28.04.2024 |
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ENRIQUE RODRÍGUEZ CAL

‘Dacal’, la gesta del indestructible medallista que ahora lucha contra la ELA

El deportista está librando su batalla contra la ELA, la enfermedad que le devasta mientras le  demuestran cariño

El boxeador español Enrique Rodríguez Cal (d) en una imagen de archivo de su combate contra el norteamericano Armstrong, al que venció por puntos, en la categoría de los pesos ""semimoscas"". EFE/svb.
El boxeador español Enrique Rodríguez Cal (d) en una imagen de archivo de su combate contra el norteamericano Armstrong, al que venció por puntos, en la categoría de los pesos ‘semimoscas’. / EFE / svb
‘Dacal’, la gesta del indestructible medallista que ahora lucha contra la ELA

El boxeador asturiano Enrique Rodríguez Cal «Dacal», ganador de la única medalla lograda por España en los Juegos de Múnich’72, ha dicho a EFE que guarda un recuerdo absolutamente «indestructible y eterno» del momento en el que alcanzó el bronce en la cita olímpica.

Cuando se cumplen este viernes 50 años de la ceremonia inaugural de aquellos Juegos, el deportista está librando su batalla contra la ELA, la enfermedad que le devasta mientras se acumulan las muestras de cariño a una figura muy querida y admirada, tantas que queda «asombrado».

Aquel hito supuso un cambio inmediato en la vida de Dacal, que le llevó a compartir en la Villa Olímpica una partida de billar con Julio Iglesias después de que el cantante se interesara por conocer al ganador de la medalla olímpica para España, y a ser el abanderado español en Montreal’76, donde coincidió con la gimnasta Nadia Comaneci, entonces una niña rumana de 14 años que se aupó al estrellato al puntuar el primer 10 en la historia de la gimnasia.

Dacal (Candás, 17 noviembre de 1951) compitió en la categoría de peso Minimosca (48 kilos) en las citas olímpicas de Múnich 72 (3ª) y Montreal’76 (17ª). Además en el boxeo aficionado obtuvo el bronce en el Campeonato mundial en 1974 y la plata en el Europeo de 1975.

«Por eso fue tan importante», ha dicho Dacal al recordar la gesta que le convirtió en el único medallista de la delegación olímpica española, integrada por 123 deportistas -118 hombres y 5 mujeres- que compitieron en Múnich, que supuso la décima medalla en el ránking olímpico para el equipo nacional.

El asturiano recuerda que los cinco boxeadores españoles seleccionados para los JJOO se encontraban jugando al billar en la villa olímpica cuando vieron que se les acercaba el cantante Julio Iglesias, quien preguntó: «¿Quién es ese español que ganó la medalla?»; tras el saludo, compartieron partida con el artista.

Los JJOO del 72 pasaron a la historia por el atentado de un comando palestino contra la sede del equipo de Israel que dejó once víctimas en la villa olímpica.

«Nosotros no nos enteramos prácticamente de nada, cuando bajamos a desayunar vimos que algo había ocurrido pero no sabíamos; vimos muchos soldados con metralletas y no nos dejaron entrar al comedor, el seleccionador habló con un señor y tuvimos que volver a los apartamentos sin desayunar. La competición quedó suspendida durante tres días, aunque tuvimos la suerte de que se reanudó, ya con muchas más medidas de seguridad», ha rememorado.

De los deportistas españoles de aquella época, Dacal se declara admirador del atleta Mariano Haro, al que consideraba el «mejor que había en España», mientras que en la actualidad se confiesa devoto de Rafa Nadal, hasta el punto de incluir el día que le conoció como uno de los «tres grandes momentos» de su vida deportiva, junto al de la consecución de la medalla olímpica y su desfile como abanderado en Montreal 76.

«Considero a Rafa Nadal como el mejor deportista español de la historia; más todavía con lo que ha hecho en los últimos tiempos», ha abundado Dacal, quien agranda la figura del mallorquín por las cualidades humanas, con esa personalidad «tan sencilla como muestra su forma de hablar y de vestir».

