20.04.2024 |
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El fin de la superstición

El Racing acumula cuatro partidos atacando primero en el fondo norte | Los dos primeros fueron por perder el sorteo pero los dos últimos por decisión propia, ya que le ha ido bien

Salida del Racing al campo el pasado domingo. / RRC
Salida del Racing al campo el pasado domingo. / RRC
El fin de la superstición

Hay quien piensa que si no hace algo de una determinada manera se va a morir; que le va a caer un piano en la cabeza, va a sufrir una enfermedad o, sencillamente, le va a salir mal. Melvin Udall, el personaje al que daba vida Jack Nicholson en ‘Mejor imposible’, ofrecía todos los días un espectáculo patético por las calles de Nueva York porque se había autoimpuesto la prohibición de pisar las líneas de las baldosas de la acera. Comía siempre con cubiertos desechables porque no podía hacerlo con otros que hubieran sido utilizados previamente por otras personas y sólo podía atenderle la misma camarera de siempre, lo que da lugar a la historia que culminaría con el premio Oscar para cada uno de los intérpretes. Su personaje bien pudo haber estado inspirado en la figura de Howard Hughes, que, como contó Martin Scorsese en ‘El Aviador’, era otro enfermo de la pulcritud que se frotaba de manera frenética y obsesiva las manos aunque antes simplemente hubiera tocado una puerta.

En unas ocasiones se trata de un trastorno obsesivo-compulsivo y en otras de simples supersticiones. Incluso pueden ir ambas unidas o ser difícilmente distinguibles, como quien necesita apagar y encender siete veces las luces antes de entrar en una habitación o cree que si ve a la novia antes de la boda todo va a ir mal. En tiempos de la crisis capitalista del 2008, se produjo un auge de creencias alternativas y, por supuesto, no basadas en experiencias científicas como el tarot, la astrología o el feng shui. Qué demonios, hasta hubo casi cuatrocientos mil españoles que se gastaron 35 euros en una pulsera de silicona porque les aseguraron que restauraba su «equilibrio electromagnético». Y quienes la llevaban juraban que era cierto aunque no supieran ni qué significaba eso. Decían que se sentían mejor y, de este modo, quizá se autoconvencían de no haber sido estafados.

Los jugadores de fútbol tienen sus propias supersticiones. Unos han de entrar siempre al campo con la pierna derecha y otros santigüarse tras salir del túnel de vestuarios como si fueran una señora de posguerra saliendo del portal de casa. Los equipos también tienen las suyas y la del Racing era dejar para la segunda parte marcar en la portería de ‘La Gradona’. Sin embargo, la ha superado. Ha confirmado que era un temor infundado, una costumbre que le convertía en prisionero de la misma, ya que creía comenzar en desventaja si perdía el sorteo. Ahora no. Ha demostrado estar por encima de ello y se ha liberado de esa carga a base de acumular victorias mirando primero al fondo norte.

Tiene mérito porque hay costumbres de las que es complicado desprenderse. Edgar Wright, autor de obras que mezclan de manera brillante el sentido del humor con el del espectáculo y el de la acción, como demostró en ‘Arma fatal’ o, sobre todo, en la gran ‘Zombies party’, dirigió en el 2017 ‘Baby Driver’, que cuenta la historia de un joven conductor que participa en grandes robos. Es el mejor en su trabajo, pero no puede hacerlo sin estar acompañado por los Damned, los T. Rex, Beck, Queen o incluso los Beach Boys. La película es una coreografía perfecta en la que todo se mueve al compás de la música. Nada tendría sentido sin la banda sonora. El personaje principal lo sabe y por eso llega a arriesgar un plan y, por consiguiente, prácticamente su vida por la necesidad de coger antes sus auriculares. Sin ellos pasa de ser Superman a Clark Kent, Indiana Jones sin su sombrero. Son supersticiones, manías sin las cuales se queda desnudo como se quedaba el Racing cuando le tocaba comenzar donde no le gustaba.

Algunos equipos rivales conocían esa tara y por eso su primer objetivo era siempre incomodar al conjunto cántabro cambiándole el orden establecido en su cabeza. Hace nada, la reacción ante esta situación era la misma que la de Bruno, el personaje de ‘Encanto’, la película de Disney oscarizada desde la madrugada de ayer, que tenía la capacidad de ver el futuro. Como no siempre era bueno, a veces tenía que decir verdades que no gustaban, por lo que prefiere exiliarse que decirlas. Es un supersticioso de manual porque en todo momento se está echando sal por encima de los hombros y tocando madera para poner todo de su parte por cambiar ese destino que se le aparece. No le sirve de nada, claro. Al final, el balón siempre echa a rodar.

A la hora de cambiar lo que ya era tradición en El Sardinero, siempre fue clave que haya exracinguistas en los equipos rivales que conozcan el secreto. Y los ha habido últimamente. El Badajoz de Dani Aquino y David Concha intentó empezar a ganar el partido desde el sorteo, pero lo perdió. Sin embargo, el Real Unión de Quique Rivero y la Cultural de Julen Castañeda y Dani Sotres los ganaron, por lo que hicieron al Racing romper con su superstición. Y no le fue mal, ya que ganó por goleada ambos encuentros (4-1 y 4-0). Alguien pensó entonces que quizá todo era una patraña y aprovechó la disyuntiva para librar al equipo cántabro de una pesada carga para que ya no fuera necesario que la moneda saliera cara para comenzar con buen pie.

Por eso Íñigo, a pesar de ganar los sorteos en los partidos contra el Zamora, que se presentó con Julián Luque en sus filas, y contra la SD Logroñés, que lo hizo con Soberón, Jon Ander y Caneda, ha elegido mandar a la basura toda estúpida superstición y dejar de creer en las estrellas. Ha elegido comenzar mirando al fondo norte porque antes había podido demostrar empíricamente (a base de victorias) que no sólo no les perjudicaba, sino que incluso les había podido beneficiar. La ciencia contra la magia y el ocultismo, Sherlock Holmes revolucionando la investigación policial con su proceso deductivo o Guillermo de Baskerville, el protagonista de ‘El nombre de la rosa’, novela que fue llevada con éxito al cine por el francés Jean Jackes Annaud, luchando con la inteligencia y sus métodos racionales contra los fanatismos y supersticiones de los monjes benedictinos que habían llegado a la conclusión de que el que sabe demasiado, muere.

El Racing ha perdido el respeto a lo irracional haciendo evidente la estúpida situación que había generado la tradición. Lo mejor es que con ello también se lo ha perdido al rival. Dijo Cedric la semana pasada en una entrevista en la Ser que ya no salían a jugar con tanta consideración hacia sus oponentes, sino que ahora lo hacen con ánimo de arrollarles. Lo ha visto cualquiera. Y esos inicios de partido tan ambiciosos que viene ofreciendo el conjunto cántabro en su campo desde la visita del Real Unión han coincidido con estos cuatro partidos consecutivos en los que ha empezado mirando hacia ‘La Gradona’ durante el primer tiempo, lo que podría explicarse por la mayor capacidad del fondo más animoso para enchufar a los jugadores y pedir un mayor esfuerzo en la presión. Es siempre mejor un argumento racional a uno pseudocientífico, pero no siempre los hay. Que nadie se atreva a decir cinco veces ‘Candyman’ frente al espejo.

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