El enigma de la percepción de la clase social persiste, revelando una brecha entre la autoidentificación de los ciudadanos y los criterios establecidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la mayoría se considera clase media, independientemente de su nivel de ingresos, con un 44,6 % ubicándose en la clase media-media y solo un 3,8 % en las clases media-alta y alta.

La OCDE, en cambio, utiliza un enfoque cuantitativo basado en ingresos para definir las clases sociales. Según sus criterios, la clase baja incluye a quienes ganan por debajo del 75 % de la mediana de la renta nacional, la clase media se encuentra entre el 75 % y el 200 %, y la clase alta supera el 200 %. Su cálculo sugiere que las rentas anuales por debajo de los 11.395 euros se consideran clase baja, entre 11.395 y 30.386 euros son clase media, y por encima de 30.386 euros pertenecen a la clase alta.

Si se traducen estas cifras al ámbito mensual, la OCDE indica que los ingresos mensuales inferiores a 1.343 euros se clasifican como clase baja, entre 1.343 y 3.581 euros como clase media, y por encima de 3.581 euros como clase alta. Estas cifras varían según el tamaño del hogar, aumentando la mediana a medida que crece el número de habitantes.

La divergencia entre la percepción subjetiva y la clasificación objetiva de clases sociales destaca la complejidad de definir categorías en una sociedad diversa y en constante cambio. Este debate plantea la necesidad de una reflexión más profunda sobre cómo los ciudadanos se perciben a sí mismos en términos de clase social.