El asturiano ha explicado que el sobrenombre de Dacal, durante mucho tiempo Dacal II, se debe a que tenía un hermano -Avelino-, 7 años mayor que él, que también era boxeador, y sin el cual nunca habría llegado a ser medallista olímpico, «ni siquiera» púgil.

«Le acompañaba cada día, le llevaba la bolsa de entrenamiento recorriendo tres kilómetros y, al mismo tiempo, le veía entrenar», ha revelado.

Dacal contextualiza el logro de la medalla conseguida en Múnich en la memoria familiar y en un periodo en el que la comunicación estaba muy alejada de la que existe en la actualidad. Así, recuerda: «Cuando gané la medalla, mi hermano iba a un entierro con mis padres, le dio por encender la radio y dijo, vamos a ver si tenemos suerte y dicen algo de Jose -así le llamaban-, y justo estaban narrando mi combate, y cuando me dieron ganador, bajó del coche y dio unos gritos que no sé hasta dónde se encucharían».

Cuando Dacal llegó al aeropuerto de Madrid procedente de Múnich empezó a percibir que «algo había cambiado» en su vida. «Nunca hasta entonces me habían pedido un autógrafo, salvo algunos amigos», ha subrayado el medallista, al que el entonces presidente de la Federación Española de Boxeo le pidió que sacara la medalla que llevaba en la maleta y se la colgara del cuello.

Tanto deseaba llegar a Asturias que no quiso esperar a que saliera el primer avión para la región y cogió el tren más inmediato disponible. «Al final, igual tardé mucho más», ha bromeado Dacal, quien conserva grabado a fuego «aquel maravilloso recibimiento en Oviedo, con voladores, por parte de un centenar de personas de Avilés bajo la organización de su club de toda la vida, la Asociación Atlética Avilesina.

Cuatro años más tarde, el abanderado de España en Montreal 76 revive aquella ceremonia como «algo indescriptible» por las sensaciones de entrar al estadio olímpico «portando la bandera nacional», dice, «seguido de toda la representación de tu país ante un aforo de 80.000 espectadores, casi sintiéndote el jefe (se ríe) y se entremezclaba el nerviosismo con sentirme orgulloso».

Para Dacal el recuerdo más impactante de los Juegos Olímpicos de Montreal se fija en la entrada en estadio, ya que «deportivamente la cosa salió mal».

«Se me rompió una ceja y quedé eliminado».

Dacal se siente un privilegiado por los cuidados que sus dos «maravillosas» hijas le proporcionan en su lucha contra la ELA, la enfermedad sobre cuya investigación ensalza el trabajo que lidera el exentrenador Juan Carlos Unzue, y a la que el asturiano planta cara sometiéndose a nuevas pruebas, sobre las que bromea con actuar un poco a modo de «conejillo de Indias», mientras asimila la atrofia que afecta a su mano izquierda y percibe algunos síntomas en la derecha.

«Solo pido tener una muerte digna y no morir de dolores», ha dicho.

El próximo 10 de septiembre, cincuenta años y dos días después de que lograra la medalla de bronce en Múnich -8 de septiembre de 1972-, Dacal inaugurará el busto en su honor en Llaranes (Avilés), obra del artista asturiano Favila.

«Fue muy emotivo conocer a Favila. Al caer enfermo vine a vivir a casa de mi hija, desde la que cada día veo las obras que se llevan a cabo en el polideportivo para colocar el busto; me encanta pasar en mi silla de ruedas y ver que es en mi honor», ha comentado.

«Dacalín», como popularmente es conocido en su tierra, alcanzó la gloria olímpica como boxeador con 1,55 metros de estatura y se ganó el cariño de quienes le conocieron a lo largo de más de medio siglo, convirtiéndose en un ícono del olimpismo y de la grandeza humana, reconocimientos que, junto a la frágil salud, le llevan a «llorar con mucha facilidad».

«Todas las noches veo en mi mesita la medalla olímpica, que sigue brillando como el primer día», ha concluido Dacal sobre el que considera «un recuerdo que no se puede olvidar».

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