26.04.2024 |
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Demasiado filial

El Racing perdió ante la Real sociedad B por culpa de un solitario gol a pocos segundos del final y cuando mejor estaba | El equipo vasco fue muy superior durante 70 minutos en los que los locales renunciaron a la posesión

El árbitro decretó un libre indirecto dentro del área por cesión. / Hardy
El árbitro decretó un libre indirecto dentro del área por cesión. / Hardy
Demasiado filial

Uno es bueno o malo en relación a algo. Y el Racing confirmó ayer lo que ya venía apuntando desde principios de curso, que no le da para ganar a esos equipos capaces de mirarle a los ojos y aguantarle la mirada. En cuanto se encuentra con alguien que le propone jugársela en un duelo a pistola al amanecer detrás del muro de la iglesia, acude con una navaja. Y eso no vale para gran cosa. Puede hacer daño si quien viste diferente se lo permite, pero lo más fácil es que le acabe pegando un tiro. Y así quedó el conjunto cántabro, tirado al alba en mitad del césped, con la mirada perdida y a cinco puntos del tercer clasificado. Es difícil ser optimista.

Se comportó el Racing como el abusón de la clase, ese tipo con algún tipo de carencia que castiga al de primero pero se achanta ante el de cuarto. Venía de golear al Barakaldo pero ayer se achantó ante un equipo que tenía sus mismos puntos y sus mismas aspiraciones. Ya no se creyó tan fuerte, sino que se hizo pequeño, cavó su propia trinchera y esperó a que su rival cometiera algún error para echarse a correr. Adiós al juego de elaboración y pausa. De hecho, no se vio superior hasta que no se rompió la lógica y la pizarra se hizo añicos. Con la grada empujando, incluso pareció en los últimos minutos que los hombres de Solabarrieta podían dar la vuelta al guión que parecía llevar el partido, pero a unos segundos para el noventa llegó el gol matador. La Real B había escondido la navaja para utilizar la pistola. 

El partido tenía una importancia superior a la que tenían los puntos. Es cierto que éstos eran lo fundamental porque  quien se fuera de vacío se borraba de la pelea por todo. Por eso siempre hubo un olor a final en el ambiente. Era algo intangible e incontable, pero se notaba que sobre el terreno de juego se estaba jugando por cosas muy importantes. Sólo valía ganar. No ya para levantar un trofeo, sino para algo más importante como es mantener un sueño con vida. Ganar permitía seguir caminando pero demostrar que el equipo era capaz de mantener el estilo que le había llevado a estar aún ayer con vida permitía disponer de un horizonte. El partido ante un equipo como la Real Sociedad B debía confirmar si el Racing también tenía capacidad para quedarse con la pelota ante otro que también lo quiere. No era un duelo de estilos porque ambos presumían de defender el mismo, pero sí de clases. Y no a todos les sienta igual el traje.

El Racing no quiso la pelota. Renunció a esa personalidad de la que había presumido en las últimas semanas.  Fue el filial quien se mantuvo fiel a sí mismo mientras que los hombres de Solabarrieta tuvieron que acortar el camino y tomar la decisión de intentar hacer en tres pases lo que últimamente estaban haciendo en ocho o en diez. Renunciaron a hacer correr a su contrincante tras el balón, a desesperarle y a incomodarle. Aceptó su papel de ser inferior. Tocaba adaptarse a la situación. No quiso ser león, sino camaleón.

Puso Solabarrieta al mismo once que tan buenas sensaciones había venido generando, pero ya no jugó a mandar, sino a ser mandado. Fue su rival quien ejerció el papel que venía ejerciendo él. La suya fue una apuesta por la transición rápida, por el contragolpe y, sobre todo, por buscar en seguida las bandas poniendo toda la fe en lo que sus extremos fueran capaces de hacer. Álvaro Bustos y Soko venían mostrando un potencial increíble desbordando y acumulando asistencias e incluso goles en su contador, pero ayer les costó mucho más ser protagonistas.

El filial donostiarra apareció en Los Campos de Sport a lo grande, sin importarle estar jugando ante más de cuatro mil espectadores un partido que podía marcar toda la temporada. Y dio la impresión de ser una maquinaria casi perfecta, con un potencial en sus botas a veces imparable. Daba la impresión incluso de jugar a otro ritmo. Superó sin problemas la presión del Racing, que parecía dibujar un 4-4-2 cuando su rival quería comenzar a andar, ya que Pablo Torre se colocaba a la altura de Cedric. Y por ahí encontraba facilidades el equipo de Xabi Alonso. Mientras Robert Navarro aparecía por todas partes, a Pablo Torre y, sobre todo, a Riki les costó mucho más. Y ahí pudo estar la diferencia. Era un día importante para el asturiano porque, en el fondo, como el resto del equipo, debía confirmar ante un contrincante de altura todo lo apuntado desde su llegada. Y no logró ser protagonista hasta que el partido se desbocó en los últimos veinte minutos. Quizá porque, en verdad, el Racing estaba jugando a otra cosa que ya no le conviene tanto.

