El presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda Valenzuela, de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y del Principado de Asturias, Adrián Barbón Rodríguez, lideraron está semana el encuentro del Corredor Atlántico Noroeste bajo el lema ‘Una estrategia conjunta para un proyecto común’.  ¿Y dónde estaba estos días el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla? De fiesta en un programa de televisión celebrando sus 80 años.  

Porque para el presidente regional, esta conexión ferroviaria, que uniría el oeste de Europa con el centro a través de una red que discurriría por las comunidades del norte peninsular, no le interesa. Ya lo dejó claro el jefe del Ejecutivo regional cuando dijo “que no nos hablen de Galicia y Asturias. No nos dispersemos con conexiones que no van a ningún sitio. Cantabria tiene su mapa ferroviario perfectamente diseñado y nuestra dependencia económica está en otra parte». 

Y es que, Revilla ‘descolgó’ a Cantabria de este proyecto en 2017, porque, a su juicio, el futuro tren rápido entre la región y la meseta ya integrará a Cantabria en el corredor Atlántico, una apuesta arriesgada, ya que de momento a esta conexión le queda mucho por andar.  

Por eso, ahora la opción que defiende Revilla para poder seguir vendiendo a los cántabros la esperanza de unas conexiones ferroviarias de calidad es la unión a través de Bilbao. Otro brindis al Sol: ha sido la propia Comisión Europea la que ha dicho “no” a la inclusión de la conexión Santander-Bilbao en el Corredor Atlántico, una negativa que abundará en la desconexión de Cantabria de las grandes infraestructuras ferroviarias. 

La realidad es que Cantabria llega tarde. El Gobierno de Zapatero no incluyó a Cantabria en el diseño de red ferroviaria que presentó a la UE para las próximas décadas y los posibles proyectos en la región han quedado relegados al lejano 2050. Tras ese fiasco del Gobierno socialista de entonces y el poco interés mostrado por el Ejecutivo de Revilla en esa época para que la comunidad fuese incluida, ahora a Revilla, con las elecciones cercanas, le entran las prisas.  

Por eso, el presidente regional viajó a finales del pasado año a Bruselas, en un fútil intento porque las autoridades europeas reconsiderasen la decisión de que Cantabria fuese incluida en sus planes. Pero, para desgracia de Revilla, estos apaños de última hora no son de uso común en la UE. Desde Europa ya se ha informado de que los proyectos no están abiertos a los antojos políticos del momento y que el apoyo del Gobierno nacional a sus pretensiones, a través de mera carta, tampoco hará variar los planes que llevan años diseñándose.  

Tras décadas al frente del Ejecutivo regional, con el mensaje permanente durante estos años de la importancia de mejorar las conexiones ferroviarias de la Cantabria, la realidad de la gestión de Revilla es que la región está al margen de los planes de las comunidades vecinas para lograr un corredor de tren que impulse las economías de sus territorios, el proyecto del tren rápido con Madrid se encuentra dando sus primeros pasos y la conexión Santander-Bilbao se antoja bastante improbable. Revilla no solo no ha logrado paliar el déficit que históricamente ha padecido Cantabria en las conexiones con el resto de los territorios, si no que mientras las demás comunidades avanzan y mejoran sus redes de comunicación, la región permanece anclada y aislada.