La Navidad, una festividad arraigada en la tradición y la celebración, ha sido recientemente objeto de una controversia desmedida, subrayando una tendencia preocupante en la sociedad actual. En 2021, una guía de la ONU sobre lenguaje inclusivo filtrada aconsejaba evitar el uso específico de "Feliz Navidad" en favor de "felices fiestas", en un intento por no asumir la religión del destinatario. Aunque este documento fue retirado por no cumplir con los estándares de calidad necesarios, ha dejado una huella imborrable en la percepción pública de la celebración navideña.

Esta postura, que algunos llaman parte del "universo woke", ha llevado a extremos como el del rector de la Universidad Complutense, Joaquín Goyache, quien evitó mencionar no solo la Navidad, sino también el invierno, en un claro ejemplo de excesiva corrección política. Mientras tanto, figuras como Maruja Torres han mostrado su descontento hacia expresiones públicas de la fe cristiana, y críticas similares se han dirigido al anuncio navideño de la Comunidad de Madrid por enfocarse en valores tradicionalmente asociados con la Navidad.

Esta corriente de pensamiento, aunque bienintencionada en su esfuerzo por fomentar la inclusión y el respeto a la diversidad, ha caído en una condena irracional de las tradiciones y símbolos culturales. Al intentar evitar cualquier posible ofensa, estas posturas terminan por despojar a las festividades y celebraciones de su riqueza cultural y simbolismo. Es fundamental reconocer y respetar la diversidad de creencias y prácticas, pero esto no debería llevarnos a la negación o eliminación de nuestras propias tradiciones.

La Navidad, al igual que otras festividades culturales y religiosas, es un momento para la unión, la reflexión y la alegría. La condena de su mención o la dilución de su significado en un intento de ser políticamente correctos no solo es innecesaria, sino que también va en contra del espíritu de inclusión y respeto que estas posturas pretenden defender. Es hora de rechazar estas visiones extremistas y encontrar un equilibrio que permita tanto la celebración de nuestras tradiciones como el respeto por las diferencias.