02.05.2024 |
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Festival que alimenta

El Racing se reencontró consigo mismo para conseguir un solvente triunfo ante un Albacete al que pasó por encima en los decisivos primeros 20 minutos de encuentro | Los cambios introducidos por José Alberto funcionaron y resultaron decisivos | Íñigo Vicente sí acertó desde el punto de penalti
Jugadores del Racing celebrando un gol. / AC
Jugadores del Racing celebrando un gol. / AC
Festival que alimenta

Necesitaba el Racing vencer y convencer, confirmar que no se le había olvidado cuáles eran sus mejores virtudes, cómo se ganan los partidos. Necesitaba, en definitiva, un partido como el de ayer, en el que comenzó pasando por encima de su rival, en el que marcó cuatro goles que pudieron ser más y en el que se reencontró con la victoria. Qué bien supo, qué tranquilidad. Que Ponferradina y Leganés hagan hoy lo que les dé la gana porque al racinguista le da igual. Su equipo ha vuelto. Y ahí radica la mayor tranquilidad.

La puesta en escena del Racing fue perfecta, a la altura del principio de ‘Sed de mal’. Fue el inicio soñado por todo entrenador, la traslación a la realidad de su sueño más húmedo. José Alberto dispuso de veinte minutos para sentirse el rey de la baraja, un estratega a la altura de Napoleón. Todo lo que planteó le salió bien y los jugadores que había introducido como novedad en el once inicial funcionaron a la perfección y resultaron decisivos. Pocas satisfacciones hay mayores que comprobar que todo lo trazado en la pizarra se plasma después en el terreno de juego.

Y fue precisamente eso lo que sucedió. Y lo mejor es que ese tremendo dominio que mantuvo el conjunto cántabro en ese primer tramo de partido se tradujo en un 2-0. No siempre se rentabiliza la superioridad y el equipo verdiblanco lo consiguió, lo que ya le puso las cosas a favor. En sólo minuto y medio de encuentro, el Racing ya había robado dos balones en campo contrario. En tres, dispuso de una triple ocasión que, en condiciones normales, debería haber subido al marcador y en cinco se produjo un peligroso remate de Juergen que hizo que el balón se marchara lamiendo la madera. Todo era cuestión de tiempo.

José Alberto no se pasó la semana lanzando un farol, sino que de verdad tenía en mente colocar al colombiano como media punta. Jugó ahí al inicio de curso y resultó intrascendente, pero él confiaba en su libreta y en las precisiones tácticas que le permitieran resultar decisivo. Y lo fue. Encontró espacio entre líneas y se asoció como lo hizo en el gran gol que abrió la noche. Se juntó con Arturo, que entró también de inicio en banda derecha, y éste con Íñigo Vicente para que su pase de la muerte lo rematara Baturina.

Fue un gol de escuadra y cartabón convertido en recompensa al buen trabajo realizado, pero la fiesta no acabó ahí. Apenas unos segundos después, otra vez Arturo arrancó desde prácticamente la línea de medio campo para, en la frontal, ejecutar un duro disparo que despejó el portero con la mala fortuna de que le cayó a Saúl, que remató con dureza al primer palo para marcar su primer gol en diez años. Aquello olía a festival, a pódium de discoteca de polígono.

La presencia de Saúl ahí no fue casualidad, ya que los laterales por fin volvieron a ser protagonistas. Por la derecha jugó Unai Medina, que tuvo siempre una invitación a subir aprovechando que Arturo primero y Juergen después, ya que acabó pegado a la cal, se metían para dentro para buscar superioridades. Las bandas por fin volvieron a ser buenos argumentos ofensivos y especialmente significativo fue lo que sucedió en el minuto once, cuando centró el lateral izquierdo y remato alto el derecho.

Eran minutos de dominio absoluto, de un Racing que apareció con dos velocidades más que su rival y un Albacete incapaz de jugar como quería. Sólo una primera aparición de Dubasin a los trece minutos cargada de una calidad tremenda a la que respondió Parera le dio presencia en el área cántabra, pero fue poco después cuando llegó el vendaval del conjunto cántabro que le puso con dos goles de renta.

Lo mejor fue que el Racing no dio la impresión de conformarse con el 2-0, sino que intentó seguir jugando igual, con su presión adelantada, generando superioridades y, sobre todo, llegando y culminando jugadas, pero poco a poco fue rebajando su ímpetu. Lógico. Aquello era inaguantable. Eso lo aprovechó el Albacete para ganar terreno y acumular más minutos cerca de los dominios de Parera. Cuatro minutos antes de que acortara distancias, Fuster tiró de varita mágica para lanzar un aviso. Habría sido un gol muy diferente del que acabaría marcando Olaetxea, que fue un cúmulo de desgracias: un centro de Riki tras un córner en corto fue mal despejado por Saúl. El balón rebotó en Germán y lo acabó empujando para dentro quien, en definitiva, es uno de los jugadores clave del Albacete.

Tan clave que empezó, como siempre, actuando de medio centro o central en función de si su equipo tenía el balón o no y que terminó de lateral derecho después de que su entrenador realizara un triple cambio en el descanso. Similar fue la historia de Juergen, que comenzó como media punta y terminó en banda derecha. El propio José Alberto había avisado, casi sin venir a cuento, que podía jugar ahí. Ahora ya se sabe por qué.

El técnico del equipo manchego tuvo que reaccionar porque el Racing volvió a aumentar la ventaja en el eterno descuento de ocho minutos que decretó el colegiado en el primer tiempo. Parecía excesivo, pero al conjunto cántabro le vino bien porque se encontró con el tercer penalti en tres partidos. Fue por mano tras el saque de un córner y lo lanzó de manera brillante Íñigo Vicente. No se podían fallar más.

Juergen se amoldó a la banda derecha porque los buenos tienen herramientas para todo, pero su equipo le echó de menos. No le sentó bien que el colombiano se alejara del área de influencia del juego, de la carretera por la que suele transitar el balón. Fue así como el Albacete se fue haciendo dueño del juego. Le costó porque el Racing incluso estuvo cerca de anotar en un puñado de minutos calientes con una llegada de Fausto Tienza y un remate durísimo de Rubén, pero el encuentro no se pudo resistir al destino más lógico.

José Alberto rectificó con la entrada de Mantilla, lo que colocó a Medina de interior y a Juergen de nuevo por dentro. Y el Racing logró que el balón le durara más e incluso logró poner la guinda a la noche con un gran gol de Matheus, que había entrado a la hora de partido. Había rematado dos veces en jugadas muy similares a la que subió el cuarto tanto, ganando la espalda y rematando a la primera, de donde fuera. Su zurdazo aún mantiene temblando la red del fondo norte.

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