La situación en la Franja de Gaza alcanza un punto crítico con el anuncio de Israel de una inminente ofensiva terrestre en Rafah, el último bastión de los gazatíes. Esta medida, ordenada por el primer ministro Benjamin Netanyahu, busca neutralizar a Hamás pero ha desatado una ola de críticas internacionales, especialmente de Estados Unidos y la ONU.

El presidente estadounidense, principal aliado de Israel, ha condenado enérgicamente la campaña militar en Gaza, calificándola de "exagerada". Las diferencias entre ambos países son cada vez más evidentes, con el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU., John Kirby, advirtiendo que no apoyarán una operación militar en Rafah por considerarla un "desastre".

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, también ha expresado su preocupación, señalando que una operación militar israelí solo empeoraría la crisis humanitaria y tendría consecuencias regionales incalculables.

El gobierno israelí, sin embargo, ha hecho caso omiso a estas advertencias, subrayando la necesidad de intensificar la presión militar sobre Hamás. Netanyahu ha rechazado una contrapropuesta de tregua presentada por Hamás y ha instado al Ejército israelí a "destruir metódicamente a Hamás" para garantizar la seguridad de Israel.

Mientras tanto, la comunidad internacional advierte sobre las catastróficas consecuencias humanitarias de una ofensiva en Rafah. Organizaciones como el Consejo Noruego para los Refugiados y el Comité Internacional de Rescate han alertado sobre el empeoramiento de la situación, con enfermedades y hambruna afectando a la población desplazada.

El conflicto en Gaza, que ya ha cobrado la vida de casi 28.000 personas según datos del Ministerio de Salud de Hamás, parece estar lejos de llegar a una solución pacífica. La decisión de Israel de llevar a cabo una ofensiva terrestre en Rafah podría agravar aún más la crisis y profundizar las divisiones tanto a nivel nacional como internacional.