03.05.2024 |
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R. FERROL 1-1 RACING.

Empate paradójico

El RAcing dejó pasar en Ferrol una buena oportunidad para conseguir su primera victoria a domicilio  e perjudicó que su rival se quedara con uno menos a falta de media hora porque, a partir de ahí, enseñó todas sus costuras

Soko, rodeado de dos contrarios. / rcf
Soko, rodeado de dos contrarios. / rcf
Empate paradójico

Pocas sensaciones hay más frustrantes que pasar desapercibido sin desearlo, asistir a una fiesta en la que no existes para nadie o que en la boda de tu primo te toque una mesa en la que te hacen el vacío. Dar la sensación, en definitiva, de que todo estaría transcurriendo de la misma manera aunque tú no estuvieras allí. Ser un cero a la izquierda, un fantasma, Ringo Starr o el cuarto hermano Marx de quien nadie se acuerda. Todos los futbolistas del Racing debieron abandonar con esa sensación A Malata, ya que jugaron durante media hora con un futbolista más sin que éste se hiciera notar. Fue como si hubieran jugado diez contra diez, por lo que siempre hubo un espectro sobre el terreno de juego incapaz de conseguir que se notara su presencia. Ni un tiro entre palos, ni un acercamiento peligroso, ninguna sensación de poder aprovechar las favorables circunstancias que se le habían presentado al equipo de Romo. Como en Las Gaunas o en Vigo, podía haber estado jugando otros cincuenta minutos y el resultado habría sido el mismo. Y eso es inquietante.

La misión del Racing en cuanto el colegiado enseñó la cartulina roja a Viacava por doble amarilla debería haber sido hacer evidente que jugaba con uno más, pero no lo pareció. Es más, dio la impresión de que al conjunto cántabro le perjudicó. Puede resultar paradójico, pero le hizo polvo que su rival se quedara con diez y no le quedara más remedio que realizar un repliegue intensivo en su campo para defender el empate a uno que en ese momento dibujaba el marcador. Retrasó líneas, se reforzó en la retaguardia y jugó a lo que juegan los que acuden con armas blancas a la guerra: a que no pasara nada en el campo de batalla. Y lo logró. Un éxito para los de Cristóbal y un fiasco para los de Romo. Al menos, en teoría.

El Racing no tiene fútbol suficiente como para derribar una muralla como la que levantó su tocayo de Ferrol. Menos aún, si cuatro minutos después de quedarse con uno más e iniciarse el nuevo partido, el entrenador saca a Pablo Torre del terreno de juego. Es posible que lo hiciera por una cuestión física, ya que el de Soto de la Marina estuvo muy participativo en el primer tiempo, sobre todo en el arranque del encuentro, pero lo cierto es que sin él no suena la música más allá de la línea de medios. Lo intentó contrarrestar metiendo a Borja Domínguez por Fausto Tienza, que ayer volvió al once inicial, y es cierto que a partir de ahí mejoró el conjunto cántabro, pero no le dio para meter el miedo en el cuerpo al bando ferrolano, que jugó demasiado cómodo durante toda la contienda. Sólo una genialidad de Bustos le hizo arquear la ceja en 95 minutos.

Aquel que dijo que el fútbol es un estado de ánimo quizá sólo se quiso gustar y soltar una frase llamativa que no significara nada; un simple homenaje a Paulo Coelho, pero tenía razón. Ayer hubo diferentes partidos en función de los golpes recibidos por cada uno y, por lo tanto, de su situación mental. Comenzó mejor el Racing pero a los 26 minutos recibió un gol de David Rodríguez, ese futbolista que se enemistó con el fútbol en Santander pero que ayer marcó uno de esos tantos que ha marcado en todos los equipos por los que ha pasado menos en el cántabro. Los hombres de Fernández Romo encajaron muy mal el golpe, como si hubiera sido un directo a la mandíbula que le hubiera dejado a punto de caer a la lona. No hizo nada en los siguientes veinte minutos en los que el equipo gallego pudo haberse echado sobre el césped a sestear. Sin embargo, un golpe mágico de Bustos en la última acción del primer tiempo niveló la contienda y en el arranque del segundo tiempo fueron los ferrolanos los que parecieron idos. Estuvo mejor el bando santanderino pero no sacó provecho alguno de su dominio, que poco a poco volvió a pasar a los locales hasta que apareció la cartulina roja. Quedaba media hora por delante pero, a partir de ahí, directamente ya no hubo partido.

Viacava había sido amonestado en los primeros compases del encuentro por realizar dos faltas prácticamente consecutivas y vio la segunda por una falta sobre Íñigo que no venía a cuento. La cartulina roja sonó a música celestial en el banquillo de Fernández Romo, que vio una oportunidad de oro para sumar su primera victoria a domicilio, pero se tuvo que conformar con su primer punto. No hay manera de que este equipo enlace dos victorias consecutivas.

