25.04.2024 |
El tiempo

Una resaca de las gordas

El Racing no tuvo capacidad competitiva en Tudela y puso fin a una racha de 19 jornadas sin perder | Al cuarto de hora ya perdía 2-0 y antes del descanso 3-0 | Intentó reaccionar en el segundo tiempo, pero se mostró incapaz

Los jugadores del Tudelano,, haciendo el pasillo al Racing al salir al césped del Ciudad de Tudela.
Los jugadores del Tudelano,, haciendo el pasillo al Racing al salir al césped del Ciudad de Tudela.
Una resaca de las gordas

Las peores resacas son con calor. Despiertas y, tras intentar recordar lo hecho el día anterior y hacer repaso de lo sucedido para averiguar si hay algo de lo que avergonzarse, te levantas, abres la persiana y el sol te da un sopapo en la cara. Tienes sed pero no te entra el agua, maldices haber perdido un día de playa por levantarte a las dos y no hay nada que echar a los macarrones. Sales en busca de alguna bebida azucarada y una lata de atún y al salir del portal el bochorno te da una nueva paliza. Cuando te levantas, caminas con mirada perdida en busca de una sombra en la que poder respirar. Maldices tu vida, mentas a la madre de quien tuvo la idea de los chupitos y vuelves a casa vestido de Lawrence de Arabia abandonado en el desierto. Comes, te tomas un café bien largo, te tumbas a ver la etapa de Tour, te duchas y ya aparece una sonrisa rememorando alguna anécdota de anoche. «Qué bien lo pasamos», se te escapa. Te vistes, pones música y mandas un ‘wasap’: «Habrá que salir, ¿no?».

El Racing sabe cómo funciona. Cuando llegó a Tudela hacía más de 25 grados y cuando el balón comenzó a rodar 23, por lo que intuía lo que iba a pasar. No se podía ni mover. Le faltaban fuerzas, agua y motivación. Apareció con pereza, con una resaca de caballo y sin saber muy bien qué hacía allí para jugar un partido que no le importaba a nadie. Era un compromiso molesto y en seguida se le notó ese perezoso caminar en mitad de una ancha calle donde no había oxígeno. La resaca por todo lo vivido en la última semana se hizo demasiado presente y no se encontró en condiciones de competir contra un equipo que, aunque ya se sabía descendido, tenía la ilusión por ganar a un grande ante su gente. Los jugadores del Tudelano no habían estado de fiesta, sino de funeral, y eso deja tocada la cabeza, pero intactas las piernas. Y aprovecharon la ocasión para darse un gustazo. Ya podrán decir toda su vida que hubo un día en el que golearon al Racing.

Actuó el conjunto cántabro con la impotencia de Indurain en las primeras rampas de Hautacamp en el Tour del 96 pero sin la posibilidad de retirarse como sí tuvo el navarro en la Vuelta de ese mismo año camino de Los Lagos de Covadonga. Tuvo que llegar al noventa y aquello se convirtió en toda una tortura, en el peaje a pagar por la enorme fiesta de hace siete días y todo lo sucedido en una semana en la que ni se ha mencionado al Tudelano. Lo intentó Fernández Romo, pero él mismo reconoció que había sido complicado. La semana más bonita había sido también la más difícil a la hora de trabajar. Y eso se notó sobre el terreno de juego. Quiso jugar el Racing al ralentí pero delante tenía un equipo que, a pesar de sus miserias, sí partió con el motor bien revolucionado. Por eso al cuarto de hora ya había marcado dos goles.

Puede ser hasta humano que, después de 19 jornadas al máximo nivel y sin conocer la derrota, después de que el equipo verdiblanco haya mostrado la dureza mental necesaria durante meses para mantenerse al margen de todo el ruido de fuera, cundiera la relajación absoluta. No estaba preparado el Racing para dar ayer la cara y se la partieron. Le marcaron tres pero le podían haber marcado más. Caballero anotó dos pero se pudo haber puesto las botas. Los hombres de Romo sólo preguntaban por la hora y rezaban por que se marchara ese maldito sol y subirse cuanto antes al autobús para volver a dormir y hoy levantarse en mejores condiciones de, por lo menos, dar una mejor imagen el próximo domingo en casa contra el Valladolid Promesas. Será el último día en Los Campos de Sport, así que habrá que estar a la altura. Ninguna resaca dura tanto.

Fernández Romo introdujo en el once más novedades de las previstas. Respecto al que consumó el ascenso hace una semana, hubo seis caras nuevas. Más de medio equipo. Y eso siempre se nota porque supone la repentina aparición de muchos futbolistas poco habituados a jugar de manera frecuente y con el motor bien activado. Y ni mucho menos se les puede culpar a ellos de lo sucedido porque, de hecho, fue uno de ellos, Marco Camus, quien al menos aportó un poco de ímpetu al juego para que su equipo tuviera, al menos de vez en cuando, presencia en el área rival.

