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El Diario de Cantabria

BOXEO

La rodilla de ‘Maravilla’

Fue el calvario que vivió tras una operación días después de su victoria ante Chávez lo que inició su retirada del boxeo 

El boxeador argentino Sergio ‘Maravilla’ Martínez, que ha estado seis años apartado de los cuadriláteros, prepara estos días su vuelta al ring para el próximo 21 de agosto en Torrelavega (Cantabria), adonde ya ha trasladado su campo de entrenamiento. Martínez, con un récord profesional de 51 victorias -28 KO-, y dos derrotas, se enfrentará al español José Miguel ‘El Traumatólogo’ Fandiño. La contienda está pactada a diez asaltos y en la categoría de peso medio. El púgil, de 45 años, se encuentra ya en la ciudad cántabra entrenando con su preparador Tinín Rodríguez en el gimnasio Kronk, centro de operaciones del boxeador español Sergio García, actual Campeón de Europa del peso Wélter.-EFE/Pedro Puente Hoyos
El boxeador argentino Sergio 'Maravilla'’ Martínez, preparándose para guantear en el Kronk, donde ha estado entrenando.-EFE/Pedro Puente Hoyos
La rodilla de ‘Maravilla’

Cuando ‘Maravilla’ Martínez volvió al vestuario tras ganar a Julio César Chávez Jr. y consultó su teléfono móvil, tenía 1.060 llamadas perdidas. Tras perder ante Cotto sólo dos años después, sólo tenía cuatro: una de un número desconocido y tres de su madre. Pocas anécdotas ilustran tan bien cuántos amigos hay en el cielo y qué pocos en el infierno y qué rápido se pasa de uno a otro cuando se habla de boxeo. Aquella recordada pelea ante el ídolo mexicano, al que dio una lección pugilística como nunca nadie antes le había dado, fue el inicio del fin. Tocó el cielo pero apenas unos días después comenzó el calvario. Pasó por el quirófano para operarse la rodilla y, a partir de ahí, ya no fue el mismo, ya que el ‘Maravilla’ que se despidió en el Madison Square Garden en el 2014 no era el ‘Maravilla’ que todos conocían. Algo no iba bien. No disfrutaba y se notaba. Quizá por eso se quedó con una espina clavada, con la sensación de no haber puesto un digno final a su carrera. Quizá por eso vuelva a subirse al ring mañana en Torrelavega.

Tras aquella operación, la rodilla se infectó y quedó invadida por una bacteria. El mensaje que le trasladaron entonces los médicos fue tremendo. Le tenían que amputar la pierna en doce horas o, si no, en 24 se moriría, ya que la infección podía llegar al corazón y ahí ya no habría nada que hacer. Estuvo a nada de quedarse sin pierna pero, por alguna extraña razón que incluso los médicos desconocieron, la infección se detuvo. No avanzó. Aún así, dijeron que debía someterse a una tercera operación y él se negó. «Déjenme a mí, que yo me encargo», les respondió.

La rodilla se le puso como un cuádriceps de gorda pero él mismo la drenó para intentar sacar el líquido sinovial de la pierna. Sin embargo, ésta se le empezó a poner negra, el dolor fue tremendo y tuvo que echar mano de corticoides e incluso inyectarse morfina para hacer más llevadero el sufrimiento. Sus experiencias con el quirófano no habían sido buenas y no quería volver, por lo que siguió con esa labor de drenaje que, al final, resulto efectiva. En verdad, ni él mismo ni los médicos fueron capaces de afirmar que había sido esto lo que le había salvado, pero el caso fue que la infección había desaparecido.

Lo malo es que con la bacteria había se había ido la mejor versión pugilística de ‘Maravilla’ Martínez. No volvió a ser el mismo tras ese pozo al que había caído con una rodilla que no le impedía pero sí le condicionaba

Tras tocar techo y sólo 224 días después de ese combate en Las Vegas, metió a 55.000 personas en un estadio de Vélez para medirse al británico Martin Murray. No es fácil llenar un estadio entero y alguien que lo consiguió porque era un auténtico ídolo de masas en Argentina ha elegido Torrelavega para probarse a sí mismo y confirmar si, como él dice, está ante el principio de algo bonito o bien ante el final de algo bonito.

En aquel combate en su país ya no fue ‘Maravilla’. Su elegancia y su movimiento de piernas ya no fueron las mismas. Ganó pero no brilló. Fue el anuncio de lo que sucedería en ese combate ante Cotto, al que acudió sin ilusión. El calvario pasado con la rodilla, pasarse semanas en la cama si moverse o verse a sí mismo prácticamente inmovilizado sólo 35 días después de ganar a Chávez se convirtieron en una losa que le impidió medirse de verdad a quien sería, hasta el día de mañana, su último rival.

