Íñigo Sainz-Maza, el capitán del Racing, personifica la esencia del amor por el equipo y la comunidad en la que creció. Desde sus primeros días pateando un balón en la plaza de su pueblo, Ampuero, hasta convertirse en el líder del equipo de sus sueños, ha llevado el brazalete con orgullo, incluso desde sus días en las categorías inferiores del club. Su ascenso desde el Atlético Perines hasta el primer equipo del Racing no fue solo un viaje deportivo, sino una narrativa de pasión y dedicación a los colores del equipo.

De hecho, Íñigo no se dejó deslumbrar por la fama ni por las tentaciones que ofrecían los lugares más lujosos de la región. A pesar de su condición de capitán, sigue viviendo en su querido Ampuero, mostrando así que su identidad está arraigada en sus raíces. Además, su compromiso con la educación lo llevó a graduarse como ingeniero químico, un logro impresionante que demuestra su dedicación tanto dentro como fuera del campo de juego.

El sábado pasado, en un gesto que refleja su integridad como líder y su preocupación por la comunidad, Íñigo mostró su faceta más auténtica. 

Después de ser sustituido en el descanso, no dudó en dirigirse al director del partido de LaLiga para cuestionar por qué el juego no se detuvo cuando un aficionado sufrió dos paradas cardíacas en la tribuna. A pesar de la intervención inmediata del médico del Racing, la situación parecía estar fuera de control. 

Íñigo, preocupado y actuando desde sus valores más profundos, buscó respuestas y justicia para el aficionado afectado. Sin embargo, su noble gesto fue castigado con una expulsión, una muestra de las complejidades que a veces enfrentan aquellos que buscan defender lo que creen correcto. 

En resumen, la historia de Íñigo Sainz-Maza va más allá del fútbol. Es un relato de pasión, integridad y lealtad, que ilustra el profundo vínculo entre un jugador y su equipo, así como su compromiso con la comunidad que los rodea. 

Su valiente acto en el estadio ese día no solo habla de su carácter como capitán, sino también de su compromiso con valores más elevados que trascienden el deporte.

«no estaba controlado». La falta de acción durante un evento tan alarmante como una emergencia médica en un estadio de fútbol ha provocado una justificada indignación en la comunidad futbolística, especialmente entre los seguidores del Racing de Santander. 

Durante el partido contra el Elche en El Sardinero, un aficionado sufrió dos paradas cardíacas en la tribuna Preferencia Sur, desencadenando una situación crítica que no fue abordada adecuadamente por el cuerpo arbitral. En medio de la confusión y la angustia, el médico del Racing, José Antonio Fernández-Dívar, conocido como doctor Dívar, se convirtió en un héroe silencioso al proporcionar asistencia inmediata al aficionado afectado. 

Como cirujano cardíaco experimentado, Dívar actuó con rapidez y profesionalismo para estabilizar la situación en la medida de lo posible, a pesar de las limitaciones evidentes en el lugar. Sin embargo, la controversia surgió cuando se determinó que el partido no se detendría, con el árbitro González Esteban afirmando que la situación estaba «controlada». 

Esta afirmación fue recibida con incredulidad por parte del doctor Dívar, quien señaló que aunque el paciente estaba siendo atendido por profesionales médicos, la situación aún no estaba bajo control completo.  La falta de una ambulancia y de la medicación adecuada para el paciente planteó serias preocupaciones sobre la gravedad de la situación y la necesidad de una intervención más decisiva. En sus declaraciones posteriores a la Cadena SER, el doctor Dívar expresó su sorpresa y preocupación por la respuesta inicial, destacando la importancia de revisar y mejorar los protocolos de emergencia en los estadios de fútbol para garantizar una respuesta más efectiva en el futuro. 

Además, hizo hincapié en un principio fundamental: la prioridad siempre debe ser la salud y el bienestar de los espectadores, por encima del juego en sí mismo.