La Real Sociedad B sí se tomó en serio la apuesta por hacerse con la posesión. Sí se creyó que quien la ganara tendría mucho ganado y se preparó para ganar esa pequeña batalla que le podía dar la victoria en la guerra. Xabi Alonso quería juntar mucha gente por dentro y sumó a los tres que habitualmente lo hacen a Pecharromán, un tipo con el dos a la espalda y, por lo tanto, un lateral derecho. Cuando su equipo construía, era un medio centro más. Y todo fue más fácil. Su equipo encontraba mucho más a Robert Navarro y, sobre todo, lo empezó haciendo por banda izquierda, donde encontró un agujero que el Racing tardó en tapar. Fue desde allí desde donde nació su primer acercamiento con peligro y desde donde sacó el filial una tremenda diagonal que se fue a la altura del segundo palo, donde Alkain cedió de primeras a Lobete, que remató alto. Esa apuesta por insistir por ese costado terminó por condicionar a Soko, que se tuvo que poner el buzo de trabajo sacrificando así su habitual aportación ofensiva.

Como suele suceder en las finales, no hubo muchas ocasiones, pero sí las hubo claras. Tanto es así, que resultó milagroso que ambos equipos se fueran a descansar con el marcador aún empatado. Hasta ese momento, cada uno de los dos contendientes disfrutaron de dos cada uno, no mucho más. En el fondo, esto quería decir que, aunque ambos estuvieran jugando a cosas diferentes, su capacidad para materializar acercamientos con peligro era similar. Se estaban midiendo dos equipos pero también dos estilos. Aunque el Racing quizá no quisiera. El Racing siempre ha querido ser otra cosa pero no consigue serlo ante un rival de su edad y estatura.

La mejor de todas fue la que tuvo el filial a dos minutos del descanso. Fue un fiel ejemplo de lo rápido que era capaz de triangular el equipo donostiarra. Perdió el balón Íñigo en su propio campo, se la regaló a Robert Navarro y, aprovechando que cogió a la defensa local desajustada, le regaló un balón a Alkain que ya era medio gol. Éste se plantó solo ante Lucas pero el portero salió tan bien y con tanta decisión que hizo que al atacante se le hiciera de noche de manera repentina. Fue la primera de las tres grandes intervenciones que tendría el portero del Racing. La segunda fue en el segundo tiempo, cuando otra vez Elkain penetró en el área con peligro para firmar un zurdazo que envió la pelota bien pegada al palo izquierdo del guardameta. Éste se tuvo que estirar al máximo como si de un chicle se tratara y tocó lo justo para enviar a córner. La tercera fue previa al gol. Despejó el cabezazo inicial pero no pudo reaccionar para hacer lo propio con el despeje, que cayó en las botas de Ezkurdia para colmo de todos los presentes.

El Racing se alimentaba a base de contragolpes. Ejercía el papel que habían ejercido sus contrincantes de las últimas semanas. Y los dos más claros antes del descanso los culminó Cedric. El primero lo finiquitó con un fuerte zurdazo desde la frontal y el segundo, quizá la ocasión más clara para haber alterado el guión que llevaba la contienda, fue a los cuarenta minutos, cuando al fin el equipo cántabro fue capaz de elaborar una buena jugada desde campo propio aunque, siguiendo la tónica del encuentro, con pocos pases. Ceballos envió un pase raso de campo a campo al delantero nigeriano para que éste combinara con Pablo Torre, que se la devolvería con un gran pase en profundidad que le dejó ante el portero. Intentó levantar la pelota para batirle pero se le fue desviada.

Solabarrieta quiso cambiar la tónica del encuentro tras el paso por vestuarios. Ante todo, quiso adelantar las líneas porque el dominio constante de la Real Sociedad B le había hecho arrejuntarse demasiado atrás. La obsesión había sido que el filial no encontrara espacios pero se había acercado tanto a su propia área que incluso los contragolpes se convertían en aventuras demasiado largas. Alteró un tanto el dibujo y colocó a Íñigo entre líneas para que Riki jugara en paralelo a Pablo Torre. Y lo cierto es que el equipo fue acercándose un poco más a lo que quiso. El objetivo era llevar el balón a quienes saben sacar magia de él y lo lograron por vez primera a la hora de partido. Fue entonces cuando por fin Riki logró dar pausa a la jugada para encontrar a Soko. A éste le dobló Ceballos y, ya en línea de fondo, éste centró para que Cejudo rematara de primeras, pero se le fue desviado.

El cordobés había entrado por un Pablo Torre que había tenido que correr demasiado tanto sin balón como con balón. Acabó roto. Solabarrieta también cambió las bandas e introdujo un segundo delantero. De pronto, vio a los suyos con opciones de ganar porque el partido fue cambiando. Dio la impresión de que el Racing llegó físicamente mejor. Todo se descontroló y cuando eso sucede pierde más quien lo tenía todo bajo control. Bustos tuvo un remate muy claro tras una recuperación de Iñigo que se fue desviado aunque la oportunidad más clara fue un libre indirecto dentro del área por una inocente cesión al portero a diez minutos del final. No la ejecutó bien el Racing. Remató Isma López pero permitiendo que se echaran los rivales encima. El campo parecía haberse inclinado a su favor pero lo cierto es que el portero rival no se tuvo que lucir en ningún momento mientras que Lucas Díaz sí lo tuvo que hacer. Incluso en la misma acción en la que acabó encajando el gol.

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