Los médicos le dijeron en aquella ocasión que la bacteria había desaparecido, pero sólo estaba dormida. Lo estuvo mientras anunciaba su retirada, se convertía en actor de monólogos, empresario de éxito, actor y promotor. La vida le iba bien, su trayectoria como boxeador parecía ser cosa del pasado de manera definitiva y llegó a alcanzar los cien kilos. Pero volvió de nuevo la pesadilla con esa rodilla que casi le amputan hace algo más de dos años. No sabía ya ni qué hacer con ella hasta que acudió a las aguas termales de Catamaca que resultaron milagrosas.

Estuvo durante horas saliendo y entrando de las mismas hasta que, a eso de las seis, el dolor se calmó de manera absoluta. Hacía mucho tiempo que no sentía esa paz y, entre el subidón compartido con amigos, lanzó aquello de ‘ojo, que vuelvo’. Parecía una broma pero lo cierto es que él quería plantearse un desafío. La otra alternativa que tenía en mente era subir a la Aconcagua, que no es poca cosa, pero sus amigos le conocen bien. Un día, mientras viajaba en coche con uno de los buenos le dijo:

«Miénteme si quieres, pero mírate al espejo y mira los ojos que pones cuando hablas de volver a boxear y compáralos con los que pones cuando hablas de subir a la Aconcagua». No hizo falta decir más. Era 2018 y ya había decidido volver a boxear.

EL MEJOR. Sólo esa decisión ya generó una enorme expectación. Sus más allegados le dijeron que creían que no iba a llegar a la meta porque algo le iba a pasar por el camino, pero eso, lejos de amilanarle, le motivó aún más. Nunca le han regalado nada y nunca ha aceptado un no por respuesta. La primera vez que peleó en Estados Unidos tras ganarse la oportunidad brillando en su país lo hizo, de golpe y porrazo, en Las Vegas, donde encajó su primera derrota y decepcionó porque no estuvo a la altura de Antonio Margarito, lo que hizo que poco después decidiera prácticamente comenzar de cero en España, donde no le conocía nadie. Se afincó en Alovera, provincia de Guadalajara, y contactó con Gabi Sarmiento y Sánchez Atocha porque encontró su teléfono en un papel olvidado al final del bolsillo que alguien le había dado.

Poco a poco, fue haciendo carrera conquistando suelo británico sabiendo que podía ser su puerta de entrada hacia una nueva oportunidad en Estados Unidos. Él creía que se la había ganado y tuvo la fortuna de llamar la atención de Óscar de la Hoya y su promotora ‘Golden Boy’, que le cruzó con el peligroso Óscar ‘La Fiera’ Román, que se presentó con 24 KOs en 27 victorias con sólo dos derrotas. El envite fue en Houston y ganó ‘Maravilla’ apuntándose, de esta manera, como candidato para los grandes combates.

Sin embargo, éstos se le resistieron. No le llegaron las oportunidades de dar el salto definitivo y tuvo que tirar de paciencia. De hecho, por el camino vio cómo incluso le faltaban al respeto con aquel combate ante Kermit Cintrón que acabó en nulo cuando debía haber sido una victoria por KO. Aquella ya era la defensa de un mundial interino y puso fin a una racha de 28 victorias consecutivas, lo que continuó después con una derrota ante Paul Williams (37-1). Sin embargo, fue después de ésta cuando le llegó la oportunidad de pelear por el Campeonato del Mundo del peso medio contra Kelly Pavlik. Parecía que le llevaban a perder y ganó. Después, superó por KO al propio Williams en lo que fue su primera defensa y la revancha de su última derrota. Todo fueron campeonatos del mundo a partir de ahí acabando con los invictos de Dzinziruk, Barker o el propio Julio César Chávez Jr. Fue nombrado boxeador del año en el 2010 y el tercer mejor libra por libra sólo por detrás de mitos como Paquiao y Myweather.

La leyenda ya la tiene escrita, pero él vuelve. Y no lo hace por dinero, sino que se lo toma como una aventura y un reto que no sabe a dónde le llevará. Puede acabarse mañana mismo en Torrelavega o continuar más allá. No dependerá sólo del resultado, sino de sus propias sensaciones sobre el ring. Quiere disfrutar y no sentir lo que sintió en sus dos últimos combates. Lo hará seis años después de su despedida en el Madison Square Garden y a la espera de comprobar si sigue siendo ese boxeador de defensa baja y rostro de rebajas que siempre fue porque, ante todo, tenía un dominio absoluto del sentido de la distancia que provocaba una tremenda impotencia en sus rivales. El suyo era un boxeo muy particular, bonito y atractivo que, posiblemente, haya tenido que reciclar con el paso de los años. O no. En El Malecón se verá.

La rodilla de ‘Maravilla’
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