05.05.2024 |
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Una jugada de diván

Cedric, corriendo hacia el portero tras superar a la defensa del Amorebieta en el minuto cuarenta. / hardy
Cedric, corriendo hacia el portero tras superar a la defensa del Amorebieta en el minuto cuarenta. / hardy
Una jugada de diván

La frustración que genera el Racing queda bien personalizada en la impotencia que transmite Cedric, que fue el fichaje que más ilusión generó el pasado verano. Todo el mundo esperaba disfrutar de aquel futbolista que había deslumbrado en Fuenlabrada, pero no llegó ese jugador, sino otro diferente. Se llama igual y tiene su mismo aspecto, pero es distinto. No hay otra explicación posible. Ayer fue él quien protagonizó la jugada que mejor ilustró la situación de todo el equipo, una situación que invita a la preocupación y a la contratación de una sesión intensiva de ejercicios espirituales para ver si así los jugadores del Racing se encuentran a sí mismos, ven la luz y se caen del caballo.

Ninguno de los futbolistas contratados expresamente pare la actual temporada está rindiendo a un nivel cercano al esperado. Están lejos de ello. Les reclutaron para dar un plus a lo que ya había en la casa pero apenas están sumando. Son los que ya estaban quienes más tiran del carro. Y cuesta explicar el porqué, ya que todos ellos tenían ya una reputación importante en la categoría. A excepción de Soko y Balboa, que todo apunta a que se van a quedar como otros dos recuerdos exóticos de la historia del club, eran jugadores de esos que no se discuten. Cedric era uno de esos, claro. ¿Quién no iba a querer a Cedric?

El jugador de origen africano comenzó en banda izquierda el partido anterior por capricho del nuevo entrenador, que quería ser más listo que nadie y encontrar oro en la calle Alta. Fue un fiasco, pero en el segundo tiempo ejerció como delantero centro bien apegado al área y aquello ya salió mejor. Incluso marcó un gol y, con dicho gol, soñaba con remontar el vuelo y volver a ser él mismo, pero ayer volvió de nuevo al agujero. No le sale nada pero tampoco intenta gran cosa. Es uno de esos futbolistas agarrotados por la presión, uno de esos que se han encontrado en un contexto que obliga a llevar una carga con la que no todos pueden. De hecho, ninguno de los fichados el pasado verano está demostrando poder con ella.

El  mal de Cedric quedó acreditado a los cuarenta minutos. Fue una jugada de diván, de esas que resumen todo un partido y de las que ilustran un estado de ánimo. La acción comenzó a partir de lo que amenazaba con ser un desastre total para el Racing, ya que Cejudo perdió un balón en la frontal de su área que pareció una invitación al desastre y a poner la puntilla a todo el proyecto. Sin embargo, el balón salió rebotado y lo logró despejar la retaguardia verdiblanca con tanta fortuna que se convirtió en un pase tremendo hacia el delantero de ascendencia africana. El regalo le llegó incluso con la espalda ganada a los defensores. Los únicos dos que había estaban muy cerca, pero si de algo presumió siempre él fue de velocidad incluso trasladando la pelota.

Había mucho verde por delante. Quizá demasiado, pero no para el Cedric bueno. Sonaba Bailando con lobos, se ponía el sol tras las montañas nevadas de Cantabria. Tocaba correr. Todo parecía estar dispuesto para un duelo entre el delantero y el portero, pero éste no se dio. Para empezar, porque este último se cayó al suelo cuando retrocedía hacia la portería, lo que ya parecía de chiste. ¿Qué más podía ponerse a favor? El guión parecía escrito pero a Cedric, como al Racing, no le gustan las cosas fáciles. Le asustan. Se echó la presión sobre él y no supo bien qué hacer con semejantes cartas. Se le fue el balón a un costado, mató ya el factor sorpresa y cuando se quiso quitar de encima la responsabilidad cediendo el balón a otro, lo hizo mal. Con todo, la jugada continuó y se finiquitó con un centro desde la banda derecha, donde se fabricó lo poco que hizo el equipo cántabro ayer en el primer tiempo, pero no acertaron a rematar ni Jon Ander primero ni Cedric después. Era uno de esos balones a los que solo hay que poner la cabeza para que se conviertan en gol, pero los jugadores del Racing siempre llegan tarde. Pierden todos los trenes.

Aquella acción calentó aún más a un público que, aunque poco numeroso, se hizo notar. Llegó quemado y al ver el despropósito que le volvía a ofrecer su equipo, en seguida hizo sonar la música de viento. Sin embargo, nunca lo hizo como cuando el Racing enlazó esa manera de desaprovechar el regalo que tuvo Cedric con un error de bulto de Figueras en el área contraria. Fue entonces cuando ya se levantó la mayoría del respetable, cuando los pitos ya fueron generalizados y cuando se entonó con más potencia el ‘hay que poner huevos’.

Era fácil pensar que se iba a oír esa canción después de lo sucedido en Zubieta y de la racha con la que se presentó el Racing en Los Campos de Sport. Y va a ser difícil alejar ese clima en lo que queda de curso porque no se entiende que se pueda hacer tan mal. La teoría que domina en el interior del vestuario es la de que es la presión lo que deja atenazados a los futbolistas y no les deja ser ellos mismos. Si esto es así, es como para hacer borrón y cuenta nueva, ya que esa presión no va a ir a menos, sino a más.

Toca confiar en el intensivo de ejercicios espirituales que ha contratado estos días el vestuario y en ver si el Racing es capaz de fichar en el mercado invernal a Nana, Villapalos, Bustos o Cedric. Parecen buenos nombres. Ayer, el que se llama igual que este último, fue sustituido en el descanso porque aquello no tenía sentido. Lo malo es que la cosa tampoco mejoró demasiado en las inmediaciones el área.

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