20.05.2024 |
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La virtud de que no pase nada

El partido ante el Granada careció casi de remates y menos aún de lanzamientos entre palos, lo que demandó un gran trabajo defensivo por parte del Racing, que tenía delante a una gran potencia ofensiva

El Racing se impuso por la mínima al Granada el pasado domingo en El Sardinero. / alerta
El Racing se impuso por la mínima al Granada el pasado domingo en El Sardinero. / alerta
La virtud de que no pase nada

El Ra Las estadísticas de La Liga recogen que sólo hubo quince lanzamientos en todo el partido, diez del Racing y cinco del Granada, pero sólo dos fueron entre palos. Los porteros apenas tuvieron que actuar y sólo se celebró un gol. Si uno lo ve con distancia, tendrá la sensación de que no sucedió nada, de que fue un encuentro anodino con poca presencia en las áreas, un espectáculo prescindible. Eso lo dirá quien no sabe leer el fútbol ni detectar todo lo que se narra de manera implícita sobre un terreno de juego, ya que para conseguir precisamente eso, que una potencia como el equipo andaluz se fuera de Los Campos de Sport sin haber ni tan siquiera puesto la firma en el papel, hay que hacer muchas cosas y hacerlas, además, muy bien.

En el fútbol puede pasar como en ese tipo de películas en las que parece que no pasa nada pero pasan muchas cosas. «Es muy lenta», suele decir quien se precipita, quien no ha sabido entenderla o echa mano de un adjetivo fácil pero resultón. Es posible que no haya un ritmo narrativo tradicional pero sí suele haber unos personajes que comienzan siendo de una manera y terminan de otra o que les suceden hechos trascendentales que no tienen por qué ser épicos. Porque las vidas de cada uno suelen ser menos emocionantes que las del cine. «La vida no es como la ves en las películas», le dice Alfredo a Totó en ‘Cinema Paradiso’.

El encuentro del pasado domingo tuvo un final de alta tensión, un resultado ajustado y una amenaza latente pero imperceptible. Hubo mucho en juego, incertidumbre, lluvia y una afición metida al completo en el partido, generando ruido y una pitada que se oyó hasta en Sebastopol para que el árbitro pitara el final de una maldita vez. La película mezcló el suspense y el terror, pero terminó bien. No siempre terminan así esas obras en las que parece que no pasa nada porque suelen contar con un final abierto que deja en manos del espectador imaginar qué va a suceder después con los personajes.

El del partido contra el Granada fue así porque aún no hay nada cerrado, ya que, como recordó José Alberto tras la victoria ante el Granada, «el viernes hay otro partido importantísimo». «Sé que el horario es una mierda pero necesitamos que El Sardinero vibre y que empuje para que los tres puntos se queden, ya que los partidos como locales van a ser vitales para conseguir el objetivo y los necesitamos a todos para que los jugadores sigan rindiendo como están rindiendo», abundó el técnico ovetense.

Éste, como quince días atrás, estaba henchido de orgullo por el comportamiento que habían tenido sus futbolistas, que de nuevo comenzaron con decisión pero esta vez sin acierto, lo que dio pie a un encuentro diferente que tuvo como principal virtud conseguir que, aparentemente, no sucediera gran cosa. Sobre todo, en su propia área. Delante tenía delanteros que están marcando goles con la mirada pero pasaron inadvertidos. Como si no estuvieran. El Granada no tuvo presencia en ataque ni fue capaz de generar peligro. No hizo nada y para que un equipo así no haga nada han de pasar muchas cosas. El Racing, por lo tanto, escribió el guión de una de esas películas en las que parece que no pasa nada pero pasan muchas cosas.

Se trata de obras que no tienen un hilo argumental claro, donde no hay giros de guión o héroes con un objetivo concreto. No hay que escapar de una isla, cazar a un malo, huir de la policía, conseguir el amor de tu vida ni llevar el anillo a la montaña. Son películas, como la mayoría de las dirigidas por Ricard Linklater, desde la trilogía protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpie (‘Antes del amanecer’ y demás) hasta ‘Boyhood’, donde, eminentemente, se habla mucho. Sucede también en ‘The master’, de Paul Thomas Anderson, que cuenta la creación de una secta en los Estados Unidos de los cincuenta a partir, fundamentalmente, de largas conversaciones entre los personajes de Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix. Porque son cintas donde aparentemente no sucede demasiado pero se usan muchas palabras. Como en todas esas escenas que inundan la filmografía de Quentin Tarantino en las que un grupo de personajes se ponen a hablar de cualquier tema banal que parece dejar estacada la historia. Nunca lo está.

Racing y Granada también hablaron mucho sin dar la sensación de que fueran a llegar a ningún sitio. Cuando un equipo que se sabe inferior se mide a un gigante le conviene que no haya mucho que contar y que ni mucho menos se dé un intercambio de golpes. Y el conjunto cántabro lo consiguió anulando a su rival, que no sólo remató una sola vez entre palos gracias a un aislado e inocente lanzamiento de falta, sino que apenas inquietó. Sólo sacó algún centro y contó con un empuje final del que tampoco sacó nada más que inquietud por la incertidumbre del resultado y lo mucho que había en juego. Para el espectador neutral fueron 90 minutos de contemplación. Como si de una película de Ermanno Olmi se tratara. El equipo verdiblanco lo consiguió a partir de la solidaridad, el compromiso y la buena disposición defensiva. Formó líneas muy juntas que impidieron al rival presumir de delanteros o que alguno de ellos corriera al espacio buscando la espalda del central. Ni pudieron intentarlo, lo que dice mucho de la labor de contención del medio campo. Hubo mucho trabajo del que no se ve para conseguir que no pasara nada. Porque siempre pasa algo aunque no lo parezca.

Es el caso de ‘Lost in translation’, esa joya donde parece que simplemente se nos muestra a un par de desubicados sin nada que hacer en Tokio. Se calla más de lo que se habla. Tampoco pasa nada, pero sabes que por debajo está pasando mucho, que hay dos almas perdidas que no saben qué hacer con su vida, que se saben fuera de sitio tanto física como anímicamente y que, de pronto, ven en el otro un refugio donde detenerse por un instante. Podía haberlo contado de otra manera, con multitud de llegadas al área y remates a portería, pero Sofía Coppola, la directora, fue contenida. A muchos no gustó su película como tampoco gustaría demasiado el partido del domingo a un aficionado del Valladolid, pero sí la apreciaron quienes lograron meterse en la historia y en la profundidad de los personajes. Es decir, a los racinguistas y, es de suponer, a los seguidores del Granada aunque a éstos no les gustara el final.

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