28.04.2024 |
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EXPOSICIÓN

“Mujer, Agua.. Memoria”, la vida en los valles llega a Santander

La exposición que recoge historias de vida de más de  30 mujeres que lavaban en los ríos, regatos, lavaderos y fuentes del Valle de Iguña y Anievas 
Historias de mujeres relatando su experiencia llegan a Santander. / AEE
Historias de mujeres relatando su experiencia llegan a Santander. / AEE
“Mujer, Agua.. Memoria”, la vida en los valles llega a Santander

La exposición, organizada por el Movimiento Cultural Iguña, estará abierta al público hasta el 24 de noviembre en el espacio Magallanes, de la Universidad Permanente de Cantabria (UNATE).

El propósito de la muestra es visibilizar, preservar, honrar y difundir la memoria de generaciones de mujeres que convirtieron los ríos, fuentes, regatos y lavaderos no solo en espacios de trabajo sino de socialización y de transmisión de valores.

La muestra “Mujer, Agua.. Memoria” surgió a raíz de una propuesta de la Comisión de Memoria del Movimiento Cultural Iguña para limpiar uno de los lavaderos del valle. Entonces se vio la necesidad de recoger testimonios orales y fotografías que permitiesen poner a salvo un patrimonio inmaterial que corría el riesgo de ser olvidado si no se actuaba pronto.

La recogida  del material para la exposición duró año y medio. Durante ese tiempo, más de treinta vecinas de los valles de Iguña y Anievas reconstruyeron en largas entrevistas sus recuerdos de cuando iban al río y a los lavaderos a lavar pesadas coladas de ropa.

Las edades de las mujeres entrevistadas oscilan entre los noventa y sesenta y tantos años. Sus relatos han permitido visibilizar, conocer y reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de todas las mujeres que viven en el ámbito rural. Todo el material etnográfico de la exposición ha sido recogido en un libro publicado por la editorial Librucos y presentado en UNATE.

Las historias narradas por las entrevistadas muestran que lavar era más que un trabajo. Significaba un tiempo y un espacio de reunión para las mujeres. Todas guardan en sus memorias los momentos de charla compartidos, las complicidades y hasta la gestión de conflictos cotidianos. Para las niñas y mozas, los lavaderos y los ríos eran espacios de aprendizaje, de desvelamiento de tabúes; un espacio de socialización en el que, en una época en que se preparaban para ser esposas y madres, aprendían lo que estaba bien visto o no en la conducta de una mujer. Sintomáticamente, la fuente de las normas estaba en las fuentes del agua.

Los testimonios de las mujeres han sido transcritos literalmente, tal y como han sido expresados. Ignorar la forma de hablar de estas mujeres hubiera significado perder las huellas que aún quedan del lenguaje de nuestros pueblos. Además de una falta de respeto hacia nuestras narradoras, hubiera sido una pérdida de la riqueza de nuestro lenguaje. Sonidos, palabras y frases nos ayudan a escuchar las voces de su memoria y la nuestra:    

“Para llevar la ropa se ha usao el burro, el carretillo. ¡Qué esclavitud teníamos! Con unos cuévanos en los burros, y llevábamos la ropa y a los hijos también. En un cuévano la ropa y en otro a los hijos, que eran pequeños. Pero lo que más usamos es el balde a la cabeza. Agarrábamos un trapo, le hacíamos así, como un reguñu y le poníamos en la cabeza. Cuando tenías mucha experiencia, llevábamos el balde solo, sin agarrar. En invierno, cuando pasabas frío, la mano se te quedaba sin tinu y echabas la otra mano, pero por fin llegabas a casa muerta. Pa echar el balde a la cabeza nos ayudábamos unas a otras….yo subia por El Reventón con el balde a la cabeza y yo decía: qué contenta voy, aquí llevo los trapos pa cambiar a los críos, limpios, ¡pa lo que me duraban! Con que poco te contentabas hija, a base de sacrificios te ibas contenta” (Petra, Bostronizo). Este es uno de los muchos testimonios recogidos en el libro.

Tanto la narrativa de la exposición como la del libro recoge aspectos sobre quién lavaba, el lugar, el momento en qué se lavaba, los productos que se utilizaban, el proceso, salud y socialización. Una narrativa limpia –no podía ser de otra manera– sobre lo que significaba ir a lavar y a buscar agua a la fuente. Recuerdos del agua firmemente emanados durante las entrevistas.

Antes de llegar a Santander, la exposición recaló en Arenas de Iguña, Los Corrales, Ruente y Quijano de Piélagos. En todas estas localidades también se recogió memoria local. En el acto de presentación del libro, Cruz Pardo, coordinadora de la Comisión de Memoria, y  Carmen Múgica, autora de la Ruta Literaria de la novela El camino, de Miguel Delibes, y colaboradora en algunas de las entrevistas que aparecen en el libro, compartieron sus experiencias en la recogida de esta memoria. 

También se dio voz a Santander y se contó con la colaboración de las asociaciones de vecinos de Tetuán y Cueto. Estuvieron presentes Arsenio Callejo y Alberto Riva, del Centro de estudios Montañeses, y  María Luisa Ibaseta, quien narró su experiencia como lavandera en el lavadero de Tetuán y en el de Cueto, donde reside actualmente.

El Movimiento Cultural Iguña nació en octubre de 2020. Es una iniciativa de los vecinos de los municipios de Arenas de Iguña, Anievas, Molledo y Bárcena de Pie de Concha. Su misión principal es revitalizar e impulsar el desarrollo cultural y la recuperación y conservación del patrimonio material e inmaterial.

La asociación desarrolla su actividad dentro de un modelo de trabajo comunitario y en red con todos los recursos del territorio. En sus tres años de vida, ha llevado a cabo diferentes actividades. Entre ellas: la creación del archivo de memoria de los valles de Iguña y Anievas, monográficos de memoria local, tertulias literarias o la celebración del día del libro, con itinerarios de lectura por los pueblos y convocatoria de Certámenes  de relatos cortos.

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