Un disparo lejano de Borja Domínguez que se fue alto fue lo único que fue capaz de producir en ataque el Racing en esa media hora que jugó con un hombre más. Incluso el equipo local sumó más a los puntos al hacer al menos trabajar a Lucas Díaz tras una veloz contra del recién entrado Chacón que culminó con un zurdazo raso que atajó el meta. Cristóbal pobló su retaguardia con un quinto central, acercó líneas y jugó a que se jugara lo menos posible. Y un repliegue así daña de manera tremenda a los hombres de Fernández Romo, que sufren cuando han de elaborar y buscar espacios por donde parece no haberlos. Fue en ese momento cuando más habría necesitado el técnico a Pablo Torre o, en su defecto, a Sergio Marcos, pero no estaban. Al primero le quitó y el segundo estaba lesionado. Y faltó ritmo, faltaron ideas, faltó profundidad por banda y faltó llevar el balón a los dos delanteros que en ese momento tenía el equipo. No hubo música con la que bailar.

Apostó el técnico madrileño por las individualidades de Marco Camus, que contó con quince minutos. También entró Isma López pero esta vez para jugar en el lateral, por lo que Satrústegui acabó el encuentro en su puesto natural para que ayudar a iniciar la posesión, la cual le regaló el Racing de Ferrol. Lo intentó Manu Justo, lo intentaron Soko, Unai Medina y el citado Camus, pero nada acabó bien. Lo peor es que Cedric volvió a ser un futbolista desasistido, apenas entró en contacto con el balón en todo el encuentro y se fue, como el fin de semana pasado, sin poder ni tan siquiera rematar a portería. Un desperdicio.

El Racing había comenzado bien, con la intención de buscar el área rival y rifando menos el balón que en sus últimas apariciones. Apostó el técnico por una sala de máquinas formada por Fausto Tienza e Íñigo Sainz Maza, que en apariciones anteriores habían transmitido la sensación de dar forma a un fútbol plano, sin capacidad de superar líneas y de mirar hacia delante. A buen seguro que su entrenador lo sabía y por eso se vio a Pablo Torre bajando constantemente a recibir la pelota para iniciar el juego. Y al equipo le sentaba bien. Le costaba terminar jugadas y sólo lo hizo con dos remates fallidos de Bustos, pero el partido no pintaba mal del todo. Fue un primer cuarto de encuentro sin un dueño claro, con dos equipos que se estudiaban bien, más bien reservones, que no querían fallar y que invitaban al contrario a presionar con la esperanza de que corriera el aire en su defensa. Costó encontrar espacios y el primero que lo logró fue el equipo gallego.

Su gol fue una jugada de tiralíneas, de escuadra y cartabón. Fue la obra de tres buenos futbolistas, de dos exracinguistas como Héber y Dani Rodríguez y de otro, el gran Joselu, a quien el Racing quiso al menos durante dos mercados estivales sin conseguir ficharle. El conjunto ferrolano comenzó la acción desde su propio campo, donde podía tocar sin ansiedad porque la presión marcada por Fernández Romo regalaba los primeros metros a su contrincante.  El balón llegó a Joselu en zona de tres cuartos, lo controló y se lo cedió a Héber, que avanzó en moto por su banda izquierda aprovechando el hueco que había generado la retaguardia cántabra. Cogió la espalda a Unai Medina y éste no recibió, ni de largo, la ayuda de Soko. Así que el extremo ferrolano se coló en el área y metió la pelota rasa al corazón del área, donde la vio venir Mantilla. El cántabro concluyó que sólo había que esperarla para sacarla con un buen pelotazo de ahí, pero antes de armar su pierna vio cómo Dani Rodríguez metía la puntera para enviar el cuero al segundo palo y sorprender a todos. Ha marcado un millón de goles así.

Aquello hizo un daño tremendo al Racing, que dejó de jugar y de buscar. El equipo ferrolano vivió muy cómodo a partir de ese momento. Quizá le faltó mordiente, valentía o simplemente ambición para haber hurgado en la herida. Porque no volvió a aparecer el conjunto cántabro hasta un ataque de rabia que le entró a Fausto Tienza, que saltó a la presión en campo rival para robar la pelota, sorprender a la defensa gallega y meterse en el área. Fue una acción de fe y fortaleza que terminó con una asistencia a la que no llegó Pablo Torre para rematar por segundos. Aquello parecía ser sólo una mancha local en un tramo final de primer tiempo que se dirigía directamente al cementerio, pero consiguió despertar al de Soto de la Marina, que, con el tiempo ya cumplido, provocó una falta cercana al área rival.

La posición parecía reclamar a un diestro y por eso se colocó Pablo Torre, pero en el Racing las faltas las lanza Álvaro Bustos. Y es normal porque siempre está cerca del gol. Ni sabe las veces que ha golpeado al palo en acciones semejantes. Y ayer volvió a dar, pero después el balón se fue para dentro. Había superado a la barrera por alto buscando la madera y ajustando tanto que generó la rendición del portero.

Si el gol del Racing de Ferrol había dejado tocado a su tocayo, el de este último también dejó desorientado al primero, al que le costó entrar al segundo tiempo. Y cuando lo hizo, se quedó con un hombre menos, por lo que pasó a tener claro qué tenía que hacer a partir de ese momento. Apostó por un buen repliegue ante el que pocos argumentos tenía el equipo santanderino. Es fácil anularle aunque el precio a pagar también es alto.

Empate paradójico
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