07.05.2024 |
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RACING 0-1 OVIEDO

A falta del gol para arrancar

El Racing encajó desde el punto de penalti su tercera derrota consecutiva | Sigue sin ver portería y sin sumar puntos | Ayer tampoco mereció perder y al menos generó ocasiones claras, pero sigue sin ver puerta

Íñigo volvió a ser ayer el líder del medio campo racinguista. / RRC
Íñigo volvió a ser ayer el líder del medio campo racinguista. / RRC
A falta del gol para arrancar

El Racing ni suma ni marca. No avanza. Progresa en algunas facetas y ayer estuvo más cerca del gol que en sus dos apariciones anteriores, pero no vio puerta. Tampoco el Oviedo exigió demasiado a Parera, pero se aprovechó de las bondades del VAR para ejecutar un penalti que, hasta que no aparecieron las cámaras, había quedado escondido. De nuevo recibió el conjunto cántabro un golpe mayor del que mereció porque lo justo es que anoche se hubiera ido a la cama con al menos un punto, pero sigue el rosco en el contador. Se le hace de noche cada vez que se acerca al área. Ayer incluso de manera prácticamente literal porque el encuentro terminó casi a oscuras a pesar de hacerlo lejos de la hora bruja. Apenas hubo un par de focos por torreta funcionando, por lo que al club le salvó que había salido un día soleado. El ridículo institucional e incluso municipal pudo haber sido de órdago, pero la penumbra que dominó el estadio al menos sirvió como metáfora perfecta de la situación del equipo, al que le siguen faltando luces cuando llega al área rival.

Y a punto estuvo de encontrar una bombilla cuando ya pocos creían. El trencilla descontó nueve minutos y a falta de tres para el final definitivo la tuvo Cedric, que había aparecido en el segundo tiempo. El africano, siempre coreado por los suyos y que apareció en el campo con ganas de comerse el mundo, ganó la espalda a la defensa aprovechando un gran pase en profundidad, pero falló el duelo ante el portero. La tocó ligeramente con la derecha para que, al final, Nadal abortara el intentó racinguista por cambiar la pobre dinámica que lleva el equipo.

Duele caer sin merecerlo. Es una sensación extraña para el Racing de Romo, que no sabía lo que era perder en casa, tampoco qué se sentía al encajar dos derrotas consecutivas y ahora incluso sabe a qué sabe encajar tres. Y tiene por delante dos desplazamientos consecutivos, por lo que el panorama se antoja complicado para un equipo que, por encima de todo, precisa de alguien arriba con un cuchillo lo suficientemente grande como para hacer daño. Ayer el conjunto cántabro llegó pero no remató. Lo normal es que hubiera sido él quien se adelantara en el marcador, pero una vez más fue el otro quien lo hizo. Y, como bien sabe Fernández Romo porque lo ha repetido en las últimas semanas, eso vale mucho. Lo marca todo. Como contra el Granada y el Villarreal B, tuvo oportunidades de empatar pero la sensación generalizada era de derrota. Hasta esa última de Cedric, los diez minutos anteriores carecieron incluso de fe.

Apostó Fernández Romo por el mismo once que comenzó la temporada contra el Villarreal B con el único cambio de Marco Camus por Arturo. Es decir, que el santanderino jugó por la derecha para dejarle la izquierda a Íñigo Vicente. Los dos extremos jugaron a pierna cambiada y eso marca. Da unas cosas y quita otras. Por ejemplo, la capacidad de servir buenos centros a unos puntas generalmente desasistidos. Al menos, quizá la mejor noticia del encuentro fue la aparición por fin del futbolista de Derio, que lideró el ataque de los suyos en el segundo tiempo. Sobre todo, cuando movió ficha el entrenador del Racing.

Y lo hizo de una manera interesante para reaccionar al gol de Borja Bastón desde el punto de penalti. Hizo coincidir a Cedric con Matheus para dibujar lo que parecía un claro 4-1-1 con Juergen en el medio campo en sustitución de Fausto Tienza. Los dos pivotes, tanto el extremeño como Íñigo, habían visto amarilla y era consciente el técnico de que necesitaba un pelotero en la sala de máquinas para que surgieran ideas. La pareja habitual se había comido de partida al medio campo rival pero estaba condicionado por las amonestaciones y, sobre todo, por el resultado. Y el colombiano, a quien se le vio especialmente inspirado, peligroso y hambriento en los primeros veinte minutos de encuentro, estuvo bien en la zona ancha. Es más medio centro que media punta. Movió la pelota e hizo jugar a los compañeros, pero cada vez fue habiendo menos gasolina.

Lo más normal es que hubiera sido el propio Juergen quien, a los diez minutos, hubiera marcado el primer gol del Racing de la temporada como guinda a un gran arranque de partido. Porque la puesta en escena del conjunto cántabro fue muy buena, jugando constantemente en el campo ovetense sin permitir que el equipo rival saliera de medio campo. Sólo lo hizo a partir de un contragolpe aprovechando que los jugadores verdiblancos se habían quedado congelados pidiendo una mano dentro del área. Era el segundo penalti que pedían en apenas siete minutos, pero no hubo suerte. Tampoco cuando Juergen lanzó una falta provocada por él mismo, que mostró una mayor intención e inquietud de mirar con hambre los dominios contrarios que en sus anteriores participaciones. Romo descubrió el viernes que se lo había pedido y el jugador cumplió órdenes. Él mismo se encargó de ejecutar el lanzamiento a balón parado y su zurdazo, bien colocado y por encima de la barrera, se estampó contra el larguero. El rechace lo recogió Vicente y obligó al portero a lucirse para evitar el gol local.

