El proyecto que en su día se le ocurrió a Adrián Hinojosa para, según explica él mismo, «tratar de dar más visibilidad a la discapacidad» y demostrar todo lo que puede ser capaz de hacer y organizar alguien que vive con ese lastre ha crecido en progresión geométrica desde que él mismo comenzó a darlo a conocer. Lo hizo con evidente éxito utilizando las redes sociales y todas las herramientas que encontró a mano. Basta poner su nombre en el buscador para comprobar la cantidad de entrevistas que ya ha concedido y que han ayudado aún más a difundir el reto que arrancará el próximo uno de abril, cuando saldrá de Santander para llegar en cuatro etapas al monasterio de Santo Toribio en Liébana. Tanta repercusión ha tenido que incluso reconoce que ha de «administrar» un poco todo el tirón mediático y social del que, al menos por ahora, está disfrutando su aventura «porque todavía quedan algunos meses y luego a lo mejor se olvida todo».

No debería suceder porque el objetivo para el que diseñó el reto merece la pena. El propio Adrián Hinojosa, santanderino de 28 años, tiene una discapacidad intelectual que, como él mismo relata, le ha cerrado muchas puertas «a la hora de encontrar trabajo». «Me ponen dificultades», añade. Se ha chocado con prejuicios que daban por hecho que no iba a ser capaz de realizar determinada labor o que su contratación iba a suponer un problema o una complicación. Y con esta aventura que está siendo capaz de organizar y que está adquiriendo un tamaño considerable quiere «demostrar a la sociedad las aptitudes» que tienen las personas como él y, a su vez, «la importancia del deporte inclusivo para poner sobre la mesa los prejuicios que existen sobre las personas con discapacidad».

Adrián comenzó a practicar atletismo con cinco años. Para él fue un paso fundamental porque asegura que el deporte le ha dado «muchas satisfacciones». «Ha sido y sigue siendo fundamental en mi día a día», añade. Además de darle «ilusiones, alegría, amigos y capacidad de lucha», también le ha permitido conseguir títulos como el Campeonato de España de los 3.000 metros para atletas con discapacidad. Se dice pronto. Lo malo es que desde la pandemia lo dejó aparcado porque al parón que se produjo en el mundo entero por culpa del maldito virus hubo que sumar el fallecimiento de su madre el pasado año. «Estos últimos años no han sido nada fáciles», confiesa. Pero parece claro que se ha levantado y la idea de este reto que le llevará de Santander a Potes en cuatro etapas le ha puesto de nuevo en forma y asegura que en breve se va a «volver a federar para volver a competir». Por ahora, ya lleva un tiempo entrenando, haciendo series de cinco a diez kilómetros para, poco a poco, ir adquiriendo el estado de forma necesario para completar el objetivo.

Las etapas ya las tiene prácticamente diseñadas. «La primera será de Santander a Novales, la segunda de Novales a Serdio, en la tercera llegaré a Cicera y en la cuarta hasta el monasterio», precisa. Sólo para el primer día ha diseñado una ruta de casi 39 kilómetros, que no es poca cosa: «Sí, es prácticamente una maratón, pero lo intentaré hacer lo más lento que pueda porque habrá que guardar fuerzas para poder alcanzar el objetivo, que, además de llegar a la meta, es darle toda la visibilidad posible al tema de la discapacidad para conseguir un mayor apoyo institucional y de las empresas y para acabar con todos los prejuicios que hay sobre nosotros».

Los ayuntamientos por los que pasará el atleta santanderino parece que se han volcado. «Me recibirán los alcaldes con un arco donde pondrán la publicidad de todas las empresas que me están apoyando», resalta. También le harán «un pequeño homenaje» en algunos de los lugares por los que pase y, por ejemplo, tanto «en Santillana como en Novales habrá también un recibimiento para mostrar un apoyo institucional». En este último municipio incluso han organizado «un pequeño espectáculo» y se han ofrecido «para lanzar unos fuegos artificiales» a su llegada. «Estoy teniendo muchos apoyos, la verdad», reconoce. Él sólo espera que de verdad sirvan para algo.

El último espaldarazo que ha recibido hasta la fecha es de los gordos. El pasado miércoles por la mañana estuvo grabando un vídeo promocional con toda una campeona olímpica como Ruth Beitia, que le ha prometido que hará buena parte de la primera etapa a su lado para ayudar a dar visibilidad al reto que ha planteado. A parte de la campeona de altura, ese primer día le acompañarán «diez o quince» atletas, cifra que puede ir incrementándose en las semanas que quedan todavía hasta que se inicie la aventura. «Es posible que, al final, en cada etapa se vaya animando gente a correr conmigo», vaticina.

Mientras se chocaba con tantos obstáculos y rechazos a la hora de buscar un trabajo con el que poder ganar autonomía personal, Adrián siempre ha encontrado un sustento en el deporte. «Es lo que me ha permitido seguir adelante», confiesa. Por eso es a lo que se ha aferrado a la hora de lanzar este grito de alarma para evitar que se olviden los problemas que tiene un colectivo al que todo le cuesta un poco más. Eso no quiere decir que no sean capaces porque hay que ser muy capaz para organizar todo lo que Adrián está organizando. Sabe que no está en disposición de poder elegir tras tantas «puertas cerradas» que se ha ido encontrando pero, si pudiera hacerlo, le gustaría trabajar «en algo relacionado con el deporte». «La semana pasada dejé un currículum para dependiente en una tienda de deportes y me dijeron que tengo que hacer una entrevista. Aún me tienen que llamar. Ojalá lo hagan», concluye.