27.04.2024 |
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Sin al menos un portero cántabro, once años después

El Racing enlazó desde el 2010 en su primer equipo a Mario Fernández, Sotres, Óscar Santiago, Raúl Domínguez e Iván Crespo

Iván Crespo, agradeciendo a los aficionados el apoyo de estos en su despedida en el Racing. / HARDY
Iván Crespo, agradeciendo a los aficionados el apoyo de estos en su despedida en el Racing. / HARDY
Sin al menos un portero cántabro, once años después

El Racing había convertido en tradición en los últimos tiempos tener al menos un portero cántabro en el primer equipo. Sin embargo, esta próxima temporada no habrá ninguno, ya que se marchó Iván Crespo, que ha sido quien ha representado el cupo local en el último lustro, y será un guardameta mallorquín quien forme pareja con Lucas Díaz. Este último llegó en su día del oeste y el recién llegado lo hará del este. No habrá nadie del norte, algo que no sucedía desde la temporada 2009-2010, que fue la última vez que la portería racinguista estuvo defendida por dos forasteros: Toño y Colotorti. Una vez que se fue este último, asomó por fin Mario Fernández iniciando una saga que continuaron Dani Sotres, Óscar Santiago, Raúl Domínguez e Iván Crespo.

Lo cierto es que estos algo más de diez años con al menos un portero cántabro en el equipo dieron continuidad a casi una década anterior donde los de casa pasaron a un segundo plano. La retirada de José Ceballos en el curso 2002-2003 abrió un vacío que costó llenar. Siguieron años con protagonismo de Lemmens, Ricardo, Aouate y, sobre todo, Toño, que fue quien más se asentó defendiendo los intereses racinguistas bajo palos. Lo bueno fue que a la sombra de éste y de Coltorti, que fue quien más tiempo ejerció como su suplente, fue formándose Mario Fernández. Lo hizo bajo el manto de Pedro Alba, otro cántabro de los que, por otra parte, ya habían marcado época protegiendo la portería del Racing antes que Ceballos.

Mario Fernández fue por fin portero del primer equipo en la temporada 2010-11, en la que disputó ya un partido en Primera División. Más aún jugaría en la siguiente campaña, la última del equipo santanderino en la máxima categoría. Jugó trece encuentros, buena parte de ellos en el último tramo del campeonato, cuando ya todo estaba perdido y hubo muchos que se bajaron del barco. Entre ellos, el guardameta alicantino. El canterano lo aprovechó para confirmar todo lo bueno que había apuntado en los años anteriores y, cuando se consumó el descenso, todos en el club tenían claro que él debía ser el portero en Segunda División.

El Racing no fichó aquel verano a ningún portero porque no sólo lanzó una firme apuesta por Mario, sino que también promocionó a Dani Sotres sin apenas pasar por el filial. Por aquel entonces, era un prometedor portero que, en condiciones normales, tendría complicado asomar la cabeza porque tenía por encima a otro joven guardameta de la casa a quien se había tratado con mimo. Sin embargo, Paco Fernández apostó durante la primera mitad de la temporada por alternar a ambos en la titularidad con total normalidad e incluso naturalidad, lo que no resulta sencillo. Sin embargo, en el peor momento, durante un mes de enero en el que el club estuvo a nada de la liquidación, uno optó por marcharse y otro por quedarse.

El premio gordo lo tuvo quien se mantuvo al pie del cañón. Mario Fernández disfrutó de las mieles del ascenso a Segunda División y de todas las emociones acumuladas durante el plante, el partido del centenario y demás experiencias vividas en ese primer semestre del 2014. Al curso siguiente, fue también el portero titular del equipo de nuevo en la categoría de plata mientras Sotres se mantenía en el dique seco por un contencioso jurídico con el Recreativo de Huelva. Él fue el primero que reconoció que se había equivocado. Sobre todo, cuando volvió a casa para el curso 2015-16.

mal final. Antes, Mario había acabado mal su segunda experiencia en Segunda División, la que comenzó con Paco Fernández al frente y terminó con Pedro Munitis. El canterano había comenzado el curso con la competencia de Raúl Fernández Cavada, que, sobre todo, después destacaría en las filas del Mirandés y el Levante, con el que llegó a lograr el ascenso a Primera División. Con todo, el meta vasco se fue en el mercado invernal en busca de más minutos y llegó Germán Parreño, que es quien acabaría quitándole el sitio al cántabro.

