Fue uno de los episodios más notables de una temporada del PGA Tour. Jon Rahm, tras salir del green 18 al terminar su tercera ronda en Muirfield Village, se llevó la cabeza a las manos después de que los oficiales del torneo le hablaran. Su caddie apartó a un equipo de cámaras que perseguía lo que evidentemente era una noticia de última hora. La simple deducción era que a Rahm le habían dicho que alguien cercano a él estaba gravemente enfermo; o algo peor.

Según trascendió, Rahm había dado positivo en la prueba de Covid-19. Había sido un proceso complejo, instigado al ser identificado como contacto de alguien que tenía el virus al comienzo de la semana del Torneo de los Caídos. Su participación había terminado.

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El hecho de que el español mantuviera una ventaja de seis golpes al final de la tercera ronda añadió la capa clave de dramatismo. Si se buscaba con ahínco, muy con ahínco, se podía descubrir la preocupación por la salud de Rahm, de su joven familia o del individuo con el que había estado antes cerca.

Las casas de apuestas, que no desaprovechan una buena crisis y a pesar de los vaivenes del golf profesional, pagaron por una victoria de Rahm y recibieron los aplausos de las relaciones públicas que siguieron.

"La forma en que respondemos a un contratiempo nos define como personas", dijo Rahm, al parecer poco dado a los eufemismos. Ha perdido la oportunidad de conseguir su decimotercera victoria profesional, algunos puntos de la FedEx Cup y un aumento de los ingresos del PGA Tour de 26 millones de dólares a causa de un virus que, en el último recuento, estaba relacionado con la muerte de casi cuatro millones de personas: Los "contratiempos" son relativos.

Cuando el mundo del golf se fijó en el dramático episodio de Rahm en Ohio, hubo algunas tomas extraordinarias. "Jon Rahm debería jugar [el] domingo", dijo Jimmy Walker, el campeón de la PGA estadounidense de 2016. "Por sí mismo si es necesario. Y punto. No puedo apoyar esta decisión".

Walker añadió que la gente debería "gritar" al gobierno y a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), a los que citó como culpables de alguna manera. El daño a la reputación del PGA Tour si Rahm, que dio positivo en la prueba Covid-19 y no se consideró totalmente vacunado según las normas que debía cumplir, hubiera completado este aburrido evento habría sido, con razón, épico.

Hay que tener en cuenta que el golf, incluido el PGA Tour, ha sido -si el término no es de mal gusto- una historia de éxito en este mundo dominado por la pandemia. La situación de Rahm es tan inusual como desafortunada, pero muestra un compromiso con los protocolos que muchos, incluido Walker, creen que debería pasar a la historia. Otros quieren un nivel de normalidad dentro del deporte profesional que, sencillamente, no es posible y puede que no lo sea todavía durante algún tiempo. La retirada de Rahm lo ha reforzado.
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