A los entrenadores y a los futbolistas no les gusta decir que es una final. Quizá porque quieren quitarse presión de encima o restar al encuentro una trascendencia que, de terminar mal, tenga unas consecuencias impredecibles. Recuerdan que después habrá más partidos, que quedarán aún muchos puntos en juego y que una victoria no significa haberse salvado ni una derrota haber quedado condenado. Y es cierto. Claro. Lo sabe cualquiera, pero no es un partido como los demás. Que alguien le busque un nombre, pero si es verdad, como dicen, que las finales no se juegan, sino que se ganan, al Racing sólo le vale ganar esta tarde en Ponferrada para no meterse en un agujero que tendría más consecuencias anímicas y mentales que materiales. La luz seguiría estando cerca, pero enlazar una tercera semana no ya sin ganar, sino ofreciendo una imagen poco recomendable que poco tiene que ver con la prometida abriría la puerta a la depresión, a comenzar a pensar que para este viaje no hacían falta tantas alforjas.

El encuentro se las trae. Juegan entre sí el equipo que marca el descenso y el que marca la salvación. Y los dos están empatados a puntos. Llevan así varias semanas, haciendo uno lo que hace el otro, y, en teoría, ha llegado el momento de romper los lazos que les unen siempre que sea uno quien salga ganador. De ahí que no sea un encuentro más. Teniendo en cuenta que quienes ocupan el furgón de cola corren el peligro de verse definitivamente cortados y que la permanencia se la van a jugar entre unos pocos, el golaverage puede ser fundamental y, de partida, está empatado porque en Los Campos de Sport firmaron tablas. Eso también se decide hoy. Hay mucho en juego. Muchísimo.

La Ponferradina, que el curso pasado estuvo coqueteando con la zona noble, está dando síntomas de recuperación. Sin embargo, no termina de arrancar porque está teniendo problemas con el gol. Resulta paradójico teniendo en cuenta la artillería que tiene arriba, pero es su solidez atrás lo que le está manteniendo con vida. Como al Racing durante tanto tiempo. De este modo, es fácil predecir que no va a ser un partido con muchos goles. Las finales no lo suelen ser. Se suele esperar más el error del rival que el acierto propio, por lo que el primer paso que deberá dar el conjunto cántabro hoy será dejar de conceder atrás como está haciendo últimamente. Ha de volver a cerrar la puerta para rentabilizar de mejor manera los pocos goles que marca.

Toca jugársela a domicilio pero el Racing no ha tenido miedo a jugar como visitante en el presente curso. De hecho, le va mejor que en El Sardinero, por lo que no hay que ver un problema en esa dirección. Es en Ponferrada, en el corazón de El Bierzo, en pleno mes de febrero, por lo que hará mucho frío, pero también en Cantabria lo ha hecho de lo lindo en los últimos días. La piel está curtida. Lo que hay que hacer es recuperar la mejor versión del equipo, la mostrada en Cartagena, en el segundo tiempo de Las Palmas y en el primero ante el Sporting. El conjunto cántabro necesita escapar de la espiral en la que se ha metido en los dos últimos encuentros, en los que se ha parecido más al equipo de la anterior etapa que al que prometía ser en la nueva. Ha aparecido con líneas muy retrasadas, incapaz de ser protagonista con el balón, sin agresividad en la presión y sin profundidad por bandas. Es importante volver a sacar pecho.

Quizá la reaparición de Juergen puede ayudar en este sentido. Hoy el colombiano será titular no sólo porque ha dejado atrás su lesión, sino también porque Aldasoro está sancionado. Se lo ha dejado fácil al entrenador. Curiosamente, el último partido que jugó como titular el medio centro americano fue contra la Ponferradina en El Sardinero, por lo que hoy puede cerrar un círculo. En medio, no le han ido demasiado bien las cosas al equipo. Quizá porque le ha echado de menos, ya que es un jugador que ayuda a considerar valiosa una posesión sin que eso reduzca la capacidad de contención. Quizá no fuera casualidad que el primer episodio de la cuesta abajo que inició el Racing coincidiera con su entrada en la enfermería.

El entrenador asturiano ha ganado alternativas y soluciones para la sala de máquinas pero ha acumulado problemas en el lateral izquierdo, ya que a la lesión de Saúl ha sumado esta semana la de Satrústegui. Y es ahí donde se localiza la principal duda que puede entrañar el once inicial que esté diseñando el entrenador. Él mismo ha reconocido que sólo maneja dos alternativas: Mario García y Mantilla. El primero es el especialista en el puesto, el habitual poseedor del ‘tres’ en el Rayo Cantabria. Es un jugador que se asemeja más a lo que José Alberto busca en un lateral. Es decir, capacidad de desborde y de incorporación al ataque. El segundo juega más habitualmente como central o lateral derecho. Tendría que jugar a pierna cambiada y no ofrecería tanta proyección ofensiva, pero es un seguro de vida. Le ha tocado poner a funcionar la cabeza al técnico verdiblanco.

La otra duda que a buen seguro tenga José Alberto estará en la delantera. Matheus ha sido el elegido las últimas semanas pero hay que tener en cuenta que Sekou estaba lesionado. Ahora ya no lo está y, para colmo, hay un chico nuevo en la oficina. Roko Baturina está en la convocatoria y es otra alternativa más. Tiene el entrenador cuatro jugadores para un puesto en el que sólo juega uno, por lo que se va a encontrar con un problema a la hora de gestionar esa situación. Más aún cuando, de partida, no parece haber ninguno que sobresalga demasiado sobre los demás. Lo que ha intentado el club es añadir una mayor competencia para que todos se pongan las pilas. Ya es hora de que los puntas aporten goles con mayor frecuencia. Lo necesitan ellos pero, sobre todo, lo necesita el quipo. Más aún, cuando hoy se medirán a un rival que, sobre todo, se ha hecho fuerte en defensa desde la llegada de David Gallego al banquillo.