Entre los que se quedaron en el banquillo estuvo Pablo Torre. Su sustituto fue Manu Justo para dar lugar a un dibujo más cercano al 4-4-2 que al 4-2-3-1 que apenas ha negociado Fernández Romo a lo largo de todo el curso. Y no es algo que le haya venido bien al conjunto cántabro porque se abre demasiado espacio entre la sala de máquinas y el ataque. Quizá por eso ayer no tuvo nunca muy claro qué hacer con el balón ni fue capaz de llevárselo a la gente de ataque. Cedric fue una isla, un tipo que la pedía como un náufrago puede pedir un botijo en medio del océano. Soko, como en los cuatro partidos anteriores, ya sacó un centro cuando no se había cumplido un minuto, pero poco más apareció. Fue Camus quien más ambición mostró, quien más dispuesto se mostró a aprovechar la oportunidad, pero nadie le acompañaba. El único que hacía goles y el único que llegó al área de manera regular, al menos durante el primer tiempo, fue el Tudelano.

Durante esos primeros 45 minutos, el Racing apenas cruzó la línea de medios. Lo perdía todo. Llegaba tarde a donde tenía que ir, perdía los duelos y convirtió el partido en un duelo entre un resacoso y un máquina que ha puesto el despertador a las ocho para salir a correr. Por eso el Tudelano ni se creía las facilidades que estaba encontrando. Los autores de los tres goles remataron solos en el área. Si hubieran pegado un grito habrían oído el eco. El campeón le puso una alfombra roja y le dijo toma, haz lo que quieras, que yo no estoy para nadie.

Cinco minutos tardó en adelantarse el Tudelano, que olió sangre y cogió la cuchara. El centro llegó por su banda derecha, con Camus defendiendo a la altura del área y encimando al centrador, que logró su objetivo metiendo un balón a Iván López en el primer palo y completamente solo. Lo hizo de primeras y perfecto, elevando la pelota hacia la escuadra bajo la sorpresa de Lucas Díaz. Sólo once minutos más tarde, la acción, como la del 3-0, nació por el otro costado. Ambos goles fueron de Caballero, que mostró una enorme capacidad de remate. En el primero, golpeó de primeras y sin ningún jugador del equipo cántabro a un kilómetro a la redonda, un buen pase al que dio continuidad enviando el cuero a la base del palo. El que cerró la cuenta, a cuatro del descanso, fue un cabezazo tras un increíble centro que, tras dar al segundo palo, entró a la cazuela.

El bochorno era evidente, el Racing estaba dispuesto a firmar el 3-0 con tal de que pudiera volver otra vez para casa. Si se paraba a pensar en todo lo vivido en los últimos días, a buen seguro que se le escaparía una sonrisa, pero ayer sólo quería volver a la cama. Porque el Tudelano incluso pudo marcar más. En el 33 tuvo Iván López un cabezazo claro que se fue alto y sólo un puñado de segundos después hubo un pequeño barullo en el interior del área pequeña del Racing que primero Mantilla y después Bobadilla sacaron sobre la línea de gol. En el 44, tuvo que intervenir Lucas Díaz para impedir que Caballero, que se pudo ir a descansar con cuatro en su cuenta, se llevara el balón a su casa.

Se jugó casi por completo en el campo del Racing mientras que el portero del Tudelano no tuvo trabajo. De hecho, sus guantes no tocaron la pelota hasta los primeros segundos de la reanudación, cuando el equipo verdiblanco dio ciertos síntomas de amor propio y de querer pelear, cuando menos, el maquillaje del resultado, pero fue sólo el ímpetu posterior a la charla del vestuario. Nada más. Porque quiso Fernández Romo dar un lavado de cara a su equipo con tres cambios en el descanso, pero no sirvieron parea demasiado.

Quitó el entrenador madrileño a Soko para que Camus pasara a la banda derecha y por la izquierda se situara Javi Vázquez. Quitó también a Manu Justo para que jugara Jack Harper mientras que también apartó a Mantilla para devolver a Unai Medina. Y lo primero que hizo el Racing fue un rápido ataque culminado con un buen centro del andaluz rematado de primeras desde la frontal por el escocés. Era poca cosa porque no tuvo problemas el guardameta para abortar ese tímido intento, pero parecía que algo había cambiado.

Y lo que de verdad cambió fue una relajación generalizada y ya no sólo de los racinguistas. No se firmó un armisticio pero casi. Se pasó a no jugar prácticamente en las áreas consiguiendo el conjunto cántabro que no le hicieran más daño, que la resaca se fuera pasando a base de zumo de tomate y meterse en la cama antes incluso de que se fuera el sol para que mañana fuera otro día. Porque, al final, lo mejor de las resacas es que al final se pasan e incluso se olvidan. Las juergas no. Las juergas se quedan para siempre.

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