Lo malo fue que, lejos de servir esa doble oportunidad para dar aún más moral al Racing al percibir que por fin su dominio se traducía en verdaderas ocasiones, sirvió para dar vida al Oviedo. La utilizó como despertador y se inclinó el campo hacia el lado opuesto al que estaba. Y en sólo tres minutos desde el cambio de tendencia, puso en serios apuros a la defensa verdiblanca. Hugo Rama sacó en corto un córner para que Abel Bretones centrara alto y hacia el segundo palo, como le gusta hacer Juergen. Y la pelota llegó hasta Rodri Tarín, el lateral derecho que estaba por allí buscando migajas. Remató de cabeza con medio gol ya en el bolsillo pero Miquel Parera salió con todo para que se le hiciera de noche al rematador. Fue como una araña en busca de su presa, insalvable para la víctima.

Quien la tuvo de verdad apenas cuatro minutos después fue Borja Bastón. El delantero no las suele fallar. Se mascaba la tragedia. El goleador carbayón le ganó la espalda a Rubén Alves y se encontró con Parera como último obstáculo. Tenía la pelota plácida a su pierna buena y con todo el segundo palo para él. Y hacia allí apuntó. Su toque sutil buscó cruzar al máximo el disparo pero le fallaron la escuadra y el cartabón por pocos centímetros. Es algo que le sucedería de nuevo a un minuto para el final, cuando el conjunto cántabro se había quedado con diez (otra vez) por una lesión de Satrústegui y los compañeros de éste estaban volcados al ataque. Una falta mal sacada por Dani Fernández fue hacia Alfon, que era el último hombre, y éste se la regaló al temible ariete azulón. Fue otro mano a mano que, una vez más, quiso ejecutar cruzando el cuero, pero también falló.

A pesar de salir con los pies por delante en dos duelos al amanecer, el ‘nueve’ ovetense se marchó con un gol. Como hizo la semana pasada. Y ambos han sido desde el punto de penalti. Todo lo fuerte que se siente atrás el Oviedo se convierte en dudas arriba porque también le cuesta marcar. Como el Racing, no lo ha hecho aún en jugada y ayer se sirvió de una pena máxima que, en verdad, no había visto nadie. No la protestó ningún futbolista y sólo quedó al descubierto después de que Miquel Parera sacara de puerta, que fue cuando mandó parar el colegiado. Primero estuvo esperando y después se fue a verlo. Mala señal. Y vio lo que cuesta ver. Lo que no vio nadie. Es probable que ni el propio árbitro, pero no quiso contrariar al hombre de VAR. Se supone que Unai Medina habría derribado, tras lanzarse al suelo, a Tarín, pero cuesta apreciar algo punible ahí. Sin embargo, el balón entró para dentro. Fuerte, raso y al centro. Pasó cerca de los pies de Parera, pero éste ya se había tirado y, por lo tanto, ya estaba vencido.

El partido fue un intercambio de golpes antes y después del gol. Ambos equipos llegaron al descanso vivos de milagro pero el Racing parecía mejor y más fuerte. Ganaba los duelos y Tienza e Íñigo se volvieron a hacer gigantes, por lo que Bolo respondió con tres cambios. Con decisión. Quizá lo normal habría sido que el conjunto cántabro se hubiera adelantado por fin, pero no termina de acertar en la diana. A la media hora la volvió a tener Juergen con un zurdazo desde dentro del área tras una arrancada de Camus y cinco minutos más tarde fue Íñigo Vicente quien, tras acomodarse el balón a su pierna buena dentro del área, quiso colocar y no acertó por bien poco.

Suena a excusa de pobre, pero lo cierto es que al Racing no le sale nada de cara. Todo cruz. Porque ayer también volvió a terminar con diez y, además de salir perjudicado por la primera aparición del VAR del curso, el árbitro no se atrevió a expulsar a Borja Sánchez después de derribar de manera consecutiva a Unai Medina. Le enseñó la amarilla en la primera pero en la segunda, cerca del área y con el lateral a punto de mandar un misil como el que envió al larguero de Los Cármenes, le faltó valor al trencilla. El medio centro ovetense se habría ido a la calle en cosa de dos minutos, pero el juez prefirió mirar hacia otro lado.

Entró Mboula y por vez primera hubo alguien con mordiente y profundidad por la derecha. Dio muestras de lo que puede hacer. También de que Cedric tiene más ganas que nadie y que él solo es capaz de encender a toda la afición, pero con eso no basta. El Racing da la impresión de que evoluciona favorablemente pero todavía le falta para ganar partidos. Sobre todo, le falta gol. Sin eso no hay nada.

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