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Laura Mattarella, hija y "consorte" en la presidencia italiana

Gonzalo Sánchez

Laura Mattarella, hija y "consorte" en la presidencia italiana

Gonzalo Sánchez

Roma, 3 feb (EFE).- El presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, que hoy ha jurado su segundo mandato, cuenta con una "consorte" particular, su hija Laura, una discreta e intachable sombra que le acompaña en gran parte de los actos institucionales de su agenda.

Laura Mattarella (Palermo, 1968) ejerce las funciones de primera dama italiana debido a que su madre, Marisa Chiazzese, murió en 2012 a causa de un cáncer, y hoy, como es habitual, ocupó un discreto segundo plano durante la ceremonia de investidura de su padre, sentada en la tribuna de la Cámara de Diputados.

Él, miembro de una conocida familia democristiana de Sicilia (sur), tuvo tres hijos con su esposa: Francesco, el primogénito del que no se sabe casi nada; Bernardo Giorgio, profesor de Derecho, y la menor, Laura, que heredó sus ojos azules.

La vida de esta última dio un vuelco en 2015, cuando su padre fue elegido por el Parlamento décimo segundo presidente de la República italiana durante siete años, un mandato que repite ahora después de que los partidos hayan sido incapaces de encontrarle un sucesor.

Entonces, Laura Mattarella, alta, enjuta, de media melena rubia, renunció a su trabajo de abogada experta en Derecho administrativo para acompañar al presidente viudo en el ejercicio de sus funciones.

Pero también, o al menos en parte, a su apacible vida familiar junto a su esposo, Cosimo Comella, dirigente del organismo estatal para la protección de datos, y sus tres hijos, Manfredi, Maria Chiara y Costanza.

Desde aquel febrero de 2015, y ahora en principio hasta el 2029, las vidas de padre e hija están circunscritas al enorme e histórico Palacio del Quirinal de Roma, lejos de su Sicilia natal.

El protocolo le reserva funciones de acompañante de su padre en las visitas de Estado, como la última a España, donde cenaron con Felipe VI y Doña Letizia.

Pero también en todo tipo de actos en la residencia presidencial o eventos con toda la pompa y boato posible, desde la cumbre del G20 de Roma a la inauguración de la temporada lírica en La Scala de Milán el 7 de diciembre, Día de San Ambrosio.

Precisamente en esta última "serata", a la que acude en tropel la burguesía italiana, fueron acogidos con una gran ovación y con gritos de "bis", animando al jefe del Estado a repetir en el cargo: ahora, solo dos meses después, esas peticiones suenan a profecía.

En las misiones de alta diplomacia, la discretísima hija del presidente cumple su labor siempre a pies juntillas, en modo irreprochable y con el estilo sobrio y responsable que tanto caracteríza a su familia, especialmente a su prestigioso patriarca.

Descrita por su entorno como mujer de "carácter decidido", rara vez ha hablado con la prensa y en la hemeroteca solo consta una entrevista publicada por el semanario "Chi" al regreso de un viaje presidencial Camerún.

"Antes o después todos deberían visitar un campamento de refugiados, sobre todo quienes dicen que hay que dejarles ahí donde están", reprochó entonces la "primera dama".

En las últimas semanas, cuando la salida de Mattarella se daba por descontada, porque el anciano presidente, de 80 años, había dicho que prefería "descansar", la prensa escribió que la "hija consorte" también aspiraba a recuperar su vida y su trabajo.

Pero no ha podido ser: sus planes se han truncado por culpa del desacuerdo político y ahora los dos tendrán que seguir representando a Italia en el mundo.

La figura de la hija consorte solo se ha repetido en el pasado en dos ocasiones: con el presidente Giuseppe Saragat (1964-1971) y a Ernestina, y con Oscar Luigi Scalfaro (1992-1999) y Marianna. EFE

gsm/mr/fp

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