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El Diario de Cantabria

TALAVERA 1-1 RACING

Un líder sin mando

El Racing se dejó dos puntos en Talavera aunque se mantiene en lo más alto de la tabla | Pablo Torre volvió a marcar un gran gol que fue igualado por otro de Rodrigo | El conjunto cántabro estuvo a punto de regalar la victoria a su rival

Íñigo, intentando frenar el avance de Toño Calvo. / real racing club
Íñigo, intentando frenar el avance de Toño Calvo. / real racing club
Un líder sin mando

Quiso ganar con la ley del mínimo esfuerzo el Racing en Talavera y casi vuelve en camilla y con el ojo morado. Sólo la inoperancia de su rival dentro del área cántabra y otro primer tiempo de altos vuelos de Pablo Torre salvaron al conjunto cántabro de volver a casa con una nueva paparda para la historia de la entidad, ya que el partido no pudo ser más pobre por su parte. Salir a jugar sabiendo que el Deportivo sólo había empatado invitó a pensar que aparecería con el cuchillo entre los dientes para aprovechar la oportunidad de poner tierra de por medio, pero lo que hizo fue relajarse en exceso tras adelantarse y conformarse con el punto después de encajar el 1-1. No siempre se puede ganar pero también es cierto que hay que hacer mucho más para conseguirlo, ya que aquí nadie regala nada y menos aún un rival que jugaba con el agua al cuello y que, en definitiva, mereció llevarse mucho más del punto que se quedó.

Fue el Racing un equipo que poco tuvo que ver con el que había jugado en Salamanca quince días antes y mucho menos con el que se midió al Real Unión siete días atrás. Esta vez, fue superado táctica y futbolísticamente por su oponente, que realizó las variaciones justas para desajustar al conjunto cántabro. Colocó el entrenador local a Pichín en punta y con su endiablada velocidad y su constante caminar sobre el alambre del fuera de juego sumió en un mar de dudas a la retaguardia verdiblanca. Ésta no se mostró fiable, sino repleta de imprecisiones que, sobre todo con el balón en los pies, acabaron regalando ocasiones de gol a su oponente que le podrían haber permitido darse todo un homenaje. Lo que pasa es que a un equipo que está en posiciones de descenso le suele faltar talento arriba.

Las grandes oportunidades del Talavera para haberse quedado con todo el botín partieron de regalos con lazo y buenos deseos. Comenzó Unai Medina vistiéndose de ratoncito Pérez al pasar el balón a un rival al sacar una falta en el medio campo. Fue como si, por un momento, su cerebro hubiera pasado a no diferenciar los colores y pensara que un tipo vestido de blanco y azul era su compañero. Y no lo era. Fue así cómo, al cuarto de hora de juego, el conjunto manchego construyó su primer ataque con intención cogiendo a todos con el pie cambiado. Apareció Pichín para hacer el primer lío a la zaga cántabra y, tras dos recortes en la esquina del área, disparó a la base del palo para que detuviera Parera. Sólo unos segundos después le anularían un gol por claro fuera de juego, pero ya se había puesto sobre la mesa la principal carta que iba a utilizar el bando local para inquietar al todopoderoso líder.

Fue un inicio de contienda con claro color talaverano. Víctor Cea, el entrenador del conjunto anfitrión, había adelantado la posición de Vicente, habitual central, para dar mayor presencia física y de contención al medio campo y, de paso, intentar atar en corto al hombre de moda en la categoría. Y lo consiguió porque Pablo Torre tardó en soltarse la coleta y, sobre todo, porque su presencia ayudó a que los suyos salieran vencedores de buena parte de los duelos. Y eso, en un partido que tardó más de media hora en asentarse, tuvo un valor importante.

Íñigo y Fausto Tienza estuvieron ausentes en la batalla de la zona ancha. De hecho, al Racing no le duró apenas el balón y, aunque el Talavera parecía tener más intención, tardó en levantar un ataque con criterio. Lo malo fue percibir que el campo estaba inclinado hacia la portería de Miquel Parera. El resultado fue un pobre espectáculo de mucho nervio en el primer tercio de encuentro. Fernández Romo había apostado por jugar con dos cuchillos por las bandas con Soko y Camus para intentar ensanchar el terreno de juego e impedir que hubiera un atasco por dentro y fue por ahí por donde comenzó a encontrar aire el conjunto cántabro.

Los mejores momentos del Racing llegaron, curiosamente, tras la primera jugada trenzada y elaborada de todo el partido. La firmó el Talavera justamente a la media hora de juego. Pura paradoja. Justo cuando parecía que los hombres de Cea se iban a imponer con la posesión, cayeron en la trampa porque perdieron la pelota cerca del área racinguista y, a partir de ahí, el conjunto cántabro armó una tremenda contra en dos pases que comenzó a cambiar el encuentro.

Como es habitual, Pablo Torre se había dejado caer constantemente a la banda izquierda, lo que también había hecho que el juego ofensivo de los suyos fluyera por allí. Eso perjudica a Soko pero permite a Camus frotarse las manos. De hecho, a los siete minutos ya había conectado el santanderino con el de Soto de la Marina, pero el remate del primero, dentro del área y bien habilitado gracias a la asistencia de su compañero, le cogió con la pierna mala y el balón se fue desviado. Mejor posicionado estaba cuando el ‘diez’ verdiblanco cogió ese balón a la media hora de juego tras la recuperación en campo propio para echarse a correr y tocar la corneta. Lo primero que se aprende en una escuela de fútbol es que la pelota viaja más rápido que cualquier jugador y por eso el próximo futbolista del Barça buscó rápidamente a su compañero de cantera.

