05.05.2024 |
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Los banquillos de lujo del Racing

Romo sentó a dos extremos izquierdos como Bustos y Camus contra Unionistas y en Valladolid sacrificó a Pablo Torre | Es difícil ver a otros equipos dejando en la suplencia a su futbolista más talentoso

Pablo Torre, en La Albericia. / Hardy
Pablo Torre, en La Albericia. / Hardy
Los banquillos de lujo del Racing

Cuando, por encima de todo, un equipo aparece en el terreno de juego con la idea principal de mantener su portería a cero y confiar en que se le encienda la luz a algún jugador de ataque le sobra un futbolista como Pablo Torre. Fue ese el plan que tan bien le salió al Racing contra el Bilbao Athletic y el Zamora, por ejemplo. Sin jugar nada bonito, sí jugó bien y le salió el plan perfecto. Fernández Romo apostó por tener mucha presencia por dentro, mucha pierna y mucho pulmón, y, de esta manera, apenas pasó apuros en esos dos encuentros ante equipos en posiciones de descenso. Jugó a pequeño pero ganó. Y lo hizo sin la perla de Soto de la Marina porque estaba concentrado con la selección sub 19. Visto lo visto en Valladolid, incluso le vino bien al técnico para poner en práctica su idea sin que nadie le echara en cara haber sacrificado a su mejor futbolista.

Que un equipo como el Racing deje en el banquillo a Pablo Torre para jugar en el campo de un equipo que ha estado en puestos de descenso desde el primer día es como si el Athletic sacrificara a Muniain, la Real Sociedad a Oyarzabal, el Celta a Iago Aspas o el Betis a Canales. A nadie se le pasaría por la cabeza que cualquiera de ellos pasara a ser suplente sin haber ningún condicionante de por medio como una acumulación de partidos o unas molestias físicas. En el caso del cántabro no había nada, pero Fernández Romo decidió colocar a Borja Domínguez, un hombre de su entera confianza, por delante de Íñigo y Fausto Tienza.

Un centro del campo formado por estos dos últimos jugadores deja bien claro que la intención del equipo no va a ser intentar tener el balón más que el rival, sino sentirse fuerte y protegido atrás. Conseguir, en definitiva, que no pase nada en campo propio para que, a partir de ahí, los que jueguen por delante puedan actuar con mayor libertad. Si, además, es Borja Domínguez quien completa la sala de máquinas, el séptimo de caballería ya está completo. Es una apuesta que es posible que tenga que ver con la total confianza que el entrenador tiene en Fausto Tienza y en Borja Domínguez, con quienes mantiene una relación profesional y futbolística desde hace muchos años, pero también con su idea futbolística. Por encima de todo, quiere no encajar.

Al técnico le habría salido a la perfección si no se hubiera dado cuenta a partir de la tercera jornada de que Íñigo es una pieza fundamental en el centro del campo. Es el que consigue que todo engrase porque cualquier otra pareja que se ha formado entre Tienza, Borja Domínguez y Sergio Marcos ha dado lugar a un fútbol pastoso y poco dinámico. Una vez que llegó a la conclusión de que el de Ampuero tenía que estar, se le complicó el asunto.

Las primeras apariciones de Tienza no habían sido buenas y, por lo tanto, durante varias semanas se dio continuidad al doble pivote formado por Íñigo y Borja Domínguez con Pablo Torre en la media punta. Sin embargo, cuando la ausencia de este último por sus compromisos internacionales y por el posterior descanso que le dio el entrenador permitió a Tienza jugar con cierta continuidad, demostró su valía. Por eso Fernández Romo se vio en un problema cuando la semana pasada tuvo a su disposición a todos los centrocampistas. Necesitaba sacrificar a alguien y se tomó el lujo de sacrificar a Pablo Torre.

El Racing ya había dado muestras durante toda la temporada de que cuando no estaba el de Soto de la Marina, su fútbol se atascaba. No tenía capacidad de generar con balón. Es una carencia que, sobre todo, sale a la luz con el marcador en contra, ya que es cuando el conjunto cántabro se ve obligado a dar un paso hacia delante con la posesión. No le hizo falta ni contra el Bilbao Athletic ni contra el Zamora pero sí en Valladolid. Jugando al cero a cero, uno está a expensas de sufrir accidentes como ese penalti que se inventó el árbitro mediado el primer tiempo y que lo pone todo cuesta arriba. Sobre todo, cuando hay que cambiar sobre la marcha y cuando, de pronto, la prioridad ya no es dejar la portería a cero, sino remontar.

La semana anterior, Fernández Romo ya se había dado el lujo de dejar en el banquillo a dos extremos de los que les gustaría disponer a buena parte de los entrenadores de la categoría, como Bustos y Camus, para poner en una banda a su mejor medio centro. En Valladolid fue Pablo Torre quien empezó sentado. Es un jugador que incluso cuando no está bien, como había sucedido ocho días antes contra Unionistas, es capaz de dar una asistencia perfecta para que Pol Moreno empatara el encuentro. Con él, pueden pasar cosas. Sin él, es más complicado.

Fue Quique Setién quien, en la última junta de accionistas, recordó que al racinguista le gusta ir a Los Campos de Sport a ver a jugadores como Pablo Torre. Por eso hay que cuidarlos. Es un futbolista que ya podría estar prácticamente en el club que le diera la gana y que ha preferido quedarse en el Racing. Y lo que ve es que nunca le han permitido acabar un partido, que es el primer sustituido y que en Valladolid se quedó incluso en el banquillo.

El técnico tuvo que echar mano de él en el descanso para que intentara arreglar el desaguisado tras haber desperdiciado todo el primer tiempo sin haber tocado apenas el área rival. Son muchos los canteranos que miran a Pablo Torre y su trayectoria y lo que vieron el pasado domingo es que, sin razón aparente, incluso él, con el talento que tiene, puede perder su sitio en favor de uno de los futbolistas fichados por el entrenador. Cuesta creer que si el Racing hubiera fichado de fuera a un jugador con la calidad y la progresión del cántabro hubiera comenzado en el banquillo.

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