Carmen Calvo, ex vicepresidenta del Gobierno, ha anunciado su decisión de renunciar a su acta como diputada del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el Congreso de los Diputados.

La decisión de Calvo llega tras una serie de discrepancias públicas con algunas de las medidas impulsadas por el Gobierno de Pedro Sánchez, especialmente en lo referente a la Ley Trans, una legislación que ha generado división dentro del propio partido. Notablemente, Calvo rompió la disciplina de voto del grupo socialista al abstenerse durante la votación de dicha ley en el Congreso, marcando una clara distancia con la línea oficial del partido.

Este gesto de disidencia no fue un hecho aislado, sino el clímax de un periodo de creciente tensión entre la ex vicepresidenta y ciertos sectores del partido, especialmente en torno al enfoque y dirección del feminismo dentro del PSOE. La salida de Irene Montero del Ministerio de Igualdad fue otro punto de inflexión para Calvo, quien se declaró públicamente como "la segunda persona más contenta de toda España" por el cambio de liderazgo en el departamento, anticipando una vuelta al "feminismo de la igualdad" bajo la batuta del socialismo.

La renuncia de Carmen Calvo no solo abre interrogantes sobre la cohesión interna del PSOE, sino que también refleja las tensiones inherentes a la gestión de la diversidad de visiones dentro de un mismo partido político. Su partida es vista por analistas como un indicativo de los retos que enfrenta el partido en su intento por equilibrar una amplia gama de posturas y enfoques, especialmente en temas tan polarizados como los derechos trans y el feminismo.

Aunque la noticia ha sido recibida con sorpresa, Carmen Calvo deja tras de sí una carrera política marcada por su firme defensa de sus convicciones y su contribución a la política española. La ex vicepresidenta no ha anunciado sus planes futuros, pero su salida del Congreso marca sin duda el fin de una era y el inicio de un nuevo capítulo tanto para ella como para el PSOE.

(En ampliación)