Aquella fue la última campaña de Mario Fernández en su club de toda la vida, pero el Racing apostó para la siguiente temporada por otros dos cántabros: el citado Dani Sotres y Óscar Santiago, que volvían así a la disciplina racinguista. La titularidad la comenzó teniendo el primero, como era incluso lógico. El segundo de ellos había llegado con menos cartel y toda la vitola de suplente, pero tras un inicio de temporada calamitoso del primero, a Pedro Munitis, que seguía al frente del proyecto, no le quedó más remedio que trasladarle a la suplencia. Le aguantó lo que pudo pero, tras una mala actuación contra el Burgos de Ángel Viadero, fue Óscar Santiago quien se hizo con la titularidad. Y su llegada coincidió con el inicio de la remontada liguera que acabaría protagonizando el Racing. Firmó grandes actuaciones y completó buenos partidos granjeándose así el cariño y el respeto de la afición. Sin embargo, el equipo no consiguió su objetivo y al año siguiente hubo un cambio de ciclo y de proyecto total.

Llegó Ángel Viadero, que no sólo se encargó de entrenar al equipo, sino también de construir la plantilla. Y lo primero que hizo fue ocupar la portería con dos porteros de su total confianza y, para colmo, ambos cántabros. En seguida ató a Raúl Domínguez, con quien había estado a punto de ascender a Segunda División con el Sestao River. Además, reclutó a Iván Crespo, uno de los guardametas más reputados de la categoría y que venía de ser el menos goleado de Segunda B esa misma campaña. De esta manera, dio forma a una portería autóctona de garantías y que supo entenderse bien.

A Iván Crespo era difícil discutirle. Viadero le dio la Copa a Raúl, que también jugó en liga el partido anterior a cada eliminatoria copera. Lo mejor de todo fue que este último supo ser una pieza fundamental de aquel vestuario aportando muchas cosas desde la barrera a pesar de no ser un habitual. Sin embargo, después de dos campañas vestido de verdiblanco y a pesar de tener contrato en vigor, Chuti Molina decidió prescindir de él y despedirle tras aquella calamitosa campaña que tocó fondo en Zubieta. El director deportivo se quería quedar con el capitán pero quería a un portero sub 23 como suplente. Por eso fichó a Jagoba Zarraga. Paradójicamente, por mucho que su mayor mérito fuera su edad, le dio un contrato por cuatro temporadas que el Racing aún sigue pagando porque expira en el 2022.

Comenzó entonces el proyecto ganador de Iván Ania, que tuvo a Iván Crespo como figura incontestable. Éste logró por fin el ascenso que había venido a buscar y comenzó el verano con la plena confianza de tener una nueva oportunidad de asentarse en Segunda División, una asignatura que mantenía pendiente. Sin embargo, el Racing fichó a Luca Zidane, con quien ni siquiera pudo competir en igualdad de condiciones por culpa de una lesión en la pretemporada. El equipo verdiblanco de nuevo descendió y al capitán se le terminaba el contrato, pero Amorrortu y Pedro Menéndez decidieron renovarle por un año más. Como competencia, tendría a Lucas Díaz, que venía de defender la portería del Rayo Cantabria aunque no era canterano. Iván Crespo comenzó recuperando la titularidad pero, a pesar de su buena primera vuelta, una mala actuación contra el Real Unión le condenó a un segundo plano. El olvidable partido contra el Ebro en El Sardinero fue su despedida tras cinco años en el Racing.

Durante todo este tiempo, no ha habido ningún portero de la cantera que haya apretado por detrás o haya demandado una oportunidad. Al menos, no hay nadie a quien se le haya dado la confianza y de ahí que el actual cuerpo técnico ni se haya planteado echar mano de la cantera para completar la portería este año. A Lucas Díaz le queda un año más de contrato y Guillermo Fernández Romo quería otro de garantías que compitiera con él por la titularidad. No quería fichar un portero suplente. De hecho, la prioridad era Ramón Juan, que habría llegado con galones y con la total confianza del técnico tras dos años a sus órdenes, pero finalmente el club ató a Miquel Parera, que no deja de ser una incógnita porque nunca ha sido un portero con continuidad. Es un melón por abrir pero lo que ya ha quedado claro es que, por vez primera desde el curso 2009-10, no habrá un cántabro protegiendo la portería racinguista.

Sin al menos un portero cántabro, once años después
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