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El Diario de Cantabria

El Racing ha vuelto a casa

Afición racinguista, en Los Campos. / RRC
Afición racinguista, en Los Campos. / RRC
El Racing ha vuelto a casa

El Racing ha vuelto casa. Como hiciera el hijo pródigo, hace un tiempo pidió la parte de la herencia que le correspondía y se marchó muy lejos. A su padre le apenó pero siempre confío en su retorno, por lo que cada tarde miraba al horizonte ansiando la aparición de su figura. Y un día la vio venir por el camino de las almas perdidas. Arrepentido y escarmentado por lo mal que le habían ido las cosas lejos de sus raíces, el joven decidió volver y su padre ordenó matar a su mejor cordero y vestir al retornado con sus mejores trajes para celebrar una fiesta. A su otro hijo, el mayor, el que siempre se había mantenido fiel y se había quedado en el hogar, no le sentó bien. Su padre se lo explicó: «Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida». ¿Qué mayor motivo de celebración puede haber? Por eso el racinguismo está de fiesta, porque su equipo ha vuelto a El Sardinero.

La vuelta a casa ha supuesto habitualmente la recuperación de la infancia, del paraíso perdido, de un espacio donde, generalmente, se ha sido feliz. No todos han tenido esa suerte de crecer en un contexto agradable y de cierta seguridad, pero el Racing sí. Sobre todo, desde la guerra abierta hace una década, cuando desde abajo se consiguió expulsar a los que parecían empeñados en liquidar el club. La miseria une mucho y tener un enemigo común más todavía. Desde entonces, la comunión con la grada ha sido un elemento fundamental de la trayectoria verdiblanca y las actuaciones como local han sido la base de los mejores momentos del equipo. De hecho, sus últimos ascensos contaron con el elemento común de convertir El Sardinero en un fortín y los descensos con el de no conseguir hacerse verdaderamente fuerte en casa. Por eso para invertir este círculo vicioso había que comenzar, fundamentalmente, por volver a El Sardinero.

En toda la primera vuelta, el conjunto cántabro ganó un solo partido en casa. Fue el doce de octubre contra el Zaragoza. Nada más. Su rendimiento a domicilio era bueno pero le condenaba su incapacidad no sólo de ganar ante su afición, en su propia casa, sino incluso de marcar goles. Se había ido de El Sardinero, estaba desaparecido y había dejado a su afición sola. Por eso cuando llegó José Alberto reconoció que una de sus prioridades era conseguir que su equipo volviera a sus orígenes y se reencontrara con los suyos. Y, por ahora, lo ha conseguido porque ha ganado tres de los cuatro partidos en los que ha dirigido a su equipo como local y el cuarto lo ha empatado. Son diez puntos de doce. El Racing se ha reencontrado con lo mejor de sí mismo, con los días felices en los que se sentía protegido y en los que había unas reglas marcadas que había que cumplir pero en los que también disfrutaba de la seguridad de encontrarse un plato encima de la mesa a la hora de comer.

A José Alberto le dio tiempo a preparar la vuelta a casa porque tardó un mes en estrenarse en El Sardinero. Además de tener en medio el parón navideño, sus primeros partidos al frente del Racing fueron en Cartagena, Linares y Las Palmas. Quizá fue mejor así porque le dio tiempo a conocer de primera mano a la plantilla y  las posibilidades que tenía además de a preparar los mecanismos que quería articular. En el fondo, todo viaje de vuelta a casa suele ser largo y suele contar con dificultades porque quien vuelve nunca es el mismo que cuando se fue. Se ha contado muchas veces no sólo en la Biblia con la parábola de ‘El hijo pródigo’ o con el ‘Éxodo’, que cuenta la historia de Moisés guiando al pueblo desde Egipto hasta la tierra prometida, sino también en la mitología griega con las historias de Odiseo o Edipo, en ‘Alicia en el país de las Maravillas’, en el ‘El Mago de Oz’ o, en definitiva, en cualquier ‘camino del héroe’, que no deja de ser el camino a casa tras haber cumplido una misión.

REDENCIÓN. El Racing no la cumplió. Se dio cuenta de que con lo que conseguía fuera no le valía y que tenía que volver para reencontrarse consigo mismo, para volver a disfrutar y para reforzar la comunión existente con su afición, que siempre es más fuerte cuando sale satisfecha del templo. El conjunto cántabro sufrió una gran crisis existencial por culpa de una mala racha que iba camino del hundimiento pero, al igual que hace el personaje de John Wayne en ‘El hombre tranquilo’, un boxeador que no se perdonaba haber matado a un rival sobre el ring, buscó su redención volviendo a El Sardinero. El protagonista de la obra maestra de John Ford vuelve a Innisfree  y, de hecho, la película comienza con la llegada del tren en el que viaja. Las películas que comienzan así siempre anuncian la llegada de un personaje que lo va a alterar todo, que va a cambiar él mismo pero que también va a cambiar a los demás. Por eso un buen resumen de lo que se lleva escrito de 2023 debería comenzar con la plantilla verdiblanca camino del partido ante el Sporting mientras baja de los vagones que impulsa una locomotora a vapor que llena toda la escena.

Aquel día, que fue el del debut de José Alberto en El Sardinero como entrenador local, se colgó el ‘no hay billetes’ en las taquillas. El Racing había vuelto a casa y el racinguismo organizó una buena fiesta para celebrarlo. No hizo falta matar ningún cordero pero sí vestir sus mejores galas. El conjunto cántabro respondió con un gran partido y, sobre todo, un 2-0 que puso fin a sus miserias en Santander durante toda la primera vuelta. Aquel episodio tuvo su continuidad con el empate (1-1) contra el Tenerife y, sobre todo, con las victorias ante el Leganés y el Andorra por idénticos 2-1 que le han permitido poner tierra de por medio con el descenso.

A la hinchada verdiblanca no le ha dado vértigo, no le ha sucedido como al público que, según cuentan, en 1896 acudió a la proyección de los hermanos Lumiere de un corto de cuarenta segundos en el que, simplemente, se veía a una locomotora acercándose a cámara, lo que asustó a todos los presentes, que se levantaron de sus butacas y escaparon pensando que el tren iba a salir de la pantalla y les iba a atropellar. Nunca habían visto algo así.  Hay quien cuenta ahora que no fue así y que es todo una leyenda. Da igual. «Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que publicar la leyenda», concluyen en ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, otra genialidad de Ford que también empieza con la llegada de un tren y que también narra el retorno de alguien al lugar donde comenzó todo para explicarse a sí mismo e incluso el surgimiento de una nueva civilización.

La protagonista de ‘Cinco lobitos’, una de las grandes películas españolas del pasado año dirigida por Alauda Ruiz de Azua, llegó a pensar que había soltado lastre con el hogar familiar. Había huido del pueblo para convertirse en una joven urbanita y moderna con una profesión liberal y con futuro. Sin embargo, tiene un bebé, se queda sola, se le caen todas las contradicciones encima y ve que no puede afrontar lo que tiene encima sola, por lo que vuelve al nido en busca de ayuda. Allí se encuentra con las miserias de su familia pero también con la protección y el calor del que siempre fue su refugio. Como el Racing en El Sardinero. Es su templo y es consciente de que buena parte de las opciones de permanencia pasan por lo que sea capaz de hacer en casa, por conseguir potenciar la unión con el entorno y con la grada. No vale con lo que haga fuera porque hace más frío y los pasos no son tan firmes.

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