17.04.2024 |
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PONFERRADINA 0 - 0 RACING

Dos jugadores del filial sacaron al Racing de un problema en Ponferrada

Dos jugadores del filial sacaron al Racing de un problema en Ponferrada  | Tras un preocupante primer tiempo en el que la Ponferradina se adelantó, un centro de Mario García y un cabezazo de Yeray lograron el empate final

PONFERRADINA - RACING
El cabezazo de Yeray logrando el tanto de empate final./ LL
Dos jugadores del filial sacaron al Racing de un problema en Ponferrada

Cuando todo parecía perdido, cuando dio la impresión de que el Racing se iba a estampar contra sus propias limitaciones, tanto las naturales como las autoimpuestas, aparecieron dos jugadores del filial para sacar al primer equipo de un problema bien gordo. Quedaban diez minutos para el final, el equipo estaba a esas horas en posiciones de descenso, y Mario García se subió al caballo. A galopar. Ganó línea de fondo, puso un centro de cinco quilates y al corazón del área llegó en moto Yeray desde la posición de extremo derecho para cabecear con la fe de quien sabía que había llegado el momento de responder a la confianza que le ha mostrado el entrenador. Y lo hizo. Para dentro. Dos jugadores del Rayo Cantabria permitieron al conjunto cántabro salvar un partido al que había llegado con una pala para cavarse su propia tumba. Menos mal que, a base de golpes, espabiló y se reencontró a tiempo consigo mismo para arreglar mínimamente las cosas con los mejores refuerzos invernales que encontró, que fueron los que ya tenía en casa.

El Racing reaccionó a tiempo. Necesitó sentir la bota encima para hacerlo pero se fue con un punto que, visto el primer tiempo, sabe a oro. Porque sostiene José Alberto que quiere a un Racing que presione alto, que lo haga con intensidad y agresividad, que tenga el balón y acumule minutos en campo contrario, pero lo debe decir para jugar al despiste porque no es verdad. No hay ni rastro de esa valentía que dice pedir a sus jugadores. Ayer, como en Vitoria y en Santander contra el Tenerife, apareció en el terreno de juego un equipo bien diferente al que vende el técnico asturiano. Se presentó en El Toralín con un bloque muy bajo, esperando al contrario muy cerca de su área, echado atrás y sin aparente inquietud por pelear la posesión; sin provocar que pasaran cosas, sino esperando a reaccionar a lo que dijera el contrario. Y todo para nada porque ni siquiera dio sensación de seguridad. Un desastre.

Quiso el conjunto cántabro sentirse arropado sabiendo que en algún momento tendría su oportunidad. Como en los viejos tiempos. Y ni siquiera fue un equipo fiable porque la Ponferradina ya llegó al descanso por delante, habiendo construido no menos de dos acercamientos verdaderamente peligrosos y estampando un balón a la madera. El balance no pudo ser más pobre. Para realizar un viaje así, para plantar en El Toralín así al equipo, no hacían falta tantas alforjas.

No queda muy claro cómo quiso ganar el Racing el partido porque, hasta que no se vio con el ojo morado, se dedicó a esperar muy atrás sin que después contara con motor y potencia para salir corriendo en caso de robo. Íñigo Vicente y Pombo no tienen capacidad de hacerlo y sólo queda Mboula para intentar encontrar a Matheus, que fue el delantero por el que apostó José Alberto. Es poca cosa. Hubo una acción sintomática al cuarto de hora, un robo de Juergen en campo propio tras el cual arrancó la maquinaria para superar líneas y presentarse en campo rival. Sin embargo, miró hacia delante y no tenía nadie. Ni mostró el Racing intención de construir (sólo en un par de ocasiones en el primer tiempo) ni tenía cuchillos que sacar.

Fue la Ponferradina quien tuvo un mayor control del encuentro en el primer tiempo, lo que le permitió llegar al área rival con cuentagotas. Dani Ojeda ya hizo trabajar a Parera a los diez minutos y en el treinta y cinco no marcó cuando lo tenía todo a favor porque Mantilla, que fue el elegido de partida para ocupar el lateral izquierdo, se lo comió a la hora del remate. En el descuento del primer tiempo, Espiau estuvo cerca de marcar con un duro remate a la madera, pero para entonces ya había celebrado un gol. La Ponferradina estaba cómoda, tenía el partido donde lo quería y eso olía mal.

El tanto inicial fue un golazo. Una enorme acción de Paris, que acostumbra a salirse ante el bando verdiblanco esté en el equipo que esté, dejó atrás a Mantilla con un autopase y le puso un centro a Espiau que éste subió al cielo. El encargado de defenderle era Germán, que no termina de justificar que haya dejado en el banquillo a Pol Moreno. Menos aún, cuando la supuesta apuesta de los suyos por crear desde atrás no es cierta.

No lo es, por lo menos, cuando no hace falta. Cuando toca sacar los cuchillos y no queda otro remedio sí lo es. Porque el conjunto cántabro sí apareció en la reanudación con verdadera ambición de ir a por el partido. Y lo peor fue que demostró que era capaz de llegar y de ser el equipo que, en teoría, quiere ser. Había estado perdiendo el tiempo. José Alberto dio el primer paso siendo fiel a su mensaje y apostando por un lateral más profundo como Mario García. Olvidó su DNI cuando su equipo ya iba perdiendo. Y salió en moto y poniéndole un centro a Mboula en el 52 que éste desperdició cuando lo tenía todo para empatar. Poco antes, había sido Roko Baturina, tras recoger un desecho en el corazón del área, quien dejó pasar la oportunidad de estrenarse a lo grande.

El croata entró por lesión de Matheus en el primer tiempo. Fue la primera opción del entrenador. Es lo habitual con los fichajes de invierno pero dio la impresión que le queda pasar más tiempo con sus nuevos compañeros, ya que le costó interpretar los pases en ruptura que le lanzaron. Fue de menos a más porque, entre otras cosas, se aprovechó del toque de corneta que lanzó José Alberto desde el banquillo. A falta de veinte minutos, tiró la casa por la ventana: quitó a Íñigo, retrasó a Pombo, puso a Vicente de media punta y a Sangalli y a Yeray por las bandas. Fue una apuesta arriesgada y la Ponferradina salivaba sabiendo que iba a tener espacios para matar el partido, pero lo que llegó fue el golpe encima de la mesa de los canteranos reclamando una decidida apuesta por ellos.

Dos jugadores del filial sacaron al Racing de un problema en Ponferrada
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