27.04.2024 |
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Rozada sin fronteras

El asturiano se estrenó ayer en el banquillo del Racing tras haber cumplido su sanción

Rozada estuvo muy encima de Cedric, que no tuvo una buena tarde, sobre todo al inicio del partido. / HARDY
Rozada estuvo muy encima de Cedric, que no tuvo una buena tarde, sobre todo al inicio del partido. / HARDY
Rozada sin fronteras

Javi Rozada no es un lobo con piel de cordero, no es un entrenador que se transforme en cuanto el árbitro decreta el inicio de las hostilidades, una persona que dé la sensación de salir con la hucha del Domund cada mañana de domingo y de ser un tipo de enorme carácter por la tarde, cuando el balón echa a rodar. Porque transmite intensidad en todo lo que hace, no sólo cuando ejerce su profesión. Incluso en la manera de andar. Cuando habla públicamente, lo hace de manera precipitada, sin apenas espacio para tomar aíre, sabiendo bien lo que quiere decir y sin esconderse. Cuando toca decir que no le han gustado los jugadores, lo dice. Si no le ha gustado la disposición técnica que él mismo ha preparado, también lo dice. Y si no le gusta la pregunta que le hacen, también. En los entrenamientos, no tiene reparo en lanzar una bronca en público o incluso trasladar un mensaje a un futbolista a pesar de saber que está la prensa escuchándole. No tiene nada que esconder. Y menos aún tiene la opción de hacerlo cuando el campo está vacío y se oye todo. Hasta el silencio.

Rozada llegó al Racing para disfrutar del Racing, pero sólo lo va a poder hacer a medias. Justamente en el que fue su debut oficial en Los Campos de Sport, se prohibió la entrada. Incluso en los amistosos en los que sí pudo dirigir a su equipo había habido público, pero no ayer. Había arrastrado una sanción de la temporada pasada que le había impedido estar cerca de sus jugadores en los encuentros ante el Bilbao Athletic y el Portugalete y es posible que éstos lo agradecieran, ya que es de los que está muy encima, de los que abroncan y dice a los suyos a quienes deberían pasar. Es algo que muchas veces pasa desapercibido por el sonido ambiente, pero no ayer. Los pocos que estaban en el estadio tuvieron muy claro a quién estaba señalando el técnico ovetense cuando hablaba.

Los partidos a puerta cerrada cambian los protocolos. Por ejemplo, los entrenadores salen a seguir el calentamiento, algo que no suelen hacer por no aparecer en escena antes de tiempo y por dejarlo justo para el final. Es como si los jugadores fueran los teloneros y ellos las estrellas. Ayer, en cambio, tanto Iñaki Alonso como Javier Rozada se dejaron ver mientras sus hombres cogían temperatura. El vizcaíno se pasó ese tiempo charlando amigablemente con José María Amorrortu mientras que el asturiano se movía él solo a lo largo y ancho del terreno de juego, con la cabeza más baja que levantada, pensando en sus cosas, concentrado e intentando, probablemente, visualizar el partido como un saltador de pértiga hace con su salto justo antes de que se ponga el semáforo en verde.

Alonso tiene 52 años, pero es de la vieja escuela y sigue vistiendo en chándal. ¡Viva el entrenador en chándal! Rozada es de la tercera vía: ni traje ni ropa deportiva. No amenaza tampoco con convertir el área técnica en un pase de modelos a lo Iván Ania, sino que simplemente vistió un vaquero ceñido y una camisa verde. El modelo era repetido y ya lo había enseñado en pretemporada. Durante esa eterna fase de preparación y puesta a punto, ya había dado muestras de cómo  se movía en el banquillo, pero nada como ayer. Ayer se vio al verdadero Javier Rozada.

El técnico ovetense no entiende de áreas técnicas. Sigue más el partido dentro del campo, más allá de la línea lateral, que fuera. Lo vive tanto que da la sensación de que en cualquier momento salta a jugar y de que si pasa un balón a su lado lo va a chutar. No se corta en abroncar tras un error individual o una mala elección. Es, en definitiva, un entrenador que pide que sus futbolistas le entiendan y sepan que el tipo es así cuando el balón echa a rodar porque si choca con alguien con carácter pueden saltar chispas.

Con quien primero la tomó el entrenador asturiano fue con Cedric. Estuvo muy encima de él en el tramo inicial del encuentro porque parecían no tener el mismo criterio a la hora de salir o no a presionar. Es un signo preocupante porque transmite la sensación de que el equipo no tiene las ideas muy claras. Lo cierto es que Rozada vivió el arranque del encuentro de manera muy intensa y tensa, como si hubiera pasado de cero a ciento cuarenta en cuatro segundos. Muchos caballos tiene ese motor. Después explicó que también había algo de premeditado en ese comportamiento, ya que era consciente de que los jugadores no iban a tener encima la presión del público y ésta ha de llegar por otro lado para que den siempre un poco más.

Dio la impresión de tranquilizarse el ovetense una vez que su equipo enlazó dos jugadas seguidas y acabó marcando. Ahí respiró, pero el paso de los minutos le volvieron a preocupar. Se hizo evidente que su equipo no encontraba la manera de hacerse fuerte con balón. Había problemas para trasladar el esférico de la defensa al ataque, el equipo estaba demasiado largo y con mucha distancia entre quienes iniciaban y quienes tenían que terminar. Se lo quiso decir Matic a su manera, gestualmente, pero cuando se lanzó a decir algo así a su entrenador, éste se dio la vuelta. O no le vio o no le quiso ver. «Ya lo sé, leches, ya lo sé», le podía haber dicho.

Tiene a Rozada a su lado a Dorronsoro, que oficialmente es el entrenador de porteros pero ejerce también como ayudante. De hecho, fue él quien dirigió al Racing durante la sanción del ovetense. Vive también tan intensamente el encuentro que quien fue apercibido por el árbitro fue él y no el expreparador del Oviedo, que arrastra ya una reputación que, posiblemente, haga que comience todo partido con una advertencia. Le conocen y le vigilan. Sin embargo, ayer no se pudo quejar el trencilla navarro. Rozada estuvo muy encima de los suyos pero no del hombre de negro aunque tampoco tuvo éste especial protagonismo en la contienda.

Rozada y Dorronsoro se suman a la moda moderna de dejar a este último la responsabilidad de preparar la estrategia en las dos áreas. Cuando hay que sacar o defender una, el ovetense se queda a un lado y se levanta el cántabro. Ayer dio poco fruto. De hecho, el Alavés B estuvo a punto de marcar nada más comenzar el segundo tiempo al saque de un córner tras quedarse solo Sergi. No lo vio venir el estratega y fue Iván Crespo quien salvó la papeleta. Con todo, cerca estuvo el Racing de devolverla cuando, poco después, Pablo Torre, que ante la ausencia de Bustos y Cejudo fue el encargado de poner las acciones a balón parado, puso un centro que se fue hacia dentro con veneno hasta despejar el portero justo antes de que Figueras pudiera haber marcado a poco que le hubiera tocado un solo pelo. No entró, pero acabarían llegando el segundo y el tercero y eso, a buen seguro, permitió que Rozada terminara tranquilo el envite.

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