06.05.2024 |
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El ascenso desata la fiesta

El Racing cumplió y empató contra el Celta B, por lo que aseguró el retorno a Segunda División l Comenzó ganando 2-0 con goles de Medina y Cedric pero el Celta B empató y sembró la incertidumbre en la recta final

Jugadores y aficionados celebran el ascenso a Segunda División. / ALERTA
Jugadores y aficionados celebran el ascenso a Segunda División. / ALERTA
El ascenso desata la fiesta

Quien quería sufrir, quien no sólo quería ascender, sino hacerlo con la incertidumbre del resultado, como se hace cuando uno juega a fútbol, acabó pegándose un fiestón. Siete tazas para él. Así sabe todo mejor, qué duda cabe. El guión perfecto habría sido que hubiera comenzado ganando el Celta B y hubiera empatado después el Racing, pero lo cierto es que fue el conjunto cántabro quien puso el 2-0 cuando apenas se había jugado media hora. Aquello apuntaba a festival, pero el equipo verdiblanco concedió el pack completo a quien prefería avanzar sobre los raíles de una montaña rusa que sobre una carretera recién asfaltada. El conjunto gallego empató, colocó el terror a una pifia para el recuerdo en el centro del campo e incluso hubo instantes de pánico por un par de balones que se pasearon, traviesos, frente a la portería verdiblanca, pero nada cambió. El partido acabó empatado y eso es lo único que necesitaba el Racing para ascender un mes antes de que termine el campeonato. Así de sobrado ha andado por esta categoría recién creada a la que espera no volver en mucho tiempo.

El Sardinero quería fiesta y hubo fiesta. Hasta altas horas. Se ha sufrido mucho como para irse tras la primera canción. Tocaba disfrutar y el Racing lo hizo con un partido muy similar al que tantas veces ha disputado en su campo esta misma temporada. Demostró ir a por la victoria desde el primer momento sin ni mucho menos negociar un pacto de no agresión, armisticio al que nunca se llegó. Porque el Celta B quería los tres puntos y dejó claro que había ido a por ellos siendo, de largo, quien más lo buscó en la recta final del envite. Pero no lo consiguió. Ni siquiera se tuvo que lucir Miquel Parera. Lo más que consiguió fue atemorizar al conjunto local, aportar esa incertidumbre que los más valientes llevaban buscando toda la semana.

Comenzó ganando el Racing y, por encima de todo, mereciéndolo. El primero lo anotó Unai Medina. Parece poético. Un futbolista que parecía haber llegado al equipo vestido sólo con el buzo de trabajo, a aportar sobriedad y poco más, ha pasado a ser en la segunda vuelta una de las mejores herramientas del Racing en ataque. Ya estuvo a punto de marcar en el Cerro del Espino y ayer lo hizo al recoger un balón muerto que había nacido en el sexto córner que había botado el conjunto cántabro en sólo media hora. No lo desaprovechó. No sacó la cuchara, sino el cazo y golpeó a la pelota con la dureza de un peso a punto de noquear a su rival de un solo golpe. Casi rompe la red.

Lo cierto es que, en días así, el primer episodio del partido suele resultar fundamental porque es donde se puede sacar verdadero partido del ambiente festivo que hay alrededor y de convertir en realidad  eso de que el primer gol lo marca la grada. Queda bonito y es una frase preciosa, pero no siempre se hace presente. El Racing estuvo a punto de hacerlo porque pudo haber celebrado su primer gol a los cuarenta segundos. Si contra el Logroñés había anotado a los 52 y en el Cerro del Espino estuvo cerca de repetir a los 36, ayer estampó un balón al larguero a los cuarenta. Eso es tener las ideas claras. Hace ya tiempo que el Racing aparece, sobre todo en casa, con el cuchillo entre los dientes; hace meses que dejó atrás esos tiempos en los que se tomaba cada encuentro con tranquilidad y esperando al momento preciso, como si le diera igual ganar o empatar. Hubo un día que se abrió un claro entre las nubes y el equipo dio un paso hacia delante al que ha sacado máximo partido.

Ayer sacó el Racing porque el Celta B quiso comenzar dando un golpe moral a su oponente. Se colocó en el campo donde históricamente había comenzado el conjunto cántabro y, tras ganar el sorteo, se puso ahí porque creía que iba a incomodar a su rival y a su aficionado. No se ha enterado de nada. Desde las goleadas a Cultural y Real Unión, Íñigo ha pedido siempre atacar primero hacia ‘La Gradona’ porque le ha ido perfecto. Hace al equipo salir con una marcha más y ayer estuvo a punto de comenzar ganando antes incluso de que se hubiera retirado el tifo del fondo norte. ‘Rey del norte y del infierno’, ponía. Vaya que sí.

El primer balón del partido fue hacia Fausto Tienza. Éste trazó una diagonal hacia Soko, que viene lanzando su primera acometida en los últimos encuentros antes de que se cumpla el primer minuto. Ayer no pudo entrar en el área. Le encimaron dos y eso quería decir que había un compañero solo. Era Unai Medina, a quien fue la pelota para sacar un centro medido hacia Cedric, que ya estaba con la servilleta puesta en forma de babero porque intuía que iba a acabar perdido de tomate. Se presentó tras dos jornadas sin marcar y tenía apetito. Mordía. Se elevó por encima de todos y cabeceó con un tenedor en cada mano. Su testarazo fue bueno, pero se encontró con el larguero. Lo único que le faltaba a la grada para venirse abajo.

Fue un inicio de partido trepidante porque sólo otros cuarenta segundos después ya puso el Celta B su primer centro medido y a los seis minutos ya tuvo que intervenir Parera. Los jóvenes jugadores del filial celeste dejaron claro desde el primer momento que no se sentían para nada acomplejados ni condicionados por ver un campo lleno. De hecho, había muchos ojos puestos sobre ellos porque están en un club en el que han de demostrar que saben sacar lo mejor de sí ante escenarios así. Y dejaron bien claro desde el inicio que eran el buen equipo que, en el fondo, todo el mundo sabía que era.

Porque ahí estaba el peligro del encuentro de ayer. Había que sumar porque no se podía dejar a toda esa gente sin la fiesta prometida, pero la amenaza del gatillazo estaba presente. No hubo miedo. El Racing ya había dejado claro esta temporada que no se amilana en los grandes momentos, sino que saca a relucir su personalidad y su carácter. Y poco a poco fue haciendo evidente a su oponente que iba a por él. Quería ganar, no empatar. Y quería merecerlo y hacer un buen partido ante todas esas personas que estaban en la grada a los que había que divertir para intentar que vuelvan cuando vuelva la monotonía, la pura rutina de cada domingo.

Tres veces remató Arturo, a quien se le veía con la mirada encendida y el gatillo fácil. Y fue a la tercera cuando provocó el córner que acabaría con el gol de Unai Medina. Poco después llegaría el de Cedric, que no podía faltar ayer a su cita con el gol. Le había dejado tirado quince días pero ayer se lo puso en bandeja Pablo Torre. No sólo eso, sino que le hizo el aeroplano para meterle la cucharada en la boca. Sólo tuvo que empujar para poner el segundo en sólo cinco minutos, lo que ya olía a desfile. Tanto lo intuía así el equipo que casi ni lo celebró. O fue una celebración chapucera.

El autor del gol y el de la asistencia jugaron a Bola de Dragón y en esa fiesta sólo entraban dos. Cuando ya quisieron hacer piña, Unai Medina conminó a sus compañeros a ir hacia el banquillo para celebrarlo con los suplentes, pero éstos ya habían vuelto a su butaca. Aquello parecía encarrilado y ese gol ya parecía un puro trámite, pero había que sufrir. El Celta B no había venido a entregarse, pasó a monopolizar la pelota más aún de lo que lo había hecho hasta entonces, cuando había contrastado su intención de madurar cada posesión con la voracidad con la que actuaba el Racing cada vez que tocaba cuero. Y llegó el 1-2, obra de Miguel al cazar un balón muerto en el corazón del área para convertirlo en un artefacto imparable para Parera.

Nada estaba terminado, quedaba leña que cortar. Quienes querían curvas ya tenían lo que querían. Y el Racing dio la impresión de querer darles más alimento al reaparecer tras el descanso de una manera bien diferente a como lo había hecho en el comienzo del partido. De hecho, se retomó el partido con un nuevo remate de Miguel mientras que a los cinco minutos llegó el empate. Nació tras un penalti cometido por Javi Vázquez cuando ya había sido superado por su oponente. No tuvo discusión y lo lanzó Iker de manera impecable. Comenzó otro partido y todavía podía pasar de todo. Qué bien lo estaban pasando los conductores suicidas.

No le convenía al Racing, pero el encuentro se descontroló e incluso pareció un correcalles. Ahí olió sangre Romo y metió a Camus, pero lo hizo por Soko para colocar a Arturo en la derecha. No se atrevió a poner un cuchillo en cada banda. Y lo cierto es que el santanderino tuvo la mejor ocasión de haber completado el guión perfecto, ya que recibió un enorme pase de Pablo Torre al correr un contragolpe que, a pesar de no acertar a rematar bien porque se trastabilló, lo hizo al pecho del guardameta. El rechace lo recogió el de Soto de la Marina, que disparó según venía en volea, pero la pelota dio contra un defensor.

Quedaba media hora y, a partir de ahí, tocó sufrir. El Racing entendió que desde ese momento tocaba mantener el tesoro que ya tenía y a eso se dedicó. Y lo hizo bien porque lo cierto es que apenas sufrió. No hubo ocasión digna de tal nombre pero sí suspense e incertidumbre. Hasta que se llegó al noventa y comenzó el descuento. Ahí ya se desató la fiesta e incluso los más contenidos abrieron las bebidas. Bufandas al viento, fiesta gorda porque el Racing ha vuelto al fútbol profesional. A ver si ahora es la definitiva.

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