25.04.2024 |
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RACING 0-0 MÁLAGA

Otro día sin gol en el Sardinero

El Racing mereció ganar ayer al Málaga, pero no acertó con alguna de las muchas acciones de peligro que tuvo, incluido otros dos palos  Se quedó sin Sekou a los 22 minutos  El árbitro perdonó la expulsión a Reina a cinco minutos del final

 

Íñigo Vicene, a punto de dejar atrás a su defensor. / LA LIGA
Íñigo Vicene, a punto de dejar atrás a su defensor. / LA LIGA
Otro día sin gol en el Sardinero

Otro empate a cero en El Sardinero, otro partido en casa en el que el Racing sale ovacionado y viendo cara de orgullo en sus aficionados. Eso está muy bien, une mucho, pero sólo vale para sumar un punto. El resultado fue como el de hace quince días contra Las Palmas pero diferente, esta vez atacando, no defendiendo. Y quizá ahí se localice esta vez el motivo para preocuparse, para el mosqueo generalizado. Porque el partido podría haber durado otras dos horas y media pero da la sensación de que el Racing no habría marcado nunca. Se quedó sin Sekou en el tramo inicial del encuentro y, sin él, se quedó también sin la figura capaz de atemorizarlos a todos. El conjunto cántabro mereció ganar, hizo méritos para ello, dio otros dos balones al palo y enlazó numerosas llegadas con peligro, pero lo cierto es que Reina, el portero del Málaga, ni mucho menos salió a hombros. Dio la sensación de que, a la hora de la verdad, faltó talento, calidad, presencia, lo que sea. Faltó, en definitiva, gol porque se han jugado ya ocho partidos y sólo han marcado en dos.

El Racing fue mucho mejor que el Málaga por mucho que el resultado se quedara lejos de reflejarlo. Y tanto lo sintieron los hombres de Romo que hubo momentos en los que incluso se pusieron a tocar la pelota en zona de tres cuartos con tacones y otras filigranas, pero el resultado no les respaldaba. Y una cosa sin la otra queda raro. Puede incluso desesperar porque en la grada la inquietud surgió a partir de ver a sus jugadores siendo incapaces de trasladar al marcador su dominio, nunca por temer perder el partido porque el equipo andaluz nunca dio muestras de estar cerca de ganar. Y es cierto que, a pesar de eso, pudo haber marcado en cualquier momento e incluso sin merecerlo porque el fútbol se escribe así.  De hecho, Rubén Castro dispuso de un plácido cabezazo a diez minutos del final con el que pudo pasar cualquier cosa, pero no pasó nada. La pena fue que en el área contraria tampoco.

Ayer, al contrario que el día de Las Palmas, no hubo expulsiones pero bien la pudo haber porque Reina, el portero del Málaga, se pasó de frenada cuando fue a atajar un balón que llegó botando y lo golpeó con la mano fuera del área. Obviamente, era el último hombre. Parece una roja de libro y así lo pidieron todos, pero se quedó en amarilla. No quedaba mucho para el final pero, psicológicamente hablando, podría haber condicionado el tramo final del encuentro. La falta la botó Juergen y lo cierto es que se quedó bien cerca de colarse por la escuadra.

Dominó el Racing tanto con balón como sin balón. Cuando no lo tuvo consiguió que no pasara nada, que la posesión del Málaga no sirviera para generar peligro ni para, ni tan siquiera, acercarse a las inmediaciones de Miquel Parera con sensación de poder sacar nada positivo. Baste decir que el guardameta verdiblanco sólo tocó un balón en todo el primer tiempo, que fue el primer lanzamiento entre palos del encuentro. Atajó un remate desde la esquina del área sin demasiado peligro que, con el paso del tiempo, se convirtió en excepción. Porque el cancerbero balear no volvió a entrar en acción ni para sacar de portería hasta más allá del descanso, lo que mostraba la incapacidad del club andaluz para acabar las jugadas.

Lo contrario sucedía en el campo contrario. Cuando fue el equipo verdiblanco quien llevó la manija, fue capaz de acumular llegadas, lanzamientos a portería y una sensación generalizada de que el gol podía llegar en cualquier momento. Lo malo es que, una vez más, le costó sacar partido a su superioridad. A los puntos, no había duda de que estuvo por delante de su rival durante buena parte del minutaje, pero esto es fútbol y no boxeo. Hay que noquear y para eso hay que tener pegada. El Racing no la tiene. Y menos aún sin Sekou.

El fornido delantero centro verdiblanco se tuvo que retirar del encuentro pasados los veinte minutos, después de haber rozado el gol con la punta de los dedos de su bota derecha. Una gran acción entre Mboula y Mantilla, que ayer, como Satrústegui, se dejó ver más a menudo más allá de la línea de medios, acabó con un centro raso y bien pensado del lateral. El balón atravesó el corazón de la retaguardia malaguista hasta llegar al segundo palo, por donde estaba Sekou. Éste tuvo que estirarse como un chicle para llegar al remate. Íñigo Vicente llegaba por detrás quizá en mejor situación para culminar mejor una jugada que mereció terminar en gol, pero el ariete no le vio. Decidió presumir de elasticidad y lo cierto es que llegó a rematar, pero el balón golpeó en el lateral de la red cuando el portero ya estaba superado y, a cambio, tuvo que pagar un precio muy alto: se rompió.

