19.04.2024 |
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LA CONTRACRÓNICA

El extremo que no es pero que será

Soko debutó ayer con el Racing | Fue titular e hizo evidente que era su primer partido en diez meses | Se le notó muy rígido pero dio muestras de poder ser un jugador que aporte mucho en cuanto recupere la forma

Patrick Soko jugó ayer sus primeros minutos como racinguista. / Hardy
Patrick Soko jugó ayer sus primeros minutos como racinguista. / Hardy
El extremo que no es pero que será

Lo primero que hizo Dorothy cuando se encontró con el hombre de hojalata fue coger la aceitera y echarle aceite. Llevaba tanto tiempo paralizado que no le funcionaban las articulaciones. Lo normal. El óxido siempre aparece e impide funcionar de manera convencional a quien se queda mucho tiempo parado o no pasa la ITV. El cuerpo no responde como le gustaría. Le pasó al personaje del Mago de Oz y le pasa a Patrick Soko, que ayer volvió a jugar un partido de fútbol tras más de diez meses sin hacerlo. Su entrada fue repentina, sin tiempo de ir acostumbrando el cuerpo y de ir entrando en calor. Su primer paso como racinguista fue de titular. Y durante todo el tiempo que estuvo sobre el terreno de juego no mostró tanto al jugador que es, sino el que puede llegar a ser. Aún falta que alguien coja la aceitera y le eche aceite.

Con Soko, el Racing por fin jugó con extremos de verdad, a pierna natural y con capacidad de desbordar y ensanchar el terreno juego. Es el único profesional del carril diestro que tiene el equipo, un jugador como no hay otro en la plantilla verdiblanca. No tiene una competencia directa, alguien que haga lo que hace él. De hecho, cuando abandonó el partido, fue para que se colocara en su posición un zurdo. Y eso ya lo cambia todo un poco. No es lo mismo. El fútbol es otro.

No se puede decir que la presentación en sociedad de Soko, el único futbolista de campo que quedaba por debutar, fuera brillante. No brilló, pero prometió cosas. Se hizo patente que no jugó liberado y con sus articulaciones sacando máximo partido de los engranajes, sino que estuvo demasiado rígido, como si una chica de 17 sacara a bailar a un chico de 14, como si hubiera alguien apretándole y le impidiera sacar ese fútbol que le trajo a Santander desde la segunda división mexicana. Lo bueno fue que, como cabía esperar, se fue liberando de ese nudo que no le dejaba respirar y fue disfrutando cada vez más. Es una tendencia que no durará solo un partido, sino que probablemente necesite muchos más. En las pretemporadas suelen contar los jugadores con al menos cinco partidos para encontrar el ritmo adecuado para encontrarse consigo mismos. Soko no ha tenido ninguno y, de hecho, no jugaba desde febrero. Es como si estuviera saliendo de una lesión de cruzado.

Lo bueno fue que al jugador camerunés le tocó saltar a jugar por vez primera con la camiseta del Racing el día en el que más inspirado se encontró el equipo y cuando por fin practicó el fútbol que venía buscando desde que comenzó a escribir la historia de la presente temporada. Y eso lo hace todo más fácil porque al recién llegado no le tocó correr tanto detrás del balón. De hecho, apenas lo hizo porque durante el primer tiempo que disputó se jugó siempre en el campo del Barakaldo. Y su equipo le buscaba. Sus compañeros saben que es una bala, que es una locomotora que tira del tren de las tres y diez y todos quieren subirse a él. Es de esos jugadores a los que no hace alta mirar porque uno sabe que siempre va a estar ahí y que va a correr a todas aunque le tires un melón.

Tuvo la mala o la buena suerte Soko de que le tocó jugar mayormente en la banda de los banquillos, por lo que tuvo a Rozada muy encima. Y el entrenador es de los que habla mucho y de los que está muy encima para que a nadie le diera por mirar a la tremenda luna llena que estaba anoche en lo alto sin perderse nada del partido. Y el técnico quería ayer ver a los suyos presionar muy alto, más que cualquier día. Y ahí participaba el africano, que parecía no tenerlo claro, al menos de inicio. De hecho, nada más comenzar el encuentro, el extremo se encontró con una acción a la que no tenía muy claro si saltar o no. De pronto, oyó la potente voz del técnico asturiano para pedirle que fuera a por él. No lo pidió, lo exigió, pero el jugador dio la impresión de no creer demasiado en ello. Y fue una pena porque eso le hizo ir con cierta timidez y el desarrollo del a jugada dejó patente que habría llegado y la habría liado.

A Soko lo fichó el Racing para aportar velocidad, profundidad y desborde. Y a los trece minutos ya tuvo la oportunidad de demostrar que puede darlo. Fue en ese instante cuando por fin metió pólvora en el cargador y se atrevió a lanzar un uno contra uno contra Bengoetxea, que fue quien en todo momento estuvo frente a él. Fue él el antagonista de su historia, el malo de la película.

El extremo sacó un córner de aquella acción. Fue bueno no empezar con una derrota. Eso le dio confianza y quizá por eso a los veinte minutos, después de una mágica acción de Cejudo entre líneas, realizó un doble recorte en el interior del área para acabar buscando un centro raso. Fue esa quizá la maniobra en la que más se notó que todavía no es el jugador que en verdad es y que posiblemente terminará siendo en el Racing. Se le notaron demasiado los tiempos, cada movimiento de tornillo. Faltó alguien que le echara aceite a las articulaciones. Es algo que en el fútbol sólo se logra acumulando minutos de juego.

El equipo le fue buscando cada vez más. Él fue también yendo cada vez con más intensidad a la presión y participando más. Sus zancadas transmiten potencial y es capaz de ir de área a área en dos coma cinco. Lo que le pide Rozada es que exprima a tope el motor porque para eso estaba en el campo. «Vete, vete, hostia», le gritó en los últimos compases del primer tiempo cuando el futbolista parecía no tener claro si correr un balón o no. Rozada quería decisión.

Su última aportación al encuentro fue una carrera contra Bengoetxea que no ganó. El lateral le tapó bien y apenas sin esfuerzo e igual ese fue el mensaje que necesitaba Rozada  para saber que ya bastaba de Soko. Marco Camus había calentando con intensidad durante el descanso y el cambio estaba cantado, pero Rozada le dio unos minutos más al africano. Hasta que vio que ya no podía con el malo de la película. Entonces llamó al canterano y le metió para pasar a tener un extremo a pierna cambiada. Había ganas de ver al africano pero también de comprobar si el santanderino vuelve a ser él mismo.

El extremo que no es pero que será
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