Camus se vio en la situación soñada, habiendo ganado por velocidad y habilidad la posición a su defensor y entrando en el área bien perfilado para rematar con la zurda, pero lo cierto es que su remate fue desviado por una retaguardia rápida y contundente, nada que ver con la que había encajado cinco goles en Los Campos de Sport. Aquella acción cambió el encuentro y Pablo Torre empezó a aparecer mucho más, lo que siempre agradecen los suyos. Hasta que sacó la varita mágica. Lo hizo en la zona de medios y bien pegado a la banda derecha. Controló el balón y en seguida le encimaron tres rivales, a los que dejó vendidos con su control, su giro, su recorte y su movimiento de futbolista de otra categoría.

La perla de Soto de la Marina encontró a Íñigo y éste, con un amplio pasillo por delante generado, precisamente, por el poder de atracción de Pablo Torre, avanzó metros hasta asistir a Marco Camus, que esperaba el balón en la banda izquierda. Éste levantó la cabeza y se hizo una idea de cómo estaban puestas las piezas sobre el tablero. Dentro del área esperaban Cedric y Soko pero por detrás venía corriendo como un obús y con un saco de fe a cuestas el ‘diez’ verdiblanco. Ningún integrante de la defensa local le esperaba, pero Camus sabía que iba a llegar al lugar preciso a la hora adecuada. El tren de las tres y diez nunca se retrasa. Por eso puso el balón en el corazón del área para que el media punta cántabro llegara en cohete y se lanzara a cabecear con enorme criterio, potencia y colocación ese balón convertido en gol.

La afición cántabra estaba colocada justamente en ese fondo y Pablo Torre fue a celebrarlo con ellos. Con gestos, les recordó que él seguía aquí y que aquí iba a seguir hasta final de temporada para liderar el ascenso. Desde la grada le tiraron un sombrero verde y él se lo puso, lo que castigó el árbitro con una cartulina. Hay que ser poco futbolero para hacer algo así y, sobre todo, ser poco consciente del esfuerzo que habían hecho todos esos seguidores para estar allí. Nunca hubo acercamiento a la grada porque era imposible físicamente al estar elevada, pero esa amarilla ya no se la quita nadie.

Siete días atrás, ponerse por delante del Real Unión no había frenado al Racing, que constantemente buscó un gol detrás de otro durante el primer tiempo, pero ayer no. Invadió al equipo un cierto conformismo o una sensación de inseguridad que le invitaba a pensar que el trabajo ya estaba hecho y que el Talavera no le iba a inquietar. Y quizá habría sido así si no llega a ser porque se dio continuidad a la vorágine de regalos en campo propio.

No hubo defensa ni medio centro que ayer estuviera fino con el balón en los pies. Poco antes del empate, un cúmulo de despropósitos al intentar sacar el balón desde atrás terminó con un regalo de cabeza de Fausto Tienza que ya rondó el empate. Ya cuando éste campaba en el marcador, un regalo de Pol Moreno permitió a Pichín, tras asistencia de Ceberio, que creció entre líneas durante todo el segundo tiempo, disfrutar de un mano a mano que acabó con el balón rozando el palo. Con todo, la más gorda fue obra de Álvaro Mantilla a los 94 minutos. El canterano, que vio la quinta amarilla, se lanzó a una absurda aventura individual a esas alturas de encuentro con la que perdió el balón siendo el último hombre permitiendo de nuevo a Pichín plantarse solo ante Parera, pero de nuevo perdonó el delantero.

Esa lamentable acción con la que se cerró el encuentro estuvo a punto de consumar una remontada que el Talavera había merecido en el segundo tiempo. El Racing sólo inquietó con un lanzamiento esquinado de Pablo Torre que buscó una maravilla que envió fuera el balón por poco. Aquello fue una excepción. A Camus se le acabó la gasolina y a Soko le sacó del partido Góngora, el veterano lateral del equipo local. El medio centro siguió sin aparecer y tampoco lo hizo apenas el de Soto de la Marina. Fue el Talavera quien tuvo el balón y, quizá con el fin de recuperarlo, metió Fernández Romo a Borja Domínguez y a Arturo, pero en seguida llegó el gol del empate.

Si el 0-1 había sido para enmarcar, el 1-1 estuvo a la altura. Rodrigo, que ya lo había intentado previamente sin suerte, lanzó un misil lejano que sorprendió a todos los presentes. Le acosó Borja Domínguez y Satrústegui se colocó frente a él a una distancia prudencial, pero el balón se fue hacia dentro con una trayectoria milimétrica, pasando por encima de un desorientado Parera y firmando una bajada repentina con la que abortó las leyes de la geométrica.

El Racing se había quedado un tanto desnudo por la necesidad de reaccionar sin contar ya con Pablo Torre, Soko o Camus. Fernández Romo realizó un cambio extraño en él, que fue quitar a Fausto Tienza para situar a Borja Domínguez junto a Íñigo y dar entrada a Yeray. Lo intentó éste pero sin fortuna. No tuvo capacidad de reacción el líder mientras que cerca estuvo por dos ocasiones de regalar el premio gordo a su rival. Al final, la inoperancia ofensiva de éste dejó el empate como estaba, por lo que todo sigue igual en lo más alto de la tabla. Uno se puede conformar con esto y otro llorará por la oportunidad desaprovechada.

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