Intentó volver, pero en seguida quedó claro que ya no estaba para nadie. Le enviaron un balón alto y ni siquiera saltó, por lo que Fernández Romo tuvo que llamar a Matheus para que apareciera en el campo prácticamente sin calentar. Si ya de por sí al conjunto cántabro le cuesta transmitir sensación de peligro a las defensas rivales, sin la presencia de Sekou es un poco menos temible. De hecho, es el autor de dos de los tres únicos goles que ha anotado el Racing. Desde el minuto 22 tocaba ganar sin él y eso suponía todo un reto.

El Racing se mostró perfectamente capacitado para generar peligro, para construir acciones de ataque rápidas y en pocos ataques y para presentarse en el área rival con pinturas de guerra. Acabó multitud de jugadas, pero pocas fueron entre palos. Reina vio el partido mucho más cerca que Parera pero tampoco se tuvo que lucir demasiado. Cuando más le temblaron las canillas, además de cuando se vio en la calle, fue a dos minutos del descanso, cuando Jorge Pombo provocó una falta prácticamente en la media luna del área. Parecía que la iba a lanzar Juergen pero lo hizo el media punta maño. Y lo hizo tan bien que el balón superó la barrera y se fue directo, con rosca incluida, hacia la portería malaguista. Aquello parecía gol pero de nuevo se hizo el palo más grande de lo normal. Fue el sexto lanzamiento a la madera del conjunto cántabro en ocho partidos y todavía hubo otro más en el segundo tiempo. Ojo al dato. Ya son siete. Una vez más, cada vez que alguien lanza una moneda al aire, al Racing le sale cruz.

Pombo, que volvía a Los Campos de Sport tras cumplir un partido de sanción por la expulsión que había sufrido, precisamente, en su debut en el coliseo verdiblanco, estuvo muy presente en el juego de los suyos. También Íñigo Vicente por la izquierda, que volvió al equipo en detrimento de Arturo. El murciano nunca había sido suplente con la camiseta del Racing pero ayer le tocó. El de Derio siguió aportando esos chispazos de calidad entendiéndose bien con el media punta maño o con Matheus, que salió con el cuchillo entre los dientes y con ganas de presumir de ese gran remate que tiene.

El Racing que apareció en Los Campos de Sport se pareció poco al que apareció en Ipurua porque, en sólo seis minutos, había sacado tres córners, Mboula ya se había ido de tres para colarse hasta el corazón del área, Mantilla había ganado línea de fondo y Pol Moreno se había sacado un cabezazo que se quedó cerca de entrar a portería. El guión propuesto parecía bueno pero el Málaga fue capaz de cortarlo con la posesión, algo que no le duró demasiado porque su rival, poco a poco, le fue echando para atrás.

Apareció el Málaga en la reanudación con la intención de poner una marcha más y de buscar la espalda de la defensa verdiblanca, pero no fue capaz. Poco a poco, el Racing volvió a dotar al partido de la dinámica que había llevado en el primer tiempo provocando que el Málaga se mostrara incómodo con el balón, provocándole pérdidas y, a partir de ahí, atacando incluso con más verticalidad que en la primera parte porque tenía más campo para correr. Por eso Fernández Romo fue metiendo más piernas, pero no cambiaron las cosas.

Mantilla sólo jugó 45 minutos porque en el 38 sintió algo raro. Su puesto lo ocupó Aldasoro, no Jorrín, que había estado calentando poco antes del descanso junto al vasco. El canterano se estará preguntando qué demonios hace en el Racing si no juega ni con tres laterales derechos de baja y por qué le siguen convocando cuando el entrenador prefiere a un medio centro que a un especialista como él. Con todo, el guipuzcoano cumplió bien, ganó los duelos y tuvo incluso presencia en campo rival.

Con todo, a los extremos del Racing les falta alguien con quien darse la mano a la hora de atacar, alguien con quien aliarse y les doble. Satrústegui por la izquierda no está para eso y Mantilla o Aldasoro por la derecha un poco más, pero tampoco. Y eso limita la productividad ofensiva del conjunto cántabro. Íñigo Vicente continuó ayer dando pasos al frente porque cada vez que le llegaba la pelota a sus dominios todos sabían que podría pasar algo. Como cuando la tuvo Pomo, un hombre al que Juergen encontró ayer un poco más y que tuvo varias situaciones en las que llegó al área con la sensación de que ya sólo faltaba el epílogo para terminar la acción, pero siempre faltó culminar. El Racing lo hacía todo menos poner la guinda.

El conjunto cántabro cortó por lo sano las intenciones malaguistas de dar un punto más tras el paso por vestuarios. Fue a partir de una notable acción de Íñigo y Aldasoro con taconazo incluido. Mboula se metió al área por la zona derecha de la misma y, al no ver posibilidad de pase al ver muchas piernas rivales por todos lados, decidió rematar él mismo con su pierna mala. Y el balón golpeó en toda la escuadra. Otra más.

Entró Camus y después también lo hicieron Arturo y Peque. Munición fresca. Y el cántabro tuvo la suya al cuarto de hora para el final pero su remate, tras tener que buscar la pelota bajo sus propias piernas, lo atajó bien Reina. Fue de las pocas ocasiones en las que tuvo que intervenir porque en el 88 tuvo otra muy clara el Racing, pero el testarazo de Satrústegui se marchó alto. Tenía a su lado a Matheus quizá en mejor disposición, pero el defensor fue con todo. E hizo bien, pero faltó puntería. Cada uno lo llamará de una manera, pero lo cierto es que no hay manera de celebrar un gol este año en El Sardinero.

Otro día sin gol en el Sardinero
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