25.04.2024 |
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RACING 1-0 R. FERROL

El profesional

El Racing ganó a su tocayo de Ferrol gracias a un solitario y afortunado gol al saque de un córner  l equipo ferrolano, que mereció más, tuvo tres claras ocasiones, una de penalti, pero se topó con un gigante Parera

Los jugadores del Racing se abrazan tras anotar el único gol del partido. / 
Hardy
Los jugadores del Racing se abrazan tras anotar el único gol del partido. / Hardy
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Otra vez volvió a ganar el Racing sin merecerlo. Es un especialista en jugar mal y ganar, que dicen que es como se ganan campeonatos. Si es así, el equipo de Fernández Romo va camino de la gloria. Ayer jugó para encerrar pero se fue con todo el botín. Como si fuera un ladrón de guante blanco pero con las manos manchadas de grasa, ya que se pasó buena parte de la contienda, y sobre todo la segunda parte, detrás del balón. Si sumó otra victoria fue gracias a un lío en el área convertido en el primer gol de córner que recibe el equipo ferrolano en toda la temporada y, sobre todo, a su portero, que detuvo un penalti y le ganó un mano a mano a Nathan con más valor que el más preciado de los goles.

Quizá todo estuvo condicionado, quién sabe, porque lo primero que pasó en el partido fue la lesión de Unai Medina. Estaba corriendo en la banda contraria a la suya para intentar frenar una contra del conjunto ferrolano y, de pronto, pegó un frenazo al notar algo en el muslo. Se rompió. No hay duda. Y como en el banquillo no estaban ni Diego Ceballos, que está en Teruel, ni Mario Jorrín, indispuesto, quien entró en su lugar fue Álvaro Mantilla. Esto dibujó un equipo formado por cuatro centrales más dos medio centros defensivos, que tenían por delante no a Pablo Torre, sino a Borja Domínguez, que no tiene nada que ver. De hecho, es un lugar donde parecen vérsele más las costuras que por detrás.

En definitiva, el Racing cántabro se quedó sobre el terreno de juego con un equipo sin capacidad de sorprender a su rival. Los únicos que podían hacerlo eran Marco Camus, Manu Justo y la gran novedad en el once inicial, que fue Yeray. El problema fue que apenas contaron con balones claros con los que enseñar sus mejores herramientas porque el equipo no jugaba a nada. Su rival le dejaba tocar frente a su área pero mordía en cuanto se acercaba a su primera línea de presión. Fue un equipo que pecó de estático y donde sólo Íñigo parecía tener el desparpajo y, sobre todo, la valentía de pedir la pelota para intentar superar líneas.

Apenas tuvieron colaboración de sus laterales los extremos, por lo que ganar la batalla se hacía más complicado. Es cierto que a partir del cuarto de hora de contienda llevó más la manija, pero sin conseguir hacer nada con ella. Sólo cuando el cuero llegaba a alguno de los jóvenes y, por tanto, atrevidos extremos podía suceder algo, pero para eso debía llegarles el esférico en unas buenas condiciones. Y no era el caso. Fue pura impotencia y eso, sumado a que el equipo ferrolano tampoco logró que surgiera chispa alguna, se termino dando forma a un partido que se hizo bola. Ni mucho menos se generó ambiente de partido nocturno de bocadillo de tortilla porque el espectáculo no ayudaba a ello. Hasta el minuto cuarenta. Ahí se animó la cosa.

Y lo que la animó fue un robo en campo propio que permitió correr al Racing. Era lo que llevaba buscando desde el principio pero que no encontraba. Fue Yeray quien inició la arrancada y en seguida encontró a Borja Domínguez, que se presentó en campo rival con mucho campo por delante. Obviamente, la carrera redujo su velocidad porque no es ningún misterio a estas alturas que al gallego le faltan caballos de potencia. De cero a cien en hora y media. Eso sí, lo que lleva a bordo es mucha calidad, por lo que se dedicó a pensar la jugada que debía trazar. Y le regaló a Manu Justo un gran pase en profundidad con el que se presentó solo ante Gazzaniga, que era el nombre del portero rival. El delantero optó por driblarle pero se fue demasiado escorado a la derecha y cuando remató lo hizo muy forzado y con poca fuerza, por lo que uno de los tres defensores que esperaban el balón bajo palos desvió a córner.

Lo mejor es que ahí no había acabado la repentina fiesta que se había montado como colofón a un primer tiempo para tirar a los leones. El saque de esquina lo botó Yeray. Lo hizo cerrado y provocando un tremendo barullo en el interior del área del que sacó petróleo el ataque, ya que la pelota terminó colándose dentro a base de golpeos continuos de Satrústegui. Si hubiera querido, quizá el árbitro podría haber pitado cualquier cosa, pero sólo pitó el gol. Perfecto.

El Racing se encontró con un tanto que, teniendo en cuenta los cuarenta minutos que había perpetrado, no parecía haber merecido. Sin embargo, el primer tiempo no había terminado. Héber cogió en un despiste a Mantilla y penetró al área perseguido por el más bisoño de la clase, que era Yeray. Y si algo sabe hacer bien el menudo y veloz extremo gallego es provocar penaltis. Los racinguistas lo saben bien. Ya en la zona del pecado, frenó casi en seco provocando que el canterano se le echara encima y le derribara. Fue a por huevos y se los comió. La alegría amenazaba con esfumarse demasiado pronto pero se hizo gigante Miquel Parera. Si Fernández Romo se había felicitado en Logroño por el buen partido que había hecho su portero, ayer abriría el vino bueno para cenar, ya que el cancerbero balear le detuvo la pena máxima a Joselu, un tipo que ha perdonado pocos en toda su vida.

Esos cinco minutos previos al bocadillo ayudaron a olvidar todo lo anterior. Pero hay que reconocer que esos cuarenta minutos fueron duros aunque tampoco preocupantes, ya que no fue nuevo. Dio la impresión en un principio de que el equipo de Fernández Romo iba a enseñar una novedad táctica, ya que Íñigo se colocó a la altura de Borja Domínguez dejando a Fausto Tienza solo en el eje cuando el Racing de Ferrol iniciaba en corto. Sin embargo, en cuanto superaba la presión, algo que hacía con facilidad, en seguida se volvió a colocar en su sitio habitual. Alegrías las justas. Por el otro lado, bastaba que Héber y David Rodríguez se  pusieran en las puntas del área cántabra cuando iba a sacar Parera para que enviara el balón en largo. Y aquello era una batalla perdida. Todos los misiles buscaban la cabeza de Borja Domínguez pero éste apenas ganó duelos.

Poco hizo el Racing, pero menos su tocayo de Ferrol, que comenzó el partido mejor y ganando el balón a pesar de alinear Fernández Romo a tres medio centros. Sin embargo, sobre todo gracias al empuje y la intensidad de Íñigo, que al menos insuflaba un soplo de aire al juego de su equipo, el campo se fue inclinando al otro lado por mucho que apenas se sacara partido alguno de ello. Con todo, antes incluso del gol, el ímpetu y el desparpajo de Yeray ya habían provocado algún acercamiento peligroso. Un centro de Manu Justo que se terminó envenenando incluso acabó pegando al palo.

Si el primer tiempo del Racing fue malo, el segundo fue para meterlo entre rejas. Ya perdió el balón ante un equipo ferrolano que dio un paso hacia delante al mismo tiempo que el conjunto cántabro lo daba hacia atrás. Dio la impresión de que el equipo de Fernández Romo lo fió todo a cazar un buen contragolpe y matar la contienda, pero no le salió ni uno mientras que perdió el pulso en el centro del campo. Seguía sin saber qué hacer con el balón y a eso hay que sumar a un Borja Domínguez que retrasó su posición para intentar ayudar a sus compañeros y que consiguió sacar de quicio a los aficionados al mismo tiempo que él mismo se fue enervando.

El medio centro gallego perdió un par de balones similares a los de Las Ganas en campo propio y por, a cámara lenta, acumular rivales sobre sí mismo. Estaba claro que estaba sufriendo y su entrenador entendió que era el momento de meter en el campo a Arturo para que debutara. Y cuando se fue del campo recibió algunos pitidos que él, a la defensiva, se tomó de manera tremenda realizando unos gestos poco acordes a un futbolista de su experiencia. Lo que hizo fue enervar aún más al respetable, que ni mucho menos le estaba dedicando la gran pitada. Le va a ser difícil granjearse el cariño de la grada.

Aquello al menos animó un partido que, poco a poco, se fue convirtiendo en frontón, con el conjunto cántabro sufriendo las constantes acometidas de su rival, que dispuso de al menos dos claras ocasiones para haber marcado. La primera llegó a los cuatro minutos de la reanudación, cuando Joselu se encontró con un balón muerto y posado sobre el verde, perfecto para colarlo dentro con la zurda, pero buscó la escuadra y se le fue alto. Quince minuto más tarde, fue un golpeo lejano de Álex López que buscaba la base del palo la que obligó a intervenir a Parera, que de nuevo se puso la capa cuando Nathan se plantó solo ante él. El potente delantero le ganó la partida a un desbordado Pol Moreno pero el duelo al anochecer lo ganó el guardameta balear, que se marchó a casa siendo el gran héroe de los suyos.

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