29.04.2024 |
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Pogacar se impone pero cuidado con la bulimia

El esloveno da un nuevo golpe sobre  la mesa tras doblegar a su gran rival sobre la línea de meta

El esloveno Tadej Pogacar cruzando la meta y sumando su segunda victoria. / efe
El esloveno Tadej Pogacar cruzando la meta y sumando su segunda victoria. / efe
Pogacar se impone pero cuidado con la bulimia

El esloveno Tadej Pogacar sumó su segunda victoria consecutiva en esta edición del Tour de Francia, en la primera cita con la alta montaña, con meta en La Planche des Belles Filles, por delante del danés Jonas Vingegaard, y fortaleció el liderato.

El ciclista del UAE aprovechó el durísimo último kilómetro para superar al resto de los favoritos, tras un ataque de Vingegaard. Ambos superaron en los 100 metros finales al alemán Lennard Kamna, último superviviente de la escapada del día.

Pogacar tiene ahora una renta de 35 segundos sobre Vingegaard, mientras que el tercero es el británico Geraint Thomas, ganador en 2018, que está a 1.10.

El también esloveno Primoz Roglic, tercero en la meta este viernes, y segundo del Tour de 2020, está ahora a 2.45 del líder.

El español Enric Mas fue séptimo de la etapa a 21 segundos de Pogacar y se sitúa en el puesto noveno a 1.43 del maillot amarillo.

Daniel Martínez fue el mejor colombiano, undécimo a 45 segundos del ganador, el mismo tiempo que perdió Rigoberto Urán, mientras que Nairo Quintana se dejó 51.

Martínez es décimo de la general a 1.55 de Pogacar, un puesto por encima de Quintana, que está a 2.06, mientras que Urán es decimosexto a 3.09.

Pogacar, el peligro de la bulimia. «Atención, cada esfuerzo se paga en el Tour y se está rodando muy rápido». Avisa el director francés Jean-René Bernaudeau, que asiste a la demostración del esloveno Tadej Pogacar con la boca abierta, pero con la duda de si el líder resistirá hasta París.

Es una duda pequeña, modesta, porque en la moral de todos persiste la imagen dominadora del ganador de las dos últimas ediciones, que parece muy superior a todos sus rivales en todos los terrenos.

Pogacar fue el más fuerte de los favoritos en la contrarreloj inicial, en la etapa de los adoquines, en el escarpado final de Longwy y también en la primera etapa de montaña con meta en La Planche des Belles Filles. Sus demostraciones han dejado la sensación de que es poderoso, intocable en la carretera, a la espera de que el pelotón se adentre en los grandes macizos, el grueso de la carrera, dos tercios del camino todavía por recorrer y muchos peligros al acecho. Pogacar, de amarillo más pronto que en su segundo Tour, sonriente como en los otros dos, repite frases que parecen sacadas de un manual de prudencia, «el Tour todavía no está ganado», pero que contrastan con lo que se desprende de su fortaleza. «Los rivales también están fuertes, lo hemos visto hoy. Y la renta no es tan alta», asegura el esloveno, que tiene que rescatar argumentos para mantener con vida un Tour al que ha asestado varios golpes mortales.

POGACAR IMPERIAL. El esloveno se siente imperial y no perdona una. Quiere ganar con galones, sin dejar escapar el más mínimo resquicio de prestigio que pueda llevarse en las alforjas.

En La Planche des Belles Filles, donde asaltó en 2020 su primer Tour, se empleó a fondo para ganar por segunda vez. Puso al equipo a trabajar durante toda la jornada y resolvió en los últimos 100 metros. Entró con el rostro afectado, tocado por la fatiga, pero primero, una segunda victoria que da que pensar a sus rivales.

En el UAE reina el optimismo. «Nos lo pone muy fácil. Hace que nuestro trabajo surta efecto», asegura su compañero Marc Soler, que se desgastó en el primer tramo del día para evitar que la fuga tuviera una renta desmesurada.

El polaco Rafal Majka, un veterano de la carrera reconvertido en gregario de lujo, abunda en el mismo argumento: «No tiene miedo de nada ni de nadie».

Toda la maquinaria está lanzada no ya solo para ganar el tercer Tour, también para colmar la ambición del esloveno, una bulimia que no hiere porque el ciclista la envuelve en humildad, tras esa sonrisa casi ingenua, juvenil, que anestesia el dolor. Los rivales no hablan mal de Pogacar tras recibir sus zarpazos. El Tour parece absorto por sus demostraciones. Nada parece inmutarle. A menos que, como advierte Bernadeau, el exceso de avaricia acabe por desgastar la maquinaria y al final, Pogacar muera de éxito.

Algo similar opina otro director francés Marc Madiot, que cree que el UAE está descuidando un flanco, el de la fatiga. «Creo que el Jumbo persigue obligar al UAE a trabajar todos los días, a desgastarle, es un acoso permanente para que, cuando llegue la alta montaña, Pogacar se encuentre solo, aislado. Han comenzado una guerra de desgaste», señala el patrón del Groupama.

Quedan dos tercios del Tour. Los más duros, sobre todo la recta final. «Quien no sepa lo que hay en la última semana puede llevarse sorpresas en este Tour», advertía en Copenhague Nairo Quintana. Incluso el belga Eddy Merckx, el ciclista con mejor palmarés de todos los tiempos, el hombre que el año pasado admitía que Pogacar es el único que, a sus 23 años, parece en condiciones de igualar sus gestas, ahora se muestra más escéptico. «Creo que está menos fuerte que el año pasado», aseguraba el Caníbal a una televisión de su país. Como si buscara así insuflar aliento a un Tour que ha perdido toda esperanza.

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