24.04.2024 |
El tiempo

Empate de alta tensión

El Sinfín suma un punto en La Albericia ante Puente Genil | El equipo cántabro mandó durante buena parte del encuentro y dispuso de dos lanzamientos a falta de cinco segundos para ganar | Que un partido de porteros

Ramiro Martínz y Xabi Castro celebran un gol. / Hardy
Ramiro Martínz y Xabi Castro celebran un gol. / Hardy
Empate de alta tensión

Podía haber ganado ayer el Sinfín, pero también pudo haber perdido. Fue un partido de alta tensión, poco aconsejable para corazones heridos. La adrenalina desbordada por la pista, unos y otros marchándose con la sensación de haberlo tenido en la mano. Pura frustración. En los últimos diez minutos, sólo hubo cuatro goles, dos de cada equipo. Porque cada ataque se negociaba con la presión de quien se juega la vida y cada defensa parecía separar el bien del mal, como si cada jugador cargara sobre sus hombros el arca de la alianza cada vez que veía acercarse al enemigo de rostro impenetrable. No fue un partido para débiles y mucho menos para quienes dudan. Y acabó en empate como bien podía haber acabado de cualquier otra manera porque, tras desaprovechar el Puente Genil un certero lanzamiento para ponerse por delante a falta de sólo un minuto, el Sinfín dispuso de hasta dos disparos a portería en los cinco minutos finales, pero ambos los paró el portero. Porque es cierto que fue un partido de valientes, pero, sobre todo, fue un partido de porteros.

Ernesto estuvo inmenso, colosal. Que cada uno ponga el adjetivo que quiera. Terminó con 16 paradas y más de un cuarenta por ciento de acierto. Fue de menos a más hasta dar un recital en el segundo tiempo con intervenciones de todo tipo: con el pie, con la mano, por abajo, por arriba, rectificando, echándose al suelo, en posición... Está en estado de gracia y eso permitió a su equipo mandar durante buena parte de la contienda. Tanto es así, que se acercó a la recta final de la misma con ventaja y manteniendo en todo momento a raya a su contrincante, a quien le costó encontrar la manera de ponerse por delante. No dejaba que se fuera el equipo local, pero tampoco le alcanzaba. Hasta que apareció también su portero. Lo hizo en el último cuarto de partido para meter de lleno en el mismo a los suyos y terminar resultando decisivo para rescatar un punto de La Albericia.

El equipo cordobés había comenzado mandando pero el Sinfín empató a seis y a siete antes de tomar la iniciativa del resultado. Volvió a igualar Puente Genil en los primeros compases del segundo tiempo a catorce pero no lo volvería a hacer hasta el 18-18 y el 20-20. Fue ahí cuando de verdad comenzó el partido que pondría en juego el botín. Un zurdazo tremendo de Zungri, que terminó la contienda subido sobre una ola que su rival no supo manejar, volvió a poner las cosas en su sitio y, posteriormente, un gol en penetración de Nacho Valles volvió a situar la renta en los dos goles, pero los visitantes de nuevo igualarían la contienda a 22 aprovechando el cuarto lanzamiento al palo de los hombres de negro en la tarde de ayer.

Fue entonces cuando la pelota comenzó a pesar, cuando ya se dejaron de permitir los brazos flácidos y había que acreditar hechuras, personalidad y carácter. Montesinos decidió, tras un tiempo muerto, recuperar la defensa 5-1 con la que había comenzado el encuentro y que había abandonado en el segundo tiempo por el habitual 6-0. Había que cortar como fuera la inercia ganadora que parecía estar dibujando el bando cordobés. Costó superar las bien construidas retaguardias levantadas en ambas áreas, cada gol valía puntos y fue de nuevo Zungri quien se sacó otro latigazo para mantener vivo el estatus. No había que permitir que el rival consumara la remontada pero lo hizo porque del 23-22 se pasó al 23-24. Y el Puente Genil no mandaba en el partido desde el 6-7. Daba la impresión de que había esperado al momento oportuno para hacerlo. Lo bueno es que quedaban todavía cuatro minutos y medio para el final del encuentro y que, aunque en ese momento todavía no lo supiera, no iba a marcar más.

El empate lo volvió a poner Zungri. Qué importante es tener una mano así en la que apoyarse cuando se le hace de noche a la mayoría de los mortales. Suyos fueron tres de los últimos cuatro goles pero todavía quedaban por suceder muchas cosas. Ernesto le detuvo un fuerte lanzamiento al máximo goleador del encuentro, un Joao Pedro que cargó sobre sus hombros la responsabilidad ofensiva de los suyos y respondió de manera espectacular Ahmetasevic a un buen lanzamiento de Nacho Valles tras una gran acción colectiva. En condiciones normales, aquello habría ido para dentro, pero ayer era el día de los porteros y querían celebrarlo a lo grande.

Quedaba un minuto y veinte segundos y les quedaba un ataque a cada equipo. Cada entrenador quiso prepararlo bien y pidió tiempo muerto antes de jugarse ese último balón. El primero en mirar a la portería rival iba a ser el equipo cordobés y, aunque seleccionó bien su tiro con el brazo de los árbitros ya levantado, el lanzamiento de Juan Castro se fue contra el lateral de la red. El encuentro seguía igualado y la posesión era para el bando local. De pronto, el Sinfín tenía balón para encadenar una segunda victoria consecutiva y poner agua de por medio con la zona baja de la tabla. Y lo tuvo en su mano.

El bando local movió bien el balón hasta generar un aclarado a Dimitrievski, que sacó un fuerte lanzamiento que se chocó contra la inspiración divina de la que dio la impresión de haber disfrutado el portero balcánico del Puente Genil. Sin embargo, la historia no terminó ahí. El portero no atajó la pelota y tampoco la mandó fuera, sino que se quedó botando en el área e iba directa hacia el exterior. Y allí la estaba esperando Herrero Lon, que se pegaba por la posición para recibir en mejor situación el preciado tesoro como si el balón llevara consigo la vacuna para todas las enfermedades. Había que hacerse fuerte y el pivote cántabro lo consiguió porque nadie se mueve como él por la línea de seis metros. El tiempo corría, sólo quedaban cinco segundos y la pelota se acercaba muy lentamente. Quizá, demasiado lentamente. Aquello era una película de John Woo. Cámara lenta, primeros planos de rostros sudorosos con un único y corto punto de mira, música, palomas echando a volar tras la portería cordobesa.

Por fin el balón llegó a las manos del veterano pivote santanderino. Y había tiempo. Quedaban tres segundos y aquello sólo podía acabar de una manera. Si a cualquiera le hubieran ofrecido jugarse la victoria con un lanzamiento de Herrero Lon desde los seis metros habría firmado sin dudar porque es un valor seguro. Nadie mejor que él. Cogió la pelota y lanzó sabedor de que el tiempo corría en contra. Ya sabía dónde quería mandarla pero de nuevo se chocó contra Ahmetasevic, que pasó así a ser el héroe de los suyos. Les había salvado y les había dado un punto haciéndose enorme frente a su portería y privando al Sinfín de sacar máximo rendimiento al notable partido que había completado en ataque y en defensa.

El último cuarto de hora de contienda se había desarrollado de manera impredecible, con un guión igualado y cargado de suspense. No tuvo la geometría del primer tiempo, que fue prácticamente simétrico, capicúa incluso. Se pudo leer igual empezando por el principio que por el final. Y no terminó con el resultado empatado gracias a dos intervenciones consecutivas de Ernesto, que puso la guinda a una notable actuación de partida al irse al vestuario con siete intervenciones que, en el fondo, fueron sólo el principio y dieron continuidad a su buen hacer del pasado miércoles en Logroño.

Él había sido una de las piezas fundamentales para que los suyos dieran la campanada en una de las pistas más complicadas de la categoría y el otro pilar, esta vez ofensivo, había sido Herrero Lon. Y también amenazó con continuar con el gatillo fácil, pero fue perdiendo presencia en el encuentro. Los pivotes son a menudo como el Guadiana, que aparecen y desaparecen. Ellos saben jugar así, con paciencia y sabiendo que en cualquier momento les puede encontrar el compañero. Y él, tras iniciar la contienda con mucha participación y encontrando huecos por los que pudiera llegarle el balón, pasó más desapercibido hasta los últimos minutos de encuentro, cuando cada decisión pesaba más y por eso le buscaron con ahínco aunque sin fortuna, ya que en todo momento estuvo bien cubierto.

Ese primer tiempo lo comenzó y lo terminó mejor el Puente Genil. En medio, el Sinfín encontró su mejor balonmano hasta conseguir una renta de cuatro goles (12-8) gracias a un tremendo gol de Leo Alonso, que ayer comenzó de partida porque Víctor Montesinos quiso sorprender a su rival con una defensa 5-1 más profunda de lo habitual. Y lo cierto es que a los cordobeses no les inquietó demasiado porque no les costó encontrar portería. Lo hicieron, sobre todo, con los extremos, que fueron los que lideraron las primeras ventajas de los suyos. Sin embargo, si el equipo cordobés se mantuvo a flote en los mejores momentos del equipo local fue gracias a Joao Pedro, que de hecho, marcó siete de los trece goles con los que su equipo llegó al ecuador. Más de la mitad fueron suyos y fue él quien lideró la reacción de su equipo para mantenerse dentro del mismo.

Al Sinfín le costó cinco minutos y cuarenta y cuatro segundos marcar su primer gol. Fue obra de Nacho Valles. Y su sequía no se debió a no encontrar buenas situaciones de tiro, sino a errores de puntería y de precisión. Comenzó Zungri fallando dos lanzamientos consecutivos en otras tantas penetraciones que casi lo dejaron todo hecho y, a continuación, fue Lon quien dio dos veces a la madera. Sus compañeros le encontraban pero no vio puerta hasta el tercer intento, cuando por fin marcó poniendo el 2-4 en el luminoso.

Una vez que los hombres de Víctor Montesinos cerraron la puerta en defensa, fueron levantando el vuelo hasta por fin empatar la contienda a seis. La primera ventaja sería 8-7 gracias a un buen contragolpe. De 6-7, consiguieron pasar al 10-7 gracias a un parcial de 4-0 en el que todo parecía rodado. El técnico había comenzado a mover su banquillo y la cosa parecía marchar, pero Puente Genil se resistía a dejar escapar la presa. Tanto es así, que en la primera acción del primer tiempo ya consiguió volver a calmar las aguas con un catorce a catorce que lo dejaba todo por escribir.

Era Puente Genil quien parecía cotizar al alza y, con una mayor profundidad de partido, daba la impresión de que el paso de los minutos podía correr de su parte. Pero no fue así. El equipo santanderino se resistió a entrega el bastón de mando y continuamente logró ventajas de dos goles (16-14, 17-15, 18-16, 20-18, 22-20) que invitaban al optimismo pero que se difuminaban siempre. Tuvo dos balones para ponerse tres arriba que no aprovechó hasta que el empate a veintidós dio inicio al partido definitivo.

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