03.05.2024 |
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El Racing juega contra su pasado

Jugadores del Racing celebrando la victoria sobre el Málaga. / laliga
Jugadores del Racing celebrando la victoria sobre el Málaga. / laliga
El Racing juega contra su pasado

El Racing jugó el pasado domingo contra un zombie, contra un rival que estaba entre la vida y la muerte, un no muerto, un villano al que apenas le quedaba un rastro de humanidad y que estaba perdido entre dos mundos, un ser que suele acabar mal. Este tipo de personajes acostumbran a ser los más carismáticos, los únicos que continúan ahí en todas las películas de la saga, pero acaban apaleados, castigados, encerrados en ese sótano de oscuridad al que cae un equipo de fútbol con la historia y la masa social del Málaga cuando es expulsado del fútbol profesional. El Racing lo sabe bien. Por eso se sintió identificado cuando, terminada la contienda, le miró a sus ojos vidriosos, pero en La Rosaleda sólo podía quedar uno. No había espacio para la piedad.

Todo racinguista sabe lo que están sufriendo el Málaga y sus aficionados. A Noé le van a hablar de la lluvia. Lo ha vivido mil veces en la última década. De ahí que la experiencia vivida en La Rosaleda el pasado fin de semana se corresponda a lo que Jason Zinoman llamó ‘terror de incertidumbre’ en su necesario ensayo ‘Sesión sangrienta’, en el que habla sobre el terror moderno, aquel que en la década de los setenta inició un tiempo nuevo. Directores como Roman Polanski, John Carpenter, Wes Craven o Brian de Palma dejaron de lado los vampiros y los lincántropos para poner en primer plano una violencia nihilista que aprovechaban para hablar del lado oscuro de la familia tradicional o para poner en primer plano incómodos retratos del mundo moderno.

Del mismo modo que el Málaga antes del partido ante el Racing o los propios zombies son personajes que vivían en un espacio indeterminado e indefinido entre la vida y la muerte, aparecen ahora nuevos villanos convertidos hoy en clásicos que tampoco encuentran su sitio y que deambulan entre el trauma que arrastran y el dolor que generan. Se trata de asesinos como Michael Myers (‘Halloween’), Leatherface (‘La matanza de Texas’) o Jason Voorhees (‘Viernes 13’), tipos que lo mismo quieren saciar su ánimo de venganza que refugiarse en la culpa que les consume. Sobreviven en una indefinición constante potenciada por su inexpresividad, por la dificultad de conocer su rostro y su origen desconocido. Cabe la posibilidad de que algún día fueran gente normal como nosotros y es ahí donde aparece ese llamado ‘terror de incertidumbre’. El Racing bien podía ser el Málaga y por eso había que escapar. El conjunto cántabro fue en el repleto coliseo malagueño la llamada ‘final girl’, la última superviviente, la que protagoniza el combate final contra ese ser perdido de motivaciones extrañas. Tuvo que escapar de la agonía de su rival, que era bien consciente de que sólo le valía la victoria para seguir respirando. Y para eso necesitaba acabar con el Racing. No había término medio. Y fue de cara, con machete, con una sierra eléctrica, con un guante repleto de cuchillas a lo Freddy Krueger, el ser maligno de ‘Pesadilla en Elm Street’. Porque todos ellos son villanos, pero también son los más carismáticos. De otra manera, el Málaga no podría haber colgado el ‘no hay billetes’ el pasado domingo. Se trata de un equipo que hace no demasiado tiempo estaba jugando una semifinal de Liga de Campeones pero que ahora, en cambio, va de cabeza hacia el agujero negro.

En la necesidad del conjunto andaluz estuvo su mayor penitencia. Como esos personajes malignos de todas esas películas que se agruparon en un género al que llamaron ‘Slasher’, no dejó de caminar hacia delante. Lo suelen hacer de manera lenta, sin correr, pero constante. Por eso el Málaga apareció con decisión, metiendo al Racing en su campo, avanzando con la certeza de que en algún momento iba a acorralar a la víctima porque, de hecho, durante todo el primer tiempo fue fabricando de manera pausada pero constante acercamientos y ocasiones de gol. Sabía que llegaría el momento de asestar su puñalada y lo hizo a falta de ocho minutos para el descanso, cuando Rubén Castro disfrutó de una ocasión de las que él nunca ha perdonado. Pero lo hizo. Falló y no se lo podía permitir. Quien escapa una vez del asesino es quien suele acabar con vida.

Las víctimas en este tipo de películas que no han dejado de surgir desde hace más de cuarenta años con otras sagas como ‘Scream’ o ‘Sé lo que hicisteis el último verano’ suelen ser mujeres jóvenes, blancas, guapas y pertenecientes a una clase media – alta. Quizá sólo ‘’Candyman’ se cuela en la zona pobre y marginal de la ciudad. De este modo, la muerte de todas estas chicas suele conllevar la alternación de un mundo conocido que consideramos seguro e intalterable. Como aquel en el que pensaba que estaba el Málaga o en el que estaba el Racing hace una década. A ambos les llegó un supuesto dinero del golfo pérsico que, lejos de salvarle, le hundió en la miseria.

La muerte de los pocos chicos a los que matan suele ser más rápida. Con las chicas hay un cierto regodeo, se las deja sufrir más porque se las hace ver como personajes más frágiles con los que el espectador se puede sentir más vinculado o identificado. De hecho, las ‘final girl’, a las que se hace sufrir hasta el sadismo como precio a pagar por su supervivencia, suelen ser las chicas buenas, las que no manifiestan su sexualidad. Hay ahí una reacción. Como en ‘It follows’, la obra de David Robert Mitchell, en la que un espectro imparable acosa a un adolescente en concreto hasta que, a partir de una relación sexual, traspasa ese mal y hace que persiga a quien ha sido su amante. El pecado original.

Ese personaje perdido en mitad de ningún sitio, ni en este mundo ni el de más allá pero con capacidad de matar, no se detiene ante nada. Correr no suele servir para demasiado. El Racing intentó frenarle a base de una buena defensa y de provocarle algún susto puntual en las pocas ocasiones en las que pasó la línea de medios pero no se envalentonó de verdad hasta que ese asesino sin alma se quedó sin un miembro. A menudo, en plena batalla final, ese ser maligno puede quedar herido, pero se levanta y sigue actuando como si no hubiera sucedido nada. Y así siguió el Málaga. Sabía que sólo le valía ganar y por eso no soltó el cuchillo y se retiró a curarse las heridas. No podía aplazar la batalla.

Lo más normal habría sido que el conjunto andaluz se replegara y, como tantas veces ha pasado en esta liga, el partido con uno de los dos equipos en inferioridad acabara en tablas. Pero era un lujo insuficiente para el Málaga, que cogió su arma y siguió avanzando. Necesitaba marcar, acabar con el Racing, conseguir que no quedara nadie y eso también le desprotegió. Se la tenía que jugar y dejó más espacios que aprovechó el conjunto cántabro, la ‘final girl’, para herirle de muerte. Se puede pensar que le mató pero a estos personajes nunca se les mata. Gustan tanto que suelen resucitar. Su mirada no se apaga del todo. A ver cómo, si no, sigue el Racing vivo. Todo por lo que está pasando su rival del domingo ya lo pasó él.

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