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Antonio Miró, el diseñador que sacó al hombre de su zona de confort

Lara Malvesí

Antonio Miró, el diseñador que sacó al hombre de su zona de confort

Lara Malvesí

Barcelona, 3 feb (EFE).- Cuando en 1992 hubo que encargar la tarea de diseñar el vestuario de las ceremonias de los Juegos Olímpicos de Barcelona, el mayor escaparate internacional para una capital catalana en pleno esplendor económico y de popularidad, no hubo duda de que Antonio Miró debía ser el elegido.

Nacido hace 74 años en Sabadell (Barcelona), una de las cunas de la industria textil catalana, terminó siendo referente del diseño de moda durante años gracias a un estilo sobrio, discreto y cómodo, con la que ellas y, especialmente ellos, podían sentirse bien vestidos, incluso innovadores, sin tener que salirse del color gris, necesariamente.

Miró, icono del estilo y el diseño barcelonés del menos es más, inició su andadura hacia el éxito en la moda con solo 20 años. La pasión por el diseño la heredó de su padre, quien trabajaba en sastrería, por la que él se dejaba caer.

Por fin, tras aprender el oficio, pudo abrir su propia tienda y unos años después, encumbrado por la aceptación de sus prendas, decidió bautizarla con su propio nombre, creando además una empresa que en la última etapa de su vida le supuso más penas que alegrías.

Sus décadas de mayor gloria fueron los 80 y 90. En 1988 le otorgaron el Premio Cristóbal Balenciaga, el 'pope' de la moda, y más tarde le llegó el Laus.

También le llegó el reconocimiento internacional al desfilar en las pasarelas más importantes del mundo, como Nueva York, París o Milán.

Su fórmula: los hombres se sentían a la vez cómodos y atrevidos con sus trajes, pues Miró permitía a sus clientes sentirse "modernos" en el vestir sin olvidar el "seny", sin verse fuera de lugar.

"Arriesgar en sastrería masculina es muy difícil, porque las reglas son muy claras y los patrones muy clásicos, pero él lo consiguió", ha explicado otro diseñador catalán de referencia, Custo Dalmau, en conversación con Efe.

En la época económica boyante para el diseñador y su firma, se decidió a expandir el negocio más allá de los trajes hasta los complementos e incluso la ropa del hogar. Un camino que tomaron otras firmas patrias como Agatha Ruiz de la Prada, con un estilo a las antípodas de la paleta de color mironiana.

Haciendo gala de su carácter vanguardista e innovador, Miró, poco amigo de seguir las reglas establecidas, siquiera en la arena compartida de las semanas de la moda, fue el primer diseñador que se atrevió a subir a la pasarela a modelos no profesionales.

Su relación con la pasarela Gaudí fue de amor-odio y en 2008 decidió cambiar el escaparate local por la madrileña Cibeles al considerar que no tenía el apoyo que merecía en Barcelona por parte de la Generalitat.

Más tarde, criticó la pasarela 080 Fashion Week catalana porque a su juicio era una "aberración" que la administración quisiera centrar sus esfuerzos solamente en la promoción de nuevos diseñadores, dejando a un lado, según él, a los consolidados.

El pasado mes de diciembre la firma Antonio Miró entró en concurso de acreedores. Hacía años, sin embargo, que el diseñador se había desvinculado de la empresa, e incluso llegó a protagonizar una dura batalla judicial para evitar que los nuevos dueños, que confiaron las últimas colecciones al director creativo Albert Vilagrassa, usaran su imagen.

Icono de la moda barcelonesa, Miró, bon vivant, declaraba a menudo en las entrevistas que la gastronomía era otra de sus grandes pasiones junto al cine y la literatura. "Sed de mal" de Orson Welles y "A sangre fría", de Truman Capote, era mencionadas como favoritas y obras inspiradoras. Historias de épocas mitificadas que ya quedaron atrás, como la Barcelona de hombres a la moda vestidos por Antonio Miró. EFE

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