a las siete, fichar a las ocho, media hora para el bocadillo y salir a las tres. A las cuatro en casa con otros tres puntos en el bolsillo. Pura rutina de oficina, así gana el Racing. Sus partidos resultan burocráticos, sin brillo pero efectivos, un montón de folios a un lado del escritorio que terminan al otro lado al acabar la jornada con un sello en cada uno de ellos. El equipo sabe lo que se hace. Es un profesional. Su trabajo no luce, pero nadie lo hace mejor. No sabe rimar, es incapaz de escribir en verso, pero redacta diez páginas del BOE en un par de horas.

Es así como camina: serio, directo, sin mirar a los lados y siguiendo una línea clara. El Racing ganó al Zamora como al Bilbao Athletic. No jugó bonito, pero sí jugó bien. El resultado fue excesivo porque marcó en las tres únicas oportunidades que tuvo, pero la victoria fue justa.

Ahora se puede abrir un debate sobre si el equipo que tuvo delante es tan poca cosa como pareció ayer o si fue el conjunto cántabro quien le hizo muy pequeño. Lo que sí quedaron confirmados fueron los problemas zamoranos con las áreas, que pusieron una alfombra roja a un equipo verdiblanco que no sufrió en las cercanías de su portería hasta el descuento y que resolvió el encuentro nada más comenzar el segundo tiempo aprovechando dos despistes en la retaguardia local. Juega el Racing con la solvencia de quien se sabe más duro que nadie. Es el chico de la moto. Aparece con palillo en la boca, barba de dos días y cara de enfado. No regala sonrisas. Pone en marcha el martillo y muy poco a poco lo va accionando sin permitir que nadie se le acerque y aprovechando la mínima chispa de luz que se les encienda a los de arriba o cualquier despiste del rival para asestar un duro golpe del que después al otro le cuesta reaccionar.

Y así ganó ayer. Bastó una acción a balón parado nada más comenzar el segundo tiempo para dejar medio noqueado a un Zamora que es un clamor de dudas. Poco después llegó el 0-2 tras un enorme centro de Simón Luca a la cabeza de un Manu Justo completamente solo en el segundo palo para que, directamente, se terminara el encuentro. Sobraron 35 minutos pero recibió premio quien se quedó hasta el final, ya que disfrutó de una enorme acción individual en carrera de Marco Camus. Si ante el Bilbao Athletic le había regalado un gol a Manu Justo, ayer hizo lo propio con Jack Harper. Sabe bien el santanderino cómo funciona esto. Se atrevió Fernández Romo a dar continuidad a Simón Luca. Buena idea. El cántabro estuvo soberbio.

No cometió errores atrás y sus aventuras ofensivas estuvieron cargadas de sentido. Como su carrera a los 55 minutos, cuando el cero a cero ya había quedado atrás después del gol de Manu Justo. Fue Fausto Tienza, el mismo que había abierto con un gran pase la puerta al 1-0 contra el Bilbao Athletic, quien vio al lateral izquierdo poner la quinta y avanzar por su carril como si de una locomotora Keyser se tratara. Que nadie se pusiera en medio. Lo intentó Benjamín Garay, el hermano pequeño de Ezequiel, pero el defensor verdiblanco fue capaz de sacar un centro perfecto a pesar de notar el aliento de su defensor encima. El balón se elevó y llegó al segundo palo, donde, de manera frustrante para David Movilla, el entrenador del Zamora, Manu Justo estaba completamente solo.

El gallego ha sumado un gol en cada uno de los dos partidos en los que ha estado castigado Cedric confirmando que, eminentemente, es un tipo de área. No fabrica goles él solo, pero mete al caldero las que tiene. Y eso vale mucho. Cierto es que lesión de Bobadilla se lo puso fácil al entrenador a la hora de dar continuidad a Simón Luca. No se atrevía con Isma López pero entendió que con el cántabro sí podía recuperar la pareja de centrales con la que soñó cuando confeccionó la plantilla en verano. Por fin volvió Satrústegui a su sitio y lo hizo para confirmar que es el mejor central del plantel. No sólo a la hora de defender, de enseñar su solidez defensiva, su experiencia y su velocidad, sino también a la hora de iniciar el juego. Con una pareja de medio centros por delante como Íñigo y Fausto Tienza, fue él quien se echó sobre sus hombros la responsabilidad de escribir la primera línea.

El navarro tuvo que coger el bolígrafo cuando le tocaba sacar a Parera de portería porque el Zamora quería evitar que el conjunto cántabro iniciara en corto, por lo que iba a la presión igualando en número a su oponente. Movilla sabía cuál iba a ser la respuesta del portero verdiblanco ante esta situación: coger la pelota y lanzara para arriba. A pelear. Ahí comenzaba el mareo. Porque lo cierto es que ninguno de los dos equipos se mostró demasiado ducho con la pelota.

La querían, pero no encontraban la manera de hacer camino con ella más allá de la línea de medios. Luque era quien más aparecía entre líneas en el Zamora pero lo máximo que produjo su equipo hasta el descuento fue un potente lanzamiento desde la esquina del área de Kepa Vieites a los 23 minutos que se fue cruzado. Parera se fue a descansar sin tener que intervenir, pero tampoco el portero local. Esto último sirve como buen resumen de lo sucedido durante los primeros 45 minutos, cuando el resultado se mantuvo igualado. De partida, el encuentro tuvo ritmo, el balón iba de aquí para allá con rapidez pero con poco sentido. Ninguno de los dos contendientes era capaz de dar pausa al juego para ofrecerle una mayor dosis de criterio. Ganaban las defensas porque tampoco nadie se atrevía a romper la rutina. En definitiva, era un guión habitualmente visto en los partidos del Racing, que tiene la capacidad de esperar su momento sin demasiada prisa. Es bien consciente de que nadie le va a entrar en casa a robar y, a partir de esa certeza, espera como buen cazador a que el otro cometa cualquier fallo para asestar su golpe. No le interesa dar quince, sino que le basta con uno bien dado.

No pisaron los hombres de Fernández Romo el acelerador hasta pasados los veinte minutos de juego. Se lo tomó con calma. Puro motor diesel. Fue entonces cuando empezaron a aparecer las bandas, cuando Bustos comenzó a intentarlo con más ahínco y cuando Soko por fin se encontró con espacio para ganar un duelo y centrar el balón con verdadero peligro. A punto estuvo de llegar el extremo asturiano al remate, pero siempre llegó un poco antes el defensa. Como cuando fue él mismo quien centró al primer palo buscando a Manu Justo y no llegó por medio segundo. Nadie estaba fino. Daba la sensación de que ambos estaban dejando las mejores ideas para el segundo tiempo, como si les sobrara el primero. Quizá por eso todo cambió nada más reanudarse el juego.

No tuvo Soko una tarde brillante, pero su sola presencia condiciona el juego del rival. Hace que el extremo de su banda tenga que ayudar a su lateral y que cuando se pone las pinturas de guerra y se lanza a la aventura sólo le puedan parar en una falta brusca como la que le hicieron a los 90 segundos de reanudarse la contienda tras el descanso. La sacó Borja Domínguez al corazón del área y allí apareció Fausto Tienza para, sin necesidad apenas de despegar los pies del suelo, rematar a gol con un académico giro de cuello. El balón se fue picado hacia la base del palo sin que nadie acertara a desviar su trayectoria. Fue un gol de los llamados psicológicos, pero lo cierto es que el Zamora está en una dinámica en la que cualquier golpe le duele más que al resto.

Parecía un peso pesado compartiendo ring con un peso gallo. Las manos de uno se perdían en el aire y las pocas que soltaba el grande dejaban al otro noqueado. Olió sangre el Racing y fue cuando acertó con ese 0-2, también de cabeza, para, definitivamente, matar el partido. Intentó reaccionar Movilla con un triple cambio con el que metió en escena a Hernández y Fernández. Como la pareja de policías secretos de Tintín. Y lo cierto es que ambos, sobre todo el primero de ellos, animó a su equipo en ataque, le dio un mayor dinamismo y, por qué no decirlo, incluso una mayor dosis de rabia y amor propio. Pero todo era impotencia. La defensa del Racing, sobre todo su pareja de centrales, estuvo enorme y miró a los atacantes rivales desde un pedestal. No hizo mucho más el Racing en ataque porque su objetivo pasó a ser el de conseguir que no sucediera nada. Incluso se permitió el lujo Fernández Romo de dar descanso total a Pablo Torre tras su intensa aventura internacional.

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