La muerte de Alexéi Navalni, el prominente opositor político ruso, ha desatado una ola de controversias y contradicciones en torno a las circunstancias que rodean su fallecimiento. El Kremlin, por su parte, ha optado por desvincularse de cualquier responsabilidad, dejando la explicación oficial en manos de las autoridades penitenciarias, quienes han atribuido el deceso al "síndrome de la muerte súbita".

Sin embargo, la familia de Navalni y sus allegados han manifestado su escepticismo ante esta versión oficial, señalando inconsistencias en el relato de los hechos. La madre del disidente, Liudmila Navalnaya, fue impedida de ver el cuerpo de su hijo en la cárcel donde estaba recluido, y posteriormente se le informó que los restos habían sido trasladados a otra localidad sin su consentimiento.

Por su parte, funcionarios del Comité de Investigación ruso han comunicado al abogado de Navalni que aún no se ha determinado la causa exacta de su muerte, generando más incertidumbre en torno al caso. Mientras tanto, el entorno del opositor ha denunciado activamente lo que consideran una estrategia para encubrir un posible envenenamiento y eliminar pruebas incriminatorias.

Las protestas en Rusia como respuesta a la muerte de Navalni han sido duramente reprimidas, con la detención de al menos 110 personas en diversas ciudades del país. A pesar de las advertencias del gobierno ruso, los ciudadanos han expresado su descontento depositando flores en memoriales improvisados en homenaje al difunto líder opositor. La viuda de Navalni, Yulia Navalnaya, ha prometido continuar la lucha contra el régimen de Vladimir Putin, mientras que las sospechas sobre un posible asesinato planificado persisten entre sus seguidores y